HISTORIA DE LA GUERRA CIVIL O DE LA NUEVA REVOLUCION (QUINTA PARTE)

TERCERA PARTE
EL FIN DEL ESTADO PRIÍSTA, REVOLUCIONARIO, CORRUPTO Y CRIMINAL

Quizás aquel joven de 17 años que alguna vez fue reprimido por unos policías granaderos en los días de la revuelta estudiantil de la ciudad de México 1968, jamás pensó que llegaría a ser Presidente de la República. Quizás cuando decidió afiliarse al Partido Revolucionario Institucional en 1971 había tenido que aceptar que la única forma de sobresalir y superarse en el país, era formar parte de aquel sistema que lo había reprimido años antes. Quizás muy en el fondo, cuando se “afilió” al partido, juró desde sus adentros, que iba acabar con ese monstruo corporativo que había reprimido a sus compañeros en los días del movimiento juvenil; para eso tuvo que estudiar economía en el Instituto Politécnico Nacional, después brincó al Banco de México, donde obtuvo una beca para estudiar un posgrado en la Universidad de Yale Estados Unidos. Sus ideas marxistas leninistas se fueron escabullando en la misma medida en que fue influenciado por las ideas económicas de Milton Freidman y la Escuela de Chicago, sustituyó sus viejos paradigmas de la igualdad, la lucha de clases y la revolución comunista y la sustituyó por el de la libertad, la iniciativa privada, el libre mercado; los años de estudio en Yale, lo convirtieron poco a poco en un “neoliberal” radical, sus viejos conceptos de teoría económica aprendidos en la escuela del pueblo, los había olvidado y pronto, su forma de pensar, de vestir, de hablar, fueron cambiando, hasta convertirse en un promitente funcionario tecnócrata; a su regreso a México, el presidente más joven de la historia, otro tecnócrata igual que él, lo invitó a ser Secretario de Programación y Presupuesto; Ernesto Zedillo era otro personaje distinto de aquel cuando fue agredido por aquellos anónimos policías, ahora era un tecnócrata neoliberal, sólo que hubo una cosa que Yale y el sueño americano no pudo quitarle, quizás fue  lo único que reafirmó durante su estancia como estudiante en aquella prodigiosa universidad americana, eso fue, su odio, al PRI. El México neoliberal del siglo XXI, no podía ser gobernado por ninguno minuto más por el viejo partido político.

Asumió la presidencia en condiciones políticas realmente dramáticas. Ascendió a la titularidad del poder ejecutivo en circunstancias sospechosas. La muerte del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, así como el levantamiento armado encabezado por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, desmoronaron no solamente la carrera política internacional del ahora expresidente Carlos Salinas, sino también, la de millones de familias que resintieron los efectos de la primera crisis económica de la era global. La crisis del 94, la crisis que mundialmente fue conocida como el “efecto tequila”.
Mientras los analistas financieros daban explicaciones sobre lo que estaba pasando el país, el peso mexicano se devaluaba de 3 a 8 pesos por dólar; el panorama no era nada alentador, el país estaba en un total descomposición, la familia priista se desprestigiaba a causa de sus escándalos políticos, la crisis económica estallaba y los precios se disparaban, las fabricas cerraban, el desempleo aumentaba, millones de familias dejaron de pagar su auto, la hipoteca de su casa, algunos empresarios adelgazaron la nómina, otros de plano, tuvieron que cerrar su empresa. La crisis mexicana estallaba y el presidente de la república, aquel que había prometido “Bienestar para tu familia” salía a los medios para anunciar las medidas drásticas que efectuaría, sin decirlo directamente, señalaría a un solo culpable. Un chivo expiatorio. Un mexicano embaucador que los había engañado a todos, que les había prometido el “primer mundo” y hasta las estrellas. Señaló a Carlos Salinas de Gortari.
 Mientras el país se desmoronaba en esa grave crisis social. El narcotráfico mexicano se encontraba en sus mejores años. El norte del país, la frontera con los Estados Unidos, nunca como antes había sido un territorio fuera de la ley. No eran los insurrectos zapatistas que se encontraban al sur de la republica en Chiapas, quienes llamarían la atención mundial, no esos no peleaban por hambre ni por ideales, los que se encontraban al norte del país, eran los empresarios de la industria criminal del narcotráfico. Era la familia Arellano Félix que controlaba Tijuana, Amado Carrillo el “Señor de los Cielos” quien tenía el dominio de la plaza de Ciudad Juárez y más allá en el Golfo, en Matamoros, Juan García Abrego. Mientras millones de mexicanos se suicidaban en las vías del metro por no pagar los intereses de sus deudas, por haber perdido todo, casa, carro, familia; los narcotraficantes mexicanos acumulaban una inmensa riqueza, generando las fuentes de trabajo que la economía formal no podía ofrecer. Todos ellos cruzaban la droga y afuera por túneles subterráneos entre la frontera de México y Estados Unidos, inclusive hasta en avionetas que vulneraban constantemente la soberanía de los Estados Unidos de América; pacas de mariguana y cocaína entraba una y otra vez más, a la red de distribuidores de la Unión Americana.
La situación mundial también cambiaba. El fin de la guerra fría, el gran Capital derrotaba a la revolución comunista, proclamando a los cuatro vientos, el triunfo del liberalismo y en consecuencia, el fin de la historia. Ahora un mundo unipolar encabezado por los Estados Unidos de América quien se convertía en la Nación más poderosa de todo el mundo, quien podía hacer inclusive la guerra a otro país, como el caso de Irak, sin contrapeso internacional de los rusos. Ese Estado dominante que se daba el lujo de dictar leyes extraterritoriales de aplicación fuera de las fronteras de su país, como aquella que prohibía realizar cualquier acto jurídico comercial con la Republica Socialista de Cuba, o inclusive, aquellas leyes, que “certificaban” e imponían sanciones económicas, a los países que no cooperaban con los Estados Unidos, en su “lucha” contra las drogas. México siempre fue visto como uno de sus países que no cooperaban.

La caída de la Unión Soviética dejó en los Estados Unidos el sabor amargo de la victoria, ante la imposibilidad de no tener enemigo alguno de su altura, que le justificara su política intervencionista. En ese proceso en que todavía el terrorismo musulmán no daba luz sus primeras batallas, la cuestión de las drogas en el debate americano, se convirtió de ser un problema regional, a un problema de índole internacional. Pronto los congresistas americanos observaron en su “patio trasero”, el riesgo que implicaba América Latina. El naciente “Imperio”, los Estados Unidos, debía certificar a sus aliados y declararles la guerra, imponiéndoles sanciones económicas, negando prestamos económicos, inclusive hacer uso de sus fuerzas armadas, para intervenir militarmente, a toda aquella nación que no colaboraba con ellos en su cruzada contra las drogas. México vivió durante esos años, con el riesgo de no sufrir los embates de quien se suponía, era no nada más su principal socio comercial, sino su nación “amiga”, con quien geográficamente, comparte la frontera más grande del mundo.
México continuaba su transición a la modernidad. Debía demostrar que el neoliberalismo que practicaba era real y no solamente en su discurso político. Junto con las principales fuerzas políticas PAN, PRD, PT y PVEM, promovió un pacto político que culmino en una de las principales reformas políticas para democratizar el país. Los líderes de los partidos políticos de oposición, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa, presidentes del PRD y PAN respectivamente, celebraban dicha reforma, al “ciudadanizar” al IFE, haber incorporado el Tribunal Electoral en el Poder Judicial de la Federación, así como establecer el derecho de los habitantes del Distrito Federal para elegir a su Jefe de Gobierno y a sus Delegados Políticos. Reforma que fue cuestionada, en lo referente al financiamiento público, al otorgarle a los partidos cuantiosas sumas de dinero, con el fin de “blindarlas” del crimen organizado, y quien el Presidente del PAN Felipe Calderón, consideraba ese financiamiento exorbitante, que inclusive devolvía esas cantidades de dinero al erario para que con ello, se pudieran atender otras necesidades.

México se reformaba en lo político y también en lo económico; continuaría con su modelo económico neoliberal, pese a las graves consecuencias que ello le había generado. Privatizaba los puertos, los ferrocarriles, el sistema de pensiones al implementar las “afores”, continuaba con esa política calificada de “entreguista”, de “vendepatrias”, pero sin duda alguna aplaudida por el Consenso de Washington.
La reforma judicial también fue fundamental. Resto fuerza al poder discrecional del Ministerio Publico, al dejar que sus resoluciones de No Ejercicio de la Acción Penal fueran susceptibles de revisión por otra instancia ajena; así también, promovió la profesionalización del Poder Judicial de la Federación al crear el Consejo de la Judicatura, órgano administrativo judicial, así como también, haber reformado la Constitución, otorgándole a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, facultades para conocer sobre las controversias constitucionales que le podrían presentar los otros Poderes de la Unión, las Entidades Administrativas y/o los Municipios.  
Pero también continuó con las reformas al sistema jurídico penal, al promover las leyes contra la delincuencia organizada, creando tipos penales especiales y delincuentes especiales a los comunes, que no gozaban de los beneficios plasmados de la constitución, ni tampoco podían ser prisioneros de sus cárceles. Fue así que en aquellos años, el gran orgullo del sistema penitenciario mexicano, eran las cárceles de máxima seguridad, donde paraban los criminales más “peligrosos” del país; ahí se encontraba el asesino de Colosio, Mario Aburto Martínez, después llegaría acompañarlo en forma sorpresiva, el hermano del ex presidente Raúl Salinas de Gortari, acusado de corrupción y de haber sido el autor intelectual del asesinato del Diputado José Francisco Ruiz Massieu; otro de los huéspedes de aquella cárcel de “máxima seguridad” fue Joaquín Guzman Loera, alias “El Chapo”, quien fue trasladado a otra cárcel similar, siendo esta la de Puente Grande.
Nadie dio importancia al traslado del "Chapo" Guzman a la cárcel de Puente Grande, la opinión pública exigía una investigación a fondo, por los magnicidios cometidos en contra del Cardenal Posadas, del ex candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, así como del diputado José Francisco Ruiz Massieu; todas las sospechas señalaban que el gran mexicano traidor y embaucador, había sido también el asesino intelectual. ¡Carlos Salinas de Gortari¡. El verdadero “chupacabras” quien se atrevió a efectuar una “huelga de hambre”, el día en que fue detenido su hermano Raúl y que después decidió “exiliarse” a Irlanda, durante los años en que la Procuraduría General de la República lo investigaba a fondo.

Mientras eso ocurría, el “Chapo Guzman” desde su celda, seguiría trabajando en el negocio de trafico de drogas, pero a través de su gran y leal amigo, el “Mayo Zambada”. En esos años, ahí en la prisión se rencontró con su gran amigo, Héctor el “Güero” Palma, quien había tenido el infortuno de haber sido atrapado de la manera más absurda, cuando su avioneta se había estrellado. El valiente militar que lo detuvo, fue el general Jesús Gutiérrez Rebollo.
La lucha de la administración del Presidente Zedillo había iniciado contra el Narcotráfico. Imponer el Estado de Derecho sobre el Estado criminal, sería una actividad ardua, que exigía sin duda alguna, profesionalizar al Ministerio Publico.
La entrada de México al mundo global, exigió la autentica y modernización de sus instituciones. El aparato policiaco y represor que fue la Procuraduría General de la República había que modernizarlo y profesionalizarlo, pero no podía hacerlo, sino contaba con el personal capacitado. Una Procuraduría General de la República que nunca fue diseñada para investigar y perseguir criminales, por la sencilla razón, de que era el aparato político criminal, del viejo Estado autoritario, que los controlaba; la Procuraduría General de República nunca había tenido el reto institucional de investigar y perseguir delitos, por la sencilla razón, de que eran ellos, los que controlaban los delitos y también a los delincuentes. Sin embargo los tiempos democráticos eran distintos; en el sexenio de Salinas de Gortari, Jorge Carpizo Mc Gregor había entrado en la Procuraduría con el ánimo de “purificarla” de los policías criminales que en ella laboraban, muchos de ellos, policías eficientes que habían dado sus servicios para controlar el hampa, como Javier Coello Trejo alias el “Fiscal de Hierro”, quien había detenido al Capo de todos los Capos en 1990 Miguel Ángel Félix Gallardo, o bien, el Comandante Guillermo González Calderoni un policía gánster, sin olvidar desde luego a Jesus Nazar Haro o José Antonio Zorrilla Pérez; verdaderos hampones, pero con la ética de servir al Estado, no a la mafia. Criminales al servicio del gobierno, que reprimían, investigaban, negociaban y capturaban, tanto a disidentes políticos como también a los otros criminales. Que tenían estrechas relaciones con altos funcionarios del gobierno, pero también con distinguidos miembros del narcotráfico, inclusive, también hasta Agentes de la DEA.

En el mismo tenor de “purificar” a la Policía Judicial, continuaron los ex procuradores Lozano Gracia y posteriormente, Jorge Madrazo Cuellar. El primero de ellos, un militante político del Partido Acción Nacional, opositor al régimen priísta, recomendado por el ex candidato presidencial Diego Fernández de Cevallos; el segundo, un hombre académico, de la misma tradición de su maestro Jorge Carpizo.
Cuando el Estado criminal que quería convertirse en un Estado de Derecho, “ceso” a sus “policías criminales”, inclusive al grado de desconocerlos y perseguirlos para encarcelarlos, se había cometido el grave error, de que ahora, el gobierno ya no podría controlar a sus delincuentes y que sus antiguos “policías”, ya desempleados, se sumarian a las filas de la delincuencia organizada, para emprender ellos, nuevas formas de delinquir, como el robo de vehículos, la piratería, el secuestro, la prostitución infantil, sin omitir desde luego, la industria del narcotráfico.
Era obvio que la gran corporación policiaca que era la Procuraduría General de la República no pudo detener a sus ex empleados, su diseño político institucional nunca fue para combatir al hampa, pues éste antes la lidereaba, sino para reprimir a la disidencia política y controlar desde luego, a esos mismos criminales que le pagaban “tributo” al régimen priísta.
La “mafia mexicana” acababa de nacer formalmente, pero ya existía antes en forma secreta; ésta se había engendrado durante los años del estado autoritario priísta, adquiriendo su emancipación, el día que el régimen priísta “neoliberal”, los “expulso”, sintiéndose avergonzado de ellos.  Grave ofensa que sintieron los viejos policías, quienes con sus conocimientos y formación policiaca, la emplearon a favor de esa mafia naciente que los cobijaba.
El Presidente Zedillo en “aras” de continuar con la purificación de sus policías, decidió enfrentar a esa delincuencia organizada, haciendo uso de la fuerza militar que le daba el hecho de ser el comandante Suprema de las Fuerzas Armadas. Que mejor que el ejercito interviniera en forma gradual, a través de sus mejores hombres, militares de carrera como lo fue el general Jesús Gutiérrez Rebollo. Fue así que el Procurador Jorge Madrazo Cuellar designo como uno de sus colaboradores al precitado general, en su calidad de Comisionado del Instituto Nacional para el Cómbate a las Drogas, también conocido como el “Zar antinarco”. Decisión acertada del Presidente de la República que obtuvo algunos reconocimientos importantes de índole internacional, como el del general Barry McCaffrey quien lo elogió diciendo que se trataba de “un individuo de integridad absoluta e incuestionable”.

Entonces pareciera que la lucha contra los narcotraficantes que enfrentaba el gobierno mexicano era en serio. Aunque algunos legisladores americanos desde su Congreso denunciaban ya la existencia de un Narco-Estado,  así lo denunciaba también la DEA quien sostenía que no existía en México alguna agencia con la cual podía trabajar y que calificaba a los funcionarios mexicanos de “corruptos”.
Sin embargo el Estado mexicano, defendía a capa y espada su soberanía y declaraba ante la prensa internacional, que no dependían de ninguna “certificación” emanada de algún gobierno extranjero, refiriéndose a los Estados Unidos, para continuar su lucha contra las drogas. Quizás, ese espíritu nacionalista y al mismo tiempo, preocupado por no obtener la dichosa “certificación, fue que en Tamaulipas se detuviera a uno de los principales capos del Narcotráfico, quien controlaba la frontera de Matamoros, Juan García Abrego, que paras vergüenza de los americanos, dicho narcotraficante, no era mexicano, sino ciudadano americano y quien en forma polémica y hasta ¿nacionalista?, se expulsaba del territorio nacional, sin haberse hecho juicio previo de extradición, ni nada que se le pareciera; el gran Capo del “Cartel del Golfo”, Juan García Abrego, se le había involucrado de haber hecho negocios con el hermano del expresidente Salinas, además de ser un ciudadano estadounidense, como queriendo demostrar el gobierno mexicano, en sus aires nacionalistas, que el principal país consumidor de drogas, también tenía sus propios capos. Discurso poco verosímil, que pareció complaciente ante la presión americana, pues la nacionalidad de García Abrego, fue siempre discutida y puesta en duda, pareciera como si el gobierno mexicano, hubiera desconocido a uno de sus nacionales, al grado tal de deportarlo en un acto violatorio de todos sus derechos constitucionales.

Pero sin duda alguna, otra de esas acciones “desesperadas” del gobierno mexicano para obtener la dichosa certificación, fue la captura del Zar Antidrogas mexicano, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, quien de la noche a la mañana, se había convertido de ser un militar ejemplar, en un vulgar traidor, compinche del narcotraficante mexicano más poderoso del momento, Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”.
Poco valió la defensa del general Rebollo al decir, que el Secretario de la Defensa Nacional estaba enterado de sus “movimientos”, o que inclusive, había realizado investigaciones que además de involucrar a la familia de Salinas de Gortari, también lo hacía, con un primo y el padre del Presidente Ernesto Zedillo.  
Así las cosas un día para otro y haciendo uso de todavía la fuerza autoritaria del viejo Estado Priista, el general Rebollo fue aprehendido y degradado en su cargo e imagen. Nadie mejor que él, podía conocer el narcotráfico y las relaciones de éste con el gobierno. Las especulaciones entre sus vínculos, involucraban desde la Secretaria Particular de la Oficina del Ex Presidente, hasta la del Secretario de la Defensa Nacional,  por citar algunos. Las evidencias demostraban, no que el narcotráfico se había insertado en el gobierno, sino arrevés, la existencia de un “gobierno-narco”, que siempre había sido y que era “narco”.
Los servicios de inteligencia americana, “humillados” por no haber detectado a tiempo las maniobras de Amado Carrillo con el general Gutiérrez Rebollo, se disponía a investigar las redes de “lavado de dinero” que existía entre los narcotraficantes con algunas de sus principales instituciones bancarias. Amado Carrillo Fuentes era uno de esos narcotraficantes que había innovado las formas de conservar y hacer crecer el dinero; ya no eran las “caletas” que escondían los narcotraficantes colombianos en sus mansiones o fincas, estos habían sido superados por el “blanqueo” de dinero que ahora empleaban los narcotraficantes mexicanos haciendo uso de operaciones bancarias y bursátiles.
Dinero y más dinero circulaba por esos bancos a punto de quebrarse por la crisis del “efecto tequila” y que el Presidente Zedillo en un heroico “rescate”, prestó dinero público para pagar las deudas privadas de los bancos. La inconformidad poco importaba, las familias endeudadas dejaron de pagar su casa y su automóvil, las tasas de intereses crecieron a grados desproporcionados que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, había perdido la oportunidad histórica de impartir justicia al negarse anular los contratos leoninos de los bancos y declarar la existencia de la imprevisión de los contratos e impedir con ello, que los actos jurídicos civiles, se convirtieran en actos mercantiles. ¡Traición a la Justicia¡. FOBAPROA, fue el instrumento jurídico que sirvió para que ningún banco mexicano quebrara. Para que el dinero “liquido” no desapareciera, para que ningún cajero se quedara sin dinero y ningún patrón, inclusive el gobierno, dejara de pagar a sus empleados. La “operación punto final”, fue el plan financiero coactivo que promovió el gobierno, para convencer a los deudores morosos, para que estos sustituyeran su deuda de pesos a “UDI`s”. La crisis solo “salvo” a los ricos, y a los pobres, los empobreció más, esa fue la percepción, pese que México salía de su crisis económica, consolidándose como la novena economía mundial. Al mismo tiempo, que el lavado de dinero crecía y seguía creciendo, en la misma proporción de los narcotraficantes mexicanos.
Ernesto Zedillo fue el presidente neoliberal por excelencia, asimismo se definió; el verdadero presidente de la alternancia política, que promovió también, la “privatización” hasta del mismo PRI, corporación política obsoleta, que desprestigiaba la imagen moderna del México que se aspiraba. Había que acabar ahora con el PRI, porque este representaba los setenta años de corrupción, de mal gobierno, era el momento histórico para hacerlo. Los pobres priistas nunca se percataron, que el verdadero enemigo del PRI, era el propio Presidente. Zedillo era el “traidor”.
En aquella primera semana de julio de 1997, la Ciudad de México se conmovía al haber sido testigo, del primer triunfo electoral del partido Político de la Izquierda mexicana, que representaba el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. El PRD ganaba las elecciones en la capital del país, dando inicio una nueva etapa, en que varios de los políticos priistas, entendieron los tiempos futuros y renunciaron a su militancia priísta, para buscar cobijo y aceptación, en el nuevo partido (“heredero del PRI”), que los aceptaba lisa y llanamente.
Mientras las calles de la Ciudad de México, celebraba con júbilo el triunfo del PRD sobre el PRI, Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los cielos”, se iba al “cielo”, al morir en una operación quirúrgica que intentaba cambiarle el rostro, quizás para convertirse en un testigo protegido u obtener otra identidad que le permitiera evadir la acción de la justicia (americana). Así el principal empresario del narcotráfico en México, capaz de importarle la mercancía a los carteles de Cali y de Medellín en Colombia, de haber instrumentado diversas operaciones financieras con la banca mexicana, moría en circunstancias sospechosas, que lo convirtieron en un mito. Solamente dos fotografías de él en vida, fueron insuficientes, para atestiguar que aquel cadáver sin rostro, fuera realmente el “Señor de los Cielos” y no otra persona.
Esa es la historia del narcotráfico en los años noventa. Un negocio criminal que penetraba en todas las esferas de la vida pública y privada. El país seguía en su tránsito por la modernidad; el Narcotráfico, aparentemente seguía estando controlando, al norte del mismo, en Ciudad Juárez, Amado Carrillo Fuentes sería sustituido por su hermano Vicente, para posteriormente, pasar al mando, a uno de sus pistoleros más sanguinarios de nombre Arturo Beltrán Leyva; En Matamoros, Juan García Abrego, sería sustituido por uno de sus hermanos, pero después el "negocio" sería cedido a un mecanico narcomenudista, quien también había sido "madrina" de la Policia Judicial, de nombre Osiel Cárdenas Guillen; mientras tanto los hermanos Arellano Félix continuarían dominando Tijuana sin freno alguno que los limitara; y en una celda de una cárcel de Máxima seguridad, Joaquín. “El Chapo” Guzmán, seguiría pensando, las mil y una formas de poder escapar de la prisión.
¡Esa es la historia del Narcotráfico en México¡. Cuando la reciente televisora mexicana, TV Azteca, lanzaba un promocional para prevenir el consumo de estupefacientes y enervantes, que titulaba “¡Vive sin Drogas¡”…y que promovería un comediante, egresado del monopolio televisivo, de nombre “Paco” Stanley.



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