LAS LECCIONES DE BERNABÉ JURADO (Primera parte)
1
Todo
estudiante de derecho, o persona que se dedique a ejercer la abogacía en
nuestro país (México), debería saber quien carajos fue el “ilustre” e
“inmemorable” abogado, de nombre, Bernabé Jurado.
No
es para más, entender la escuela de
Bernabé Jurado en un país como el nuestro, donde la práctica judicial implica vivir
y conocer el “coyotaje”, la “mordida”,
el “agandalle”, por encima de cualquier conocimiento teórico relacionado con el
proceso, el delito o al acto jurídico, o inclusive, mucho más allá de los
valores éticos de la equidad y la justicia, es hablar del triunfo de la
inmoralidad, de los antivalores, la
corrupción y de los vicios, que en un país como el nuestro, parecieran siempre
predominar.
Bernabé
Jurado fue un abogado que ejerció la obogacía en México, al menos durante cinco
décadas. La prensa de su época lo conoció como el “abogado del Diablo”, o
simplemente, el “Aboganster”. Lo cierto
es, que Bernabé Jurado, fue un celebre e ilustre Licenciado en Derecho, cuya cédula profesional
fue la 29677 expedida por la Secretaría de Educación Pública, el cual, llego a
tener dos despachos jurídicos, uno de ellos en
Varsovia 3 Departamento 6, colonia Juárez; el otro, en Madero 17 oficina
221, colonia Centro Histórico, ambos en la Ciudad de México. Su intervención
como abogado, lo llevo a patrocinar a personalidades públicas del país, del
mundo de la política o de la farándula, inclusive, hasta de la mafia. Llego a
ganar, gracias a sus argucias legales, casos polémicos, donde logro sacar de la
cárcel, a personas acusadas de fraude, robo, homicidio. Fue amigo de políticos,
lideres sindicales, empresarios magnates, periodistas de “nota roja”; fue
también un excelente orador, un profesionista en derecho que sabía tanto
teoría, pero también su muy peculiar “práctica” de comerse las pruebas documentales que le eran adversas
en los archivos de los juzgados; un “lic” generoso con boleros, archivistas,
secretarios; amigo de jueces y magistrados, “cuate” de ministerios públicos y
también desde luego, de todo tipo de policía, desde el policía preventivo o
judicial, hasta e los policías temibles de la Dirección Federal de Seguridad al
servicio del Presidente; tipo agradable, buen fumador y bebedor, consumidor
también de drogas, al igual, que buen bailarin, hombre seductor irresistible a
los deseos pecaminosos de las mujeres que conoció, desde prostitutas de la
merced, hasta actrices de cine provenientes de
Hollywood. Abogado en México, pero también en Argentina, España y
Estados Unidos. Quizás los estudiantes de derecho tanto de la Facultad como de
la Escuela Libre, hubieran deseado en aquellos entonces, trabajar en calidad de
“pasantes”, para ese abogado triunfador.
2
Hablar
de su historia es sumamente interesante, pero uno pudiera cometer el error, de
hacer héroes a los villanos, algo tan normal en países como el nuestro, donde
la gente iletrada, ignorante, olvidadiza, común y corriente, gobernada por el cinismo,
el autoritarismo y la corrupción, termina por su falta de verdaderos héroes, haciendo
ídolos o ejemplos de vida, a sujetos deleznables o de la peor calaña, como lo
puede ser cualquier narcotraficante, sicario o delicuentillo; no sé diga, a un
abogado de la talla de Bernabé Jurado.
¿Pero
que tenía ese hombre que logro acuñarse el apodo de “aboganster” y dejar una
“escuela”, en los cientos y miles de abogado que día a día, tratan de seguir
“su ejemplo”, a veces bien, a veces mal, pero en escencia, usando las mismas
triquiñuelas y argucias leguleyas, de un abogadillo, que bien, merecían decirle
“tranza”, “ratero”, “mentiroso”. ¿Qué carajos tenía ese hombre, que hasta el
expresidente Lázaro Cárdenas del Rio atendía sus peticiones?, o bien, que hasta
el mismísimo “Caudillo”, el generalísimo Francisco Franco, el Dictador de
España, lo condecorara, expidiéndole un permiso para portar arma de fuego en
cualquier rincón del mundo. ¿Qué podía saber un abogado mexicano?, que hasta
una importante firma de abogados americanos, con sede en Nueva York, requiriera
y le pagara sus servicios, como consultor.
3
Bernabé
Jurado nos da muchas enseñanzas de derecho, pero también, enseñanzas, de ese
“derecho”, “muy a la méxicana”, caracterizado por su criterio legalista, que
esconde desde luego, el “absurdo falaz” que se construye a base de mentiras,
sobornos y favores. Un abogado que conocer su “obra”, nos ayudaría a muchos
entender, como funcionaria la gran maquinaria de procuración e impartición de
justicia.
La
historia de vida, de revolución, simulación y corrupción con el que se construyó
al México del siglo XX, fue fundamental para que surgiera el tipo de abogado
que fue Bernabé Jurado. Hombre de su época, cuyas enseñanzas, bien podrían
seguirse aplicando en estos días. Para entender a Bernabé Jurado, hay que
entender también, como funcionó ese “priísmo” corrupto, paternalista y
solapador.
Nació
en 1909 en la Hacienda de Canutillo Durango; hijo de Miguel Jurado Aizpuru y de
doña Guadalupe del Angel de Jurado; nació pues, en buena cuna, miembro de esas
300 familias aristocráticas que cogobernaron con Porfirio Díaz, antes de que
estallará la Revolución.
La
Hacienda de Canutillo había permanecido intacta a los años de la revuelta, pero
no lo fue por siempre. Un día, en 1916, cuando los cincuenta peones de la
hacienda no pudieron resistir el sitio militar que el jefe de los Dorados”,
Francisco “Pancho” Villa había hecho; don Miguel Jurado, tuvo que recapitular,
además de haber sido detenido y encarcelado, por ordenes de la revolución, de
quien alguna vez fuera, el “Jefe de la División del Norte”.
Fue
así, como Bernabé Jurado aprendió su primera enseñanza del derecho. “la
revolución hace justicia”. La violencia, por encima de la razón. Un
hombre como Villa no podía entender que la hacienda de Miguel Jurado, había
sido producto del trabajo y el esfuerzo de la dinastía jurado, una herencia de
familia, simplemente un derecho de sangre; para Villa y su revolución, don
Miguel Jurado representaba lo peor del sistema político, la explotación del
campesino, protegida esta siempre, bajo la sombra del poder.
Villa,
además de saquear con “su ejército” la hacienda, llevándose los caballos, los
coches, las carrozas, el maíz, el trigo, las gallinas; “secuestro” al papá de
Bernabé y pidió además a la mamá de éste, el “rescate” para soltarlo. La
fortuna de los Jurado, apenas de 500 mil pesos oro, fue insuficiente, para el
segundo capricho de Villa; “comprar la Hacienda”. – “¡Firmele¡. Una compraventa
forzada, coaccionada, donde no había precio ni voluntad, mas que la “donación”
a la causa. Don Miguel Jurado no quiso firmar la entrega de su hacienda y
entonces el general, con toda su fuerza y crudeza, ordeno el fusilamiento de
dicho hacendado. Bernabé, el hijo del ajusticiado, fue testigo de como la
revolución, no solamente le había robado su patrimonio y asesinado a su padre,
sino dejado en la pobreza.
Habiendo muerto el padre, la orden del
general fue también “ajusticiar” a la viuda y el escuincle. Doña Guadalupe,
alcanzó huir con sus tres hijos, para esconderse a las minas de Parral. El niño
Bernabé, no le dolió que los “bandoleros” de Villa le robaran su Pony en el
cual se montaba; lo que le dolía sin darse cuenta, era saber que ese hombre, al
que pueblo le daba las cualidades de “bueno” o
“justo”, inclusive considerándolo un “héroe de la patria”, fuera realmente un maldito asesino, un vil
ladrón, un “gandalla”. Mientras el general Villa termino haciendo de la
Hacienda de Canutillo, su morada donde pasaría los últimos años de su vida, el
niño Bernabé se convirtió en un adolescente que trabajaba en las profundidades
de las minas de Parral. Ahí aprendió a convivir, con la gente que no era de “su
clase”, a trabajar como un minero más, así como mirar desde lejos, a uno que
otro ingeniero ingles, al que gustaba escucharlos, aunque no los entendiera.
Pasaron
cuatro años, hasta que un día, Bernabé fue “rescatado” por uno de sus
“hermanos”. Se lo llevo a vivir a México, porque ahí, era un lugar donde podía
trabajar y estudiar, además de conocer, a las hermanas de su difunto padre. Bernabé
llegó a la Ciudad de México, en una época, donde continuaba la turbulencia; los
militares de gran parte de la República Mexicana habían desconocido al “Primer
Jefe”, a quien acusaba de imponer a su candidato presidencial. La prensa, la
gente común y corriente, gritaba “vivas” al general Álvaro Obregón, algo que en
el recuerdo de un niño, no se le borraría. El “viejo barbas de chivo”, don
Venustiano de Carranza huiría del país con todo el oro del tesoro público, en
veinte trenes que partirían al Puerto de Veracruz. Lo cierto es, que Carranza
nunca llegaría a su destino, pues fue asesinado en Tlaxcalatongo y su cadáver,
regresado a la Ciudad de México, (ya sin el oro que se había llevado), donde el
pueblo, le lloró y le hizo homenajes a su “revolucionario caído”. El
adolescente Jurado, aprendió su segunda lección de derecho: “¡La
gente siempre olvida¡”. “ayer te odian, mañana te aman”. No es más que “La revolución, se come a la revolución”. Álvaro Obregón llegaría a la Ciudad de México
y meses después, sería el Presidente de la República.
El
“niño” tenía que estudiar en una muy buena escuela; es decir, debía de tener
formación acorde a su clase; debía preparársele para los santísimos
sacramentos, su confirmación y su comunión, que mejor hacerlo en una escuela
católica. Pero Bernabé no quería estudiar, su cuerpo de una complexión alta,
mostraba una edad que no era la real; un “niño grandote”, que se convirtió en
tan poco tiempo en un adolescente imperdenido, que por su temperamento norteño,
nunca permitió que sus compañeros se burlaran ni de su edad, estatura, ni mucho
menos por su acento en la forma de hablar. Vivía en la colonia Santa María la
Ribera, sabía que después de Insurgentes, había que brincar las bardas y
entonces, encontraría un submundo que le recordaba sus años de minero, una “ciudad
pérdida” conocida como la “Colonia Guerrero”, donde había mucho ferrocarrilero
y uno que otro lépero borrachin; ahí Bernabé conoció lo que fueron las carpas,
el teatro de comedia que le enseño alburear y contar chistes picaros; también,
fue ahí donde tuvo sus primeras experiencias sexuales, mujeres que le
entregaban sus pechos y nalgas a cambio de unos cuantos pesos que le “robaba” a
sus tías, una vida placentera con la palomilla, en una época en que además,
tenía que asistir a misa con sus tías, en medio de un gobierno de otro
revolucionario más, Plutarco Elías Calles, alías “el turco”, quien ya empezaba
a dar muestras de autoritarismo e intolerancia, en contra de la religión
católica.
¡Bernabé¡
¡Bernabé ….¡. ¿Dónde te has metido?. Sin padre y ni madre y con cuatro tías
viejitas, dignas de comparárseles a las “señoritas Vivanco”, el joven Bernabé
buscaba uno que otro trabajito, así como seguía visitando las colonias más
excéntricas de la ciudad, como el barrio de la Merced, donde aprendió a conocer
más mujeres cariñosas que le enseñaron los secretos del kamasutra; en sus
visitas a dichos barrios, aprendió un poquito de derecho inquilinario, las
huelgas inquilinarias exigían al gobierno, la “congelación de las rentas”, ahí,
aprendió la trifulca, el juicio de desahuicio, y también a conocer lo que eran
los “madrazos” con los policías, los abogados y los actuarios; los inquilinos
se organizaban y colocaban cuanta bandera rojinegra podían exhibir en señal de
protesta; al mismo tiempo, que los clérigos, cerraban las iglesias, en señal de
protesta por las medidas autoritarias del Presidente Calles.
¡Se
viene otro desmadre más en el país¡.
4
Bernabé
quiso ser militar, pero las tías se lo prohibieron. ¿Cómo podía ser militar en
un gobierno de la revolución?. ¿Qué acaso no sabes, que fue la revolución el
que mató a tu padre y te robó lo tuyo?. Bernabé sintió una desilusión. En un
submundo que visitaba, se percataba que eran los militares, los que más se les
respetaba y pues él, quería ser uno de ellos; si él hubiera optado por ser
curita como quizás hubieran querido sus tías, le hubiera pasado lo mismo que su
padre. ¡Tarde o temprano lo fusilarían¡.
Mientras
el gobierno revolucionario de Plutarco Elías Calles practicaba redadas para
detener a cuanto curita, monjita y mocho persinado encontrara; el joven Bernabé
tuvo la ocurrencia de sumarse al movimiento cristero; acudía con su líder
curita y le pedía su dotación de volantes, el cual se disponía como ruta de
acción política, visitar a las cantinas y prostíbulos del lugar, con el fin de
“salvar” a las almas perdidas. El joven Bernabé, entendió que su “posición
santa”, le permitía llegar nuevamente a los lugares más inhóspitos, de la
ciudad, en búsqueda de los vicios más placenteros de la existencias humana: el
sexo. Entonces Bernabé aprendió su tercera lección de derecho mexicano: “El
hábito no hace el monje”. Simula lo que no eres, “las apariencias
engañan”, miente, engaña, actúa, pero al final, saca provecho.
Fue
precisamente en esos días en que el joven Bernabé “practicaba” su activismo
político, a favor de la causa cristera, cuando la policía del apostata de
Calles, “el Turco”, lo detuviera y lo llevará a los separos de la policía. Fue
ahí donde Bernabé aprendió otra lección de vida, lo que vendría siendo la
cuarta lección de derecho: “Tienes que pisar alguna vez la cárcel”.
Solamente de esa forma, puede tener uno contacto con ese bajo mundo, de forma
real y cruda y no a modo de desmadre, como acostumbraba hacerlo. Fue
precisamente en los separos de la jefatura de la policía, donde descubrió, en
que consistía el agandalle de los celadores, los policías brutales y burlones
que a punta de macana y arma en fuego, podían violar a cuanta mujer quisiera y
madrear sin misericordia, a quien se les pusiera gallito o la hiciera de “pedo”;
todo esto, al mismo tiempo que el “señor justicia”, el Juez, Ministerio
Público, o como se le llamara, ni aparecía. Entonces, supo una verdad, que así
lo escucho de los otros reos: ¡Al carajo la constitución y las garantías
individuales¡. A la cárcel se llega por pendejo, no porque el Estado, viole tus
derechos, que sepa la madre, cuantos y cuales son.
Salió
de la cárcel, sin juicio y sin siquiera haber pagado nada; salió quizás porque
como chamaco que se le veía, les cayó bien a los policías y por eso lo
soltaron. A partir de ese momento aprendió algo muy importante en su vida, su
quinta lección de derecho, “ser complice de la autoridad”, hay que hacer
“miguis” con los policías, ellos, o cualquiera de esos pendejetes que porte
alguna charola o pistola, uno no sabe en que momento, lo pueden a uno ayudar.
Tan
pronto salió de la “cárcel”, después de haber estado preso unos días, por haber
defendido “la causa de dios”, cuando llegó otro momento importante que definió
su vida, además de afirmar su carácter y convertirse quien llegó a ser. Fue un
momento doloroso, el cual supo salir adelante con inteligencia y audacia. Fue
el día de la traición, cuando se enteró que sus tías, tramitaban el juicio
sucesorio de su padre Miguel Jurado y se
entero, que él, Bernabé Jurado, hijo de Miguel Jurado, ni siquiera había sido
reconocido por éste. “Era un bastardo”. Su padre había tenido muchos hijos por
ahí regados y su madre, quizás una de las tantas mujeres de su difunto padre.
Razón tenía el difunto general Villa de haber ajusticiado a su padre, pues
quizás era tan repugnante, como aquel hacendado que alguna vez violará a la hermana del “Centauro del Norte”. Un riquillo prepotente, que aprovechándose de
su posición, seducía a cuanta mujer le complaciera, sin asumir responsabilidad
de paternidad alguna. “¡Yo jamás tendré
hijos¡”, “que poca madre de mi señor padre”; entonces, soy un hijo de la
chingada, mis tías me hacen el favor de quedarme en sus casas, pero no soy
“legalmente” su sobrino y por lo tanto, los pocos mendrugos de pesos de la
herencia de mi padre, ningún centavo de ellos, le toca a mi madre, a mis
hermanas y a mi; “¡Que poca madre¡. El caso es que Bernabé Jurado, tuvo su “primer
juicio”, demostrar que él, si era el hijo de su padre y que por lo tanto, podía
portar con orgullo el apellido de su padre, pero no tenía ni siquiera un papel
que así lo acreditara y asesorándose de algún abogado, supo entonces que para
adquirir la herencia, de forma legitima, su madre necesitaba el acta de matrimonio
y él, junto con sus dos hermanas, el acta de nacimiento. Sólo de esa forma,
podía excluir de la herencia, a sus tías.
Dicho
y hecho. No tenían pruebas documentales para acreditar el vinculo jurídico de
paternidad, pero eso si, en el inframundo que visitaba Jurado, aprendió muchas
cosas. En la Plaza de Santo Domingo, a través de una módica cantidad de dinero,
pudo tramitar el acta de matrimonio y de nacimiento, suyo y el de su hermana. ¡Asunto
arreglado¡. Su padre no había tenido más familia que a ellos y a la s cacatúas de
sus tías, por viejas culeras, no les tocaría nada, más que puras mentadas de
madre.
Bernabe
Jurado aprendió mucho con esta lección de vida, aprendió que la familia no era “su
familia”, que la misma, podía traicionarlo, mentirle, inclusive, robarle;
aprendió también que “papelito habla”, que era muy importante tener documentos
de todo y para todo y sino existían esos papelitos, pues había entonces que
crearlos. Para eso estaban las falsificaciones, las cuales tenían que ir
acompañadas de algunas pequeñas mentiras que parecían verdades. Decir por
ejemplo al juez, “bajo protesta de decir verdad”, que las actas que exhibían
eran autenticas y que sus originales ya no existían, toda vez que durante los
años de la revolución, se habían quemado lo archivos. Así pues, la revolución
se convertía, de haber sido algo real, en una anécdota, en un vil mito fantástico,
también desde luego, en alguna mentira.
Quinta
lección de derecho: “papelito habla”. Había logrado
salvar la herencia de los seres que mas quería en la vida, su madre y su
hermana. Y lo había hecho, gracias a que aprendió de algún abogado que eso
tenía que hacer. De tal forma, que el buen Bernabé, con los pocos mendrugos de
pesos que pudo obtener de la herencia de su padre, decidió emprender su camino.
¡Sería abogado¡.
Eligió
la Escuela Libre de Derecho para cumplir tal fin, pero la verdad, le aburrían
las clases de sus maestros, igual de mochos mojigatos y persinados que las cacatúas
de sus tías; lo que le encantaba de la Escuela, era el “desmadre” que hacía; su
vocación por el deporte, el atletismo, el futbol, lo hacía convertirse en el líder
nato para armar verdaderos desmadres con sus compañeros, al diablo pues las
clases de latín y de derecho romano, mejor organizar torneos de escupitajos,
haber quien lanza el gargajo más asqueroso, el más distante y sobre todo, haber
quien chingados lo recibe, en uno de esas, fue objeto de ataque hasta el
Director de la Escuela, don Pedro Lascuirain Paredes, quien sin pensarlo un
segundo, con toda su cabeza bañada por tal liquido asqueroso gelatinoso,
término por expulsar a ese estudiante sin verguenza.
¡No
importa¡. Ahí esta la otra escuela de derecho, la Nacional de Jurisprudencia,
la que pertenece a la Universidad de México; ahí le revalidaron sus estudios y
sus clases de desmadre, fueron mucho mejores que las que aprendió en la “Libre”.
Sobre todo, el tipo de profesores eran diferentes, nada que ver, que los
viejitos de la Libre, ahí aprendería derecho administrativo del maestro Gabino
Fraga y derecho laboral, a cargo de dos de sus mejores maestros, Mario de la Cueva y el gran líder obrero,
Marcelo Lombardo Toledano.
“Se
trata de detectar “conejos”. - ¿Qué chingados es eso – pregunto Bernabé – “conejos”,
son los activistas sinarquistas financiado por el Arzobispado de la Ciudad que con
el beneplácito del Vaticano, se han dedicado a despotrificar en contra del
gobierno surgido de la revolución mexicana. - ¿Qué hay que hacerles?.-
buscarlos, identificar quienes son, simplemente partirles la madre. Hacerles
entender, que éste gobierno, llego para quedarse.
Bernabé Jurado en sus años de estudiante se dedico precisamente eso, a cumplir con las instrucciones que sus jefes políticos le mandaban. “Hay que organizar a la clase obrera”. El Presidente Lázaro Cárdenas necesita el apoyo del pueblo para emprender las grandes acciones revolucionarias que emancipara el pueblo del imperialismo, eso le decía el maestro Lombardo Toledano, un líder comunista con buenos gustos para vestir como todo un burgues, pero con una labia y una ideología, que solamente los marxistas comunistas entendían; si la revolución mexicana era comunismo y nacionalismo, y si el método de la lucha era apoyar a los obreros, a los trabajadores de la industria de la construcción para demandar a sus patrones y organizarlos en sindicatos e imponer también, en su escuela, un ambiente de terror y relajo, incitador al pecado, al agandalle, al desmadre, para correr a cuanto “conejo” hubiera en la Universidad, entonces Bernabé era el indicado para hacerlo. Nunca le habían pagado por ir a la escuela y hacer desmadre. Pudo enfocar entonces, toda su furia y crueldad, contra los débiles, contra los estudiosos, contra los alumnos tímidos y temerosos; a cortarles el pelo, a romperles sus lentes, a quitarles sus cuadernos, a rayarles la cara, a patearles el culo y golpearlos con todo, patada, puño o golpes suaves, como los “manotazos”, sin olvidar su técnica del escupitajo, que ya para entonces había perfeccionado; de paso, había que quitarles la torta y la cartera y si en una de esas se descuidaban, también hasta la novia o la hermana. ¡Total¡. Los obreros apoyaban al movimiento de perseguir católicos burgueses, reaccionarios y enemigos del régimen, que el presidente Lázaro Cárdenas orgullosamente presidía.
Bernabé
Jurado es un porro - ¡No, es un abogado¡ - Los albañiles de la industria de la
construcción adoraban a su defensor, el “Licenciado Ladrillo”, estaba con
ellos, los entendía como gente del pueblo que era, además de saber alburear y
hablar la misma lengua, el señor era todo un letrado, un abogado, un hombre
justo.- Bernabé Jurado como nunca antes, había sentido la experiencia idealista
de ser un abogado revolución, pero también ser un tipo poderoso.
En
su estancia como estudiante de derecho, hizo cuanto desmadre pudiera y le
permitieran hacer. Novatada tras novatada, sacaba de las aulas a lo compañeros
de nuevo ingreso, para raparles el pelo y descamisarlos, para pasearlos por las
calles del centro, como viles perros. Quien se opusiera, Bernabé y su cámarilla
de amigos, respondería con madrazos, escupitajos y si la situación lo
ameritaba, a balazos. Pues para ello, portaban armas de fuego. Esa es la manera
de hacer la revolución, el líder obrero Marcelo Lombardo Toledano, desde la
poderoso emporio sindical de la CTM, le ordenaba a organizar los soviets, para
en cualquier momento, apoyar al presidente en su gobierno nacionalista
revolucionario.
Sexta
lección del derecho. Acercate a los poderosos, sé como ellos.
El líder obrero, organizo el sindicalismo fuerte que requería el régimen revolucionario
y promovió cuanta huelga pudiera, para obligar a los patrones a pagar salarios
justos, pero sobre todo, detrás de esa política sindical, se encontraba la línea
directa del Presidente, de hacer posible, aun contra sus enemigos, los
reaccionarios, el ideal revolucionario.
Bernabé
Jurado se titulo como Licenciado en Derecho, el día de su titulación, fue todo
una fiesta, sus clientes, los albañiles de la industria de la construcción, le
trajeron mariachis, hubo tequila y taquiza; y de paso, una que otra mesera
guapa, que no pudieron resistirse a los encantos del “Licenciado”. ¡Ese es el
mejor abogado de todo el país¡. ¡Con mucha conciencia de clase¡. ¡Con
patriotismo¡. ¡Con moral revolucionaria¡. Es hora, mi querido Bernabe, - dijo
el líder obrero - que conozcas al
Presidente Cárdenas.
Ahí frente a la comida, que le organizaban al
Presidente, entre jilguerillos y oradores, entre diputados, líderes, militares
y funcionarios, el Licenciado Jurado pronunciaba un discurso al Presidente de
la República. Dijo que “México necesita estadistas, no lideres, no políticos,
sino lideres sociales”. Definitivamente caía
muy bien el joven opuesto abogado, quien era conocido en el ambiente sindical como
el “Licenciado Ladrillo”, líder de los albañiles, consultor del sindicato de trabajadores
de la construcción, alumno y “apadrinado” del maestro Vicente Lombardo Toledano.
Lázaro
Cárdenas le expropiaría el petróleo a las compañías americanas, mientras que el
joven abogado Bernabe Jurado, iniciaría a la par del régimen revolucionario, su
carrera en ascenso, para convertirse años después, en el mejor abogado de todo
México.