LA DEFORMA EN TELECOMUNICACIONES. Entre Edisón, Habermas, Freud, Goebbels y un poquito de Kelsen. Primera parte.
Estos tiempos modernos, de
neoliberalismo y globalización, de tecnologías y de información; surgen nuevos
derechos que implican la conquista y el reconocimiento de nuevas libertades, pero
también suscitan, la vía de legitimación de las tentaciones autoritarias y el
fortalecimiento de los monopolios empresariales. Es por eso que hoy en estos días, nos
encontraremos en una lucha, para defender la libertad de los seres humanos,
ante el autoritarismo totalitario del poder financiero.
Así de importante es la reforma a la
que nadie convoca consulta popular, ni realiza marchas, ni menos discute, por
la sencilla razón, de que la no la comprenden.
¿Y es que pocos entienden la trascendencia
de la reforma en telecomunicaciones?. La entienden poco, porque la industria de
la comunicación ésta nunca fue expropiada o nacionalizada, o arrebatada a los
extranjeros, menos aún pretende privatizase; (pues privatizada siempre fue); no
se trata pues de un bien corporal, o recurso energético, ni tampoco tiene el
valor histórico del petróleo. ¡No es nada¡. ¿Entonces que és?. … ¡Es el aire¡. Es
una cuestión semiótica, epistemológica, psicológica, ideológica, mecánica,
física, tecnológica y social; es desde luego un tema complejo, fácil y difícil de entender; se requiere un poquito de filosofía
y también, nociones de psicología, física y economía, pues se trata de un
negocio y obviamente, un instrumento de control político con algo de maldad maquiavélica
goebbeliana.
Sin embargo la reforma en
telecomunicaciones es importante, porque lo que regula no es una cosa que pueda
tocarse; pero si se oye, se escribe, se lee, se baila, se aprecia, se concibe; su
existencia constituye el valor más importante que existe en una sociedad humana,
que es desde luego el pensamiento; la forma en que esta se comunica, se
transmite, se divulga. Para ello resulta importante, tratar de entender, porque
es importante esta reforma. Del que nadie entiende nada, salvo unos pocos, que
lo saben perfecta y hasta monstruosamente.
La comunicación es un proceso mediante el cual una persona transmite información a otra persona, alterándole su
estado de conocimiento. En toda comunicación existen dos personas, un emisor y
un receptor; y también en toda comunicación, existe un mensaje, el cual se
transmite a través de un canal (oral, escrito, gráfico, presencial, a
distancia), cuyos contenidos pueden ser desde preposiciones, sentimientos,
opiniones, verdades y obviamente, también mentiras.
Jurgen Habermas |
Así entonces, mientras el marxista tradicional cree que el cambio es a
través de la revolución violenta, para Habermas, ese cambio, debe darse a
través de lo simbólico, en el ámbito de la comunicación y del entendimiento,
entre emisores y receptores. Nada mejor entonces, que el discurso deliberativo
para lograr el cambio revolucionario.
De ahí, que la comunicación no
solamente es un tópico filosófico, de comunicólogos y de lingüistas, es también
un tema, en el que entra la física y la aplicación de esta, llamada tecnología.
Logrando así la conjunción de “telecomunicaciones”.
Los tecnólogos entran al proceso de la
comunicación, cuando logran que esta pueda desarrollarse a distancia. Entonces, aparecen tipos como Thomas Alva Edison, Guillermo Marconi, John Logie Baird, logran estos manipular “el aire”,
es decir las ondas electromágneticas y crear de esa forma aparatos que permitan
generar transmisores, sistemas de transmisión, sincronización, conmutador,
intercambio, control de flujo, direccionamiento, conexión, recuperación, control de interferencia y otros
instrumentos más. Los ingenieros por lo
tanto, impregnan al proceso comunicativo, un elemento “mágico”, que permite,
que dos personas puedan comunicarse sin estar presentes. Y es por eso, que se inventó el telégrafo, el teléfono,
la radio, la televisión, el celular, el internet, la computadora, la tableta.
La comunicación entre seres humanos siempre
existió, pero no fue sino hasta el siglo XX cuando esta se potencializó. Es ahí
donde entran los psicólogos quienes interpretan este proceso de una manera
distinta. Con ellos, los elementos personales de la comunicación, no son tan mecánicos
ni simples como aparentan, sino que son persensoriales, hablamos pues de un
emisor que transmite un mensaje (emocional) y un receptor, al que le llamaremos
“perceptor” y quien recibe en ese mensaje una emoción, es decir una afectación
a su psique, a su instinto, a su personalidad reprimida.
Nadie mejor que Sigmund Freud para
entender este proceso. Pues quienes entienden sus teorías, saben entonces que
el receptor, convertido en perceptor, es un individuo que en su forma pura e
inconsciente, reprime los impulsos más primitivos, que sirven de motor, para su
pensamiento y comportamiento humano.
Los emisores, pueden transmitir a
través de los medios tecnológicos, una serie de mensajes tendientes a persuadir
la conducta de sus “perceptores”; pueden no solamente satisfacer el “ello” de sus
oyentes, videntes, lectores; sino que también, pueden inculcarles una serie de
pensamientos morales y valores éticos, para crear, conservar o modificar una
cultura determinada.
Es ahí donde entran los políticos. Las
personas que desean obtener o conservar el poder, para seguir imponiendo o
persuadiendo a sus súbditos, consumidores, militantes o ciudadanos, las “razones”
para obedecer o desobedecer; más aún, las “razones” también para comprar o no comprar,
para votar o no votar. Nada mejor que el emisor, pueda utilizar su mensaje y
multiplicarlo con la tecnología, para generar el control que desea tener.
El emisor se convierte por lo tanto,
en la persona o entidad que detenta el poder (político, económico, ideológico),
y utilizara a la sociedad de masas, para manipularlos a su antojo,
concretamente, para satisfacer sus intereses.
Los genios de la “propaganda”, de las “relaciones
públicas”, o bien de la “mercadotecnia”, han impregnado de la comunicación un
contenido moral o inmoral, que hace que las personas se perviertan, o se
concienticen, o actúen a la forma
caprichosa que los emisores y controladores de las tecnologías de la comunicación,
deseen que se comporten.
Los mensajes varían de distintas formas,
desde amar al dictador, comprar una marca, votar por un candidato o bien, hasta
generar odios a las personas, empresas o naciones, fomentar campañas de
genocidio, eliminacionismo, xenofobia, homofobia o cualquier otra; jugar con
las emociones, las creencias o los instintos de los receptores, como la mejor
forma de controlar lo más valioso que tiene una persona: su conciencia.
De eso trata la reforma de
telecomunicaciones que la clase política de nuestro país discute en el
Congreso.
No se trata de vender el petróleo o de
cómo generar mayor especulación con el dinero; tampoco de restar derechos
laborales.
La reforma estructural que se esta
discutiendo, tiene que ver con lo más importante que tenemos las personas.
¡Nuestras conciencias¡.
Pregunto:
¿Alguien estará consciente de ello?.