LAS LECCIONES DE BERNABÉ JURADO (Tercera parte)
Despertar
en la maca, tras sentir la entrada calurosa de una mañana todavía fresca.
Entonces Bernabé no quería voltear a su alrededor, darse cuenta que no estaba
en Acapulco, ahí donde tenía que sacar al borrachote del hijo del expresidente
Plutarco Elías Calles, quien se negaba a pagar las cuentas y a los hoteleros
por sus desmadres; no, ese lugar no era Acapulco, ni tampoco ninguno de esos
lugares tropicales que con su automóvil y cuanta mujer le placiera, recorría.
Ese lugar de la mañana fresca y tardes calurosas, era las mismisimas Islas
Marías.
Eso
del tedio, es aburrido, más aun, cuando se esta en una prisión tan alejado de
las amigas, las viejas, los buenos momentos de la vida. Algún cigarro de
mariguana serviría para aliviar las penas y sentir por unos segundos, en cada
golpe placentero, que aun existían motivos de vida.
Doceava
lección, “No te avuevones pendejo, mejor ponte a trabajar”. Levántate todas las mañanas y haz ejercicio, para
sentirte vivo y saca en cada brinco, en cada patada y estirón, motivos para
romperles la madre, a lo que te le han roto.
Bernabé,
luego de pasar lista y hacer trabajos comunitarios en el campamento en el que
se encontraba, se acercaba al Juzgado Mixto de las Islas Marías, para prestar
sus servicios de “meritorio” con el Señor Juez. Nada mejor que en esa prisión
de reos, que un profesionista conocedor de leyes y de práctica forense, para
sacar el cúmulo de expedientes y demás rezago, que inundaba la deteriorada oficina
que se decía juzgado.
“¡Todos son inocentes¡”, pero hay cada cabrón
aquí encerrado que jamás debería de salir. Tipejos de la peor calaña que el
sufrimiento de las Islas Marías, sería poco o nada, por todo el daño que han
hecho a la sociedad; pero Bernabé no era un tipejo de esos, aun no mataba, no recordaba
haberlo hecho, cuando hacía las novatadas en la Universidad, ni mucho menos,
cuando con metralleta en mano corría a los votantes simpatizantes de Almazán
que tenían controladas las casillas. No, Bernabé no era un asesino, ladrón,
quizás, pero tampoco era ladrón, el sólo cobraba sus honorarios y de vez en
cuando, ejercía el derecho legitimo de retención de aquello que aun no le
pagaban; ¿mentiroso?, pues eso quizás si, la sociedad le gusta que le mientan,
no esta acostumbrada a escuchar verdades. Lo cierto es, que mentir, es la regla
básica del abogado.
Pero
cuando Bernabé leía cada uno de los expedientes, lo primero que pasaba por su
mente, era que tenía que cocerlos, aguja e hilo de caña, algunos orificios y a
chingarle, al fin que tiempo de sobra tenía; el tiempo suficiente para dignificar
la justicia mexicana, empezando por la presentación del expediente. Sino que
carajos iba a resolver el juez.
Y
entre constancia y constancia, Bernabé se dio cuenta de algo, él era un
pendejo, ni todos los años de experiencia le habían dado el conocimiento que
implicaba, leer el cúmulo de pendejadas que se puede aprender, en los
expedientes de un juzgado. Detenciones in flagrancia que eran arbitrarias,
violaciones a las garantías individuales, pruebas mal valoradas, tipos penales
inexistentes, pendejadas y mas pendejadas que se podía leer y darse cuenta en
su interior, que el sistema de procuración e impartición de justicia, era una
basura, una autentica y verdadera mamada. Un sistema que se soporta en dos
columnas: la mentira y la simulación. La mentira del reo, de los testigos, de
los peritos, la mentira que sirve, para construir la “verdad legal” tan alejada
de la verdad histórica. La vil simulación, la del policía que aprehendía, la
del Ministerio Público que según investigaba y la del juez, que según juzgaba. Todo un conjunto
de falsedades, en cada una de las fojas de los expedientes que esperarían ser
resueltos. ¡Pero lo peor de todo esto¡. Un conglomerado de funcionarios
pendejos que se sentían policías, ministerios públicos, jueces, magistrados,
resolviendo basura¡. ¡Y peor todavía¡. ¡Les pagaban por hacer sus pendejadas¡.
Cuanto
no aprendió Bernabé de tan sólo leer los amparos y darse cuenta, los criterios
de los jueces de distritos y los mismos errores que siempre incurrían policías,
ministerios públicos, jueces y carceleros; amparos y mas amparos, contenidas en
esas fojas gruesas y majestuosas que denotaban con orgullo y gallardía, el
escudo nacional. “La justicia de la Unión ampara y protege “….¡Que formula
sacramental tan chingona¡. Y él mientras tanto
encerrado, escondido, desaparecido,
por un delito que jamás había cometido.
Hay
personas que si les sirve la justicia, para ello tienen la Constitución y las
leyes, pero hay otras no; hay personas
que se rigen con leyes especiales, diferenciadas; personas que forman parte de ese
sistema que privilegia y castiga; personas como el mismísimo Bernabe Jurado. ¡Premiado y después castigado¡.
Entonces
Bernabé desde aquella maquinita de escribir arrumbada en ese escritorio, se
dispuso a promover cuanto recurso de apelación pudo hacer, a promover amparos
por falta de sentencia, a trabajar simplemente para que esa lenta y absurda
maquinaria judicial mexicana, se dispusiera a caminar. Bernabé sin proponérselo,
era abogado del diablo, en el mismísimo infierno.
9
- ¡Tu
no eres ningún preso¡.- decía eso el general encargado del penal; - en México no existen presos políticos, ni
presos de conciencia, ni nada de eso. Seguramente los comunistas encarcelados
de las Islas Marías, los lideres sindicales, políticos de oposición, escritores,
periodistas y todos los demás “rojillos”, que se encontraban en la isla, andaban
de turistas. Eso al menos me reconfortaba, saber que no era preso. – Bernabé Jurado
había recibido un oficio de comisión firmado por el mismismo presidente de la
república Manuel Avila Camacho, mediante el cual, se le “comisionaba” a restar
sus servicios profesionales para la justicia mexicana.
¿Cuánto
le pagarían?, ¡Quien sabe¡. No le faltaba de comer, al menos tenía una cama y
una “celda” para él. Las buenas atenciones de sus celadores, empezaba a
recibirlas, a diferencia de los primeros día cuando llegó. Podría decir, que su
mejor plato de la comida, era el tamal de Iguana y una que otra quesadilla de
bichos o plantas que nunca supo recordar su nombre, pero que le eran muy ricas
en su paladar y que tenían además la cualidad, de quitarle el hambre. No era un preso cualquiera, era simplemente un
misionero del presidente Avila Camacho, a quien por cierto, no tenía el gusto
de conocerlo, más que el misero de su hermano Máximino quien lo había condenado
a esa isla, brincándose por el arco del triunfo, los artículos 18, 19, 20, 21 y 22
constitucional.
Sin
embargo, había algo que le faltaba a Bernabé. Esa idea pecaminosa que no lo
dejaba en paz en sus noches de soledad, con ese calor y esa humedad que luego
sentía en el cuerpo de su propio sudor, nada peor que un pene erecto hambriento
e inconsolable. - ¡Una buena vieja¡.- pensaba y no dejaba de pensar, en como
sería esa vieja que cedería rendida ante su pene viril y sus brazos vigorosos. Sabía
de antemano la advertencia de sus celadores, de no meterse con las viejas de
aquellos reos que vivían inclusive con sus parejas; sabía que si lo hacía, por
mucha protección que tuviera y encomienda del mismísimo presidente, le podrían
cortar los vuevos. Así que mejor hacerlo él sólito entre los arbustos, en lo
fresquecito, imaginándose fantasía y media, exponiéndose a que una serpiente o
cualquier bicho se lo mordiera.
Fue
precisamente, en esos días, esas tardes y noches, cuando los buques
provenientes de Nayarit, desembarcaban en las costas, en ellas bajaban, mujeres
de faldas y escotos cortos, de piernas largas y seños voluptuosos; mujeres que
movían sus caderas, sus nalgas, sus pechos, que aun con cara maltratada o
desgastada, ofertaban sus carnes a quien podía gustosamente comprárselas.
-
¿Quién chingados te mando a esta Isla?,
¿Quién es tu patrona?. – Preguntaba a Bernabé, mientras cogía una a una cada
una de las prostitutas.
Mi
patrona, es la mujer mas poderosa del país, entra y sale de cualquier prisión,
incluida de estas malditas islas, como si fuera su propia casa; es una vieja de
mucho dinero, que conoce a mucha gente, a políticos, empresarios y hasta
escritores; ella ayuda a la gente y podría ayudarte corazón. Ella es Dolores
Estéves Zuleta, pero era más conocida como “Lola la Chata”.
¡Hay
Bernabé¡. Quien te mando a la cárcel pensando que ahí enmendarías tus culpas y fechorías,
no supo el daño que le hizo al país. Rápido entendiste como funcionaba la red
de corrupción, entre el gobierno pseudorevolucionario, los militares de la isla
y la mafia. Bernabé entendió que tenía que pedir ayuda ante la jefa de las
prostitutas que le hacían recordar, donde chingandos tenían éstas el rico hoyo.
Y así lo hizo, Bernabé entendió otra lección de vida. La treceava regla. “¡Pide
ayude cuando la necesites¡”.
Vendrán
por mi, tarde o temprano saldré de esta cárcel, se decía Bernabé, mientras
seguía prestando sus servicios de “meritorio” o “comisionado” en el juzgado. ¡No
la chingues Bernabé¡ – respondía el juez – me vas a dejar solo con toda esta chamba.
– Revísate estos amparos antes de que te vayas, ayúdame a sacar autos de
cumplimiento, apúrate canijo, ¿Cómo ves este asunto?. ¿Cuándo te vas?
En
su estancia en las Islas Marías, Bernabé aprendió los múltiples secretos de la
procuración e impartición de justicia. Aprendió muchas cosas y de vez en
cuando, desde el poder que da el anonimato del escritorio de un juzgado,
aprendió hacer justicia, no solamente de forma gratuita, sino también mediante
el pago de comisiones. - ”¡Ayúdame hermano¡”, “¡Tramítame un amparo
carnalito¡”, “Que diosito y la virgen te lo pague¡”. Dinero nunca le falto. ¿Quién
sabe de donde salía el dinero, la mota, las putas?.
Tiempos
de espera, mañanas, días, tardes y noches; amaneceres y atardeceres; mientras
tanto, escuchaba de sus celadores, ese rumor de que la guerra había estallado.
Los japoneses habían bombardeado a los Estados Unidos y los nazis, habían
hundido buques mexicanos. Inmediatamente, los reos recibieron instrucción militar
y se montaron guardias nocturnas para prevenir cualquier posible bombardeo.
¡Bernabé
Jurado¡ - gritaba los custodios del penal,
- vete a las oficinas que el jefe pide tu presencia. - ¿Seré acaso que ahora seré sargento comisionado para irme a la guerra?. –
Cualquier cosa, podía esperar ahora.
El
joven adulto Bernabé acudía a entrevistarse con el general responsable de la
prisión, para escuchar de la boca de este, sus palabras inolvidables. – ¡Ya
chupaste cana cabrón¡. ¡Ya saliste libre¡.
¡Así
de rápido?. ¡Así de fácil¡.
Un
buque marino recogía de la prisión al abogado más importante de todo México.
Sin acusación, sin auto de formal prisión, sin juicio, sin sentencia, sin
investigación penal, sin papel alguno de entrada o de salida, Bernabé Jurado
viajaba en ese buque con destino a México. ¿Y mi despacho?, ¿mi casa?, ¿mi chingada
vieja?. ¡Ya todo eso¡. ¿A quien le debo esta boleta de libertad? ¿A don
Lázaro Cárdenas, a don Plutarco, a mi maestro Lombardo Toledano?, ¿al
presidente Ávila Camacho?, ¡No, no lo creo¡. ¿A Lola la Chata?..... ¡Quien
sabe¡, ¡no lo sé¡, quizás nunca lo sepa. ¡Que importa¡…. ¡Soy libre nuevamente¡.
Pisar
el suelo de Mazatlán y darse cuenta, de su catorceava lección de vida, que “siempre
hay segundas oportunidades”. Para sorpresa suya, le devolvieron el traje sastre
que portaba el día de su detención, pero no así, el anillo, las esclavas, el
reloj rolex y las plumas fuentes que siempre lo acompañaban. ¡Rateros jijos de
la chingada¡.
Pisar
el suelo patrio, para dirigirse a la Ciudad de México, no sin antes, de
recorrer Mazatlán, buscar alguna vieja, algún cliente u oportunidad de negocio,
uno nunca sabe.
En
esos ratos de soledad y libertad uno puede pensar en muchas cosas, nadie lo ve,
nadie lo sigue, nadie lo sabe. Podía jalar a Culiacán, o a Tepic, o a Durango;
o podía jalar a ese antro y hablar con la madrota y las putas, para que ellas
lo orientaran hacía donde estaba el negocio.
Saber
por ejemplo, que los campos de Sinaloa, era el principal semillero de Amapola
de todo el mundo. Las putas le dijeron que había sido un italiano de apellido
Bugsy, quien les había enseñado a los campesinos mexicanos, como podían
venderle opio a los americanos. El caso
es que, mientras los miles de soldados americanos se enfrentaban contra los
nazis y los nipones en la gran guerra mundial, cientos, si no es que miles de campesinos de
la región, se dedicaban a la siembra y recolección de dicha droga.
¡Este
es el futuro¡. Nada de producir maíz, ni naranjas, ni limones, ni jitomates, esto deja
más. Las malas lenguas decían que detrás de ese gran negocio se encontraba el
expresidente Abelardo Rodríguez, así como dos exgobernadores, también
militares, Juan Felipe Rico y Alberto V. Aldrete. Se decía que había pistas de
aterrizaje y agentes americanos que servían de “conectes” con los policías judiciales.
¡Todo un cinismo lo que ocurre en Sinaloa¡. – Ya para que dijera eso Bernabé
Jurado, era porque la cosa, era demasiado inmoral. Nadie, absolutamente nadie
podía hacerle nada a esas figuras publicas que se habían sido beneficiadas por
el sistema político, uno como Presidente de la República y los otros dos como
gobernadores; que podía esperar él, humilde abogado egresado de la UNAM.
Fuera
cierto o no, Miguel Urias Uriarte, era uno de los agricultores mas ricos, con
un rancho en Badiriguato Sinaloa; en verdad nadie podía hacerle nada. La policía
judicial “jugaba” a los policías y ladrones y por más acusaciones de trafico de
drogas en la región, nadie hacia nada. Todos estaban comprados. Esa es la
justicia mexicana. Miles, o quizás millones de dólares fueron a parar a las
bolsas de cuanto genarelete brigadier, dedicados dizque cuidaba la región de un
ataque nazi o japonés, cuando realmente lo que hacían, eran custodiar todo el
cargamento de camiones repletos de droga que se dirigía a los Estados Unidos.
¿Cuanta droga no habrán comprado los Estados Unidos a México, en los días de la guerra mundial?.
¿Cuanta droga no habrán comprado los Estados Unidos a México, en los días de la guerra mundial?.
Aprovecho
Bernabe su visita para entrevistarse con algunos policías judiciales y pedir,
un poco de opio o de mota; así como ofrecer sus servicios para lo que se les ofreciera;
para ello había buscado una imprenta y había hecho un pedido de mil tarjetas de
presentación que anunciara con decoro y gallardía su nombre y su profesión de
Abogado. Rápido entablo comunicación con el jefe de ellos, no el Procurador General de
Justicia, sino otro militar y
aprovechando su breve estadía en la región, saco de la cárcel algunos sospechosos, habiéndoles cobrado una buena lana, que después tuvo que repartir entre todos
sus amigos: el militar y los dos policías
judiciales.
Sin
embargo, eso no era lo suyo. Podía hacer mucho dinero en ese negocio, pero ya
tenía dueño. Quizás en otro momento, lo que más ansiaba en la vida, era
regresar a la Ciudad de México y ver a su madre, a su hermana y desde luego, a
esa jija de la chingada de Susana Cora para darle sus madrazos y recordarle a
la muy jija, quien era su verdadero padrote. No el pendejete ese de Máximino
Avila Camacho.
¡Y mi
despacho¡ …..- chingada madre - me urge llegar a México.
11
La buena noticia a su regreso, fue la muerte imprevista del general Máximino Avila Camacho, mendigo viejo, ojala se vaya al infierno, hay que ser inmoral y tranza, pero no tanto. La universidad al menos me da principios que esos pelafustanes revolucionarios nunca aprendieron. Quinceaba lección de vida. "¡Los principios si existen¡". Se aprenden en la Universidad, con los maestros, con los libros, con las clases, esos generalillos revolucionarios que iban a saber de la democracia y la justicia social; nada, absolutamente nada. Lo mejor que le puso haber pasado el país, fue iniciar ese proceso de institucionalización de enterrar por siempre los militares y que llegaran al gobierno de una vez para quedarse, los abogados.
Así que Bernabé no tuvo duda alguna de sumarse a la cargada, cuando el Partido de la Revolución Mexicana cambiaba de denominación a Partido Revolucionario Institucional, PRI y cuando este a su vez, postulaba a su candidato presidencial, el ilustre y distinguido Licenciado Miguel Alemán Valdes, conocido ya por los bajos medios, como "El cachorro de la Revolución".
A celebrar la llegada del nuevo presidente, que mejor hacerlo pasando a saludar a los cuates, irse a parar también a los juzgados y saludar algunos excompañeros de universidad, ahora muchos de ellos jueces o magistrados, "ahora si, va la nuestra", "¡Hasta que nos hizo justicia, la revolución¡"; continuar con ese tour y hacer otras visitas, entre ellos, el líder sindical de toda la farandula mexicana, Mario Moreno "Cantinflas", a quien le solicitaría sirviera de intermediario para su reconciliación con Susana Cora.
El muy mendigo de "Cantinflas" e inclusive Ismael Rodríguez, cuando hacían sus películas, en ellas simbólicamente participaban actores imitándolo en su forma de vestir y de hablar; inclusive, le hacían buena publicidad, pues le ayudaban a incrementar su fama de ser un abogado temible, respetable e invencible. Bernabé Jurado ya no era más "el abogado del diablo", era ahora, el "Aboganster".
Se reconcilio con Susana Cora, no era un tipo rencoroso, quizás fue el amor de su vida o el mejor trofeo que podía lucir en sus eventos sociales. Que mejor hacerlo en la Residencia de Manuel Avila Camacho, no la que se encontraba ubicada en el fraccionamiento "Los Cedros", allá por Polanco, sino la que estaba en Huixquilucan, Estado de México, en Bosque de Antequera numero 60, del Fraccionamiento La Herradura; ser invitado a esa majestuosa residencia de cinco hectáreas de bosques y jardines, era toda una experiencia placentera, de saberse quien mandaba en el país. ¡Todo un Palacio de Versalles¡, con cuadros y murales de Alfaro Siquieros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, hermoso mobiliario, exquisitos vinos y con la mejor sociedad pudiente de todo el país. ¡Que vestidos¡, ¡Que perfumes¡. - ¡Mexicanos jodidos¡. - pensaba Bernabé Jurado mientras besaba a su esposa Susana Cora - ¡Nosotros somos la clase gobernante¡ ....¡Nadie, pero nadie, nos va sacar de aquí¡. ¡Salud¡. ... ¡Que siga la fiesta¡.