LAS LECCIONES DE BERNABÉ JURADO (Cuarta Parte)
12 No dejaría jamás desamparada a las mujeres que más amo en mi vida. Mi madre y mi hermana. Pero tampoco como iba dejar sola a esa bizcochito. Era la hija del Embajador de México en Brasil, don Chema Dávila, la niña había crecido tanto, que cuando regreso al país, era una hermosa señorita. Fácil impresionar a una niña, más cuando se tiene veinte años de vida en el camino recorrido. Vestir bien, oler bien y estar siempre bien; y el secreto, tratarla como lo que era, una reina. - ¡Hay Baby¡. – tan chula, tan preciosa, tan inocente, nada mejor que casarse con ella, para tenerla en el mejor castillo de fantasía y ser por siempre, el príncipe azul que diariamente la seduciera. Era obvio que la familia se opuso, pero quien podía oponérsele al mejor licenciado en todo México. Y si bien, este sería su tercer matrimonio, cierto también era, que realmente, nunca se había casado por la Iglesia. Que mejor muestra de sellar la nupcia matrimonial, que con las leyes de dios.