HISTORIA DE LA COLONIA GUERRERO

IGLESIA DE SAN FERNANDO

Hace años, eran solo unos llanos. Muy próximos al corazón de la Republica Mexicana, del Palacio Nacional y de la Catedral Metropolitana, ni que decir de la Alameda Central; eran sólo unos llanos donde las únicas construcciones que se podían visualizar subiéndose desde la torre de la Iglesia y Convento de San Fernando, eran las torres de la Iglesia de los Ángeles rodeada de varias chozas y de un lado más próximo, las torres de la Iglesia y Hospital de San Hipólito. A lo lejos, las torres de las Iglesias de la Santa Vera Cruz, San Juan de Dios y de Santa María la Redonda. Obvio, también se podía ver la Casa de los Pinillos y la mansión de don Ignacio Cortina Chávez.

Eran unos enormes llanos, de tierra boscosa, ahí se había construido desde 1755 la Iglesia y el Convento de San Fernando, gracias a las cuantiosas limosnas que donara el Sr. José Ferrer Vergara. Un ostentoso templo de tres bóvedas, adornado con magníficos retablos de cedro dorado y tallado y de estilo churrigueresco, con buenas pinturas y esculturas; en el altar, ocho columnas donde se veía la imagen del santo patrón San Fernando III Rey de Castilla y León, cuyo cuerpo incorrupto después de muerto, permanece en la Catedral de Sevilla España.
Entonces Rafael Martínez de la Torre, originario de Puebla, era un ilustre abogado, que se trasladó a la Ciudad de México para ejercer ahí su profesión e iniciar su carrera política, convirtiéndose en abogado y regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México; después fue diputado, en una época de turbulencia en que el país entero se sacudió en una guerra civil cruenta entre liberales y conservadores, después vendría la intervención francesa y la instauración del imperio del linaje austriaco; terminada la tempestad y restaurada la republica, ejerció sin cobro alguno, la frustrada defensa del Archiduque Maximiliano de Habsburgo, el cual terminó siendo éste fusilado en el cerro de las campanas en Querétaro.

RAFAEL MARTINEZ DE LA TORRE
Don Rafael, era un hombre culto, tenía estudios de filosofía y de jurisprudencia, que había obtenido en sus estudios del Seminario Conciliar Palafoxino y posteriormente en el Colegio de San Ildefonso. Sin embargo, sus mejores aciertos en su vida profesional, fue haber adquirido las extensas tierras próximas a la ciudad de México, para constituir desde ahí, su primer fraccionamiento, se llamaría Colonia San Fernando, aunque el destino le asignaría otro nombre, como el de la Colonia Guerrero.
Pero en ese entonces, la Colonia San Fernando, nacería ligada a su gran símbolo arquitectónico, que no era más que el Convento y la Iglesia de San Fernando. Hermosa construcción que resistió el embate de los cuartelazos militares característicos de la primera mitad del siglo XIX, pero no al terremoto de 1858 y a las leyes juaristas de 1860. Tan sólo el terremoto de aquel 19 de junio de 1858 abrió de alto abajo desde la bóveda hasta el pie de la iglesia, casi a la mitad de la iglesia, provocando cuarteaduras a las habitaciones de los religiosos, abriendo y desencajando los arcos y dinteles, dejando el campanario sin sus campanas. Después vendría las leyes anticlericales del gobierno del Presidente Benito Juárez, en el que fueron suprimidas las ordenes monásticas y por ende, la exclaustración de sus monjes; entonces el templo quedo a parte de casi destruido, abandonado por sus monjes, motivo por el cual, sus bellos altares que lo adornaban, quedaron desmantelados. Hecho lo anterior, el gobierno de la Republica instauró en San Fernando, el Colegio Militar y dejo el trazo, para que ahí se construyera el Paseo Guerrero, decidiendo por ende decretar, sustituir el nombre del Santo católico San Fernando, que ni mexicano era, por la de un héroe nacional de la lucha independentista, don Vicente Guerrero. Era el Estado laico juarista que debía a toda costa, “descatolizarse”.

En aquellos llanos existían también otras iglesias; una de ellas, era el Templo San Hipólito; dicho templo fue edificado por los españoles sobrevivientes de la batalla de la “noche triste”, en remembranza a Hernán Cortes, cuando éste pretendió a hurtadillas apropiarse del tesoro del Palacio de Axayacatl, quien con sus tropas atacadas, huyeron del sitio por la Calzada México Tacuba, hasta esconderse debajo de un árbol, donde lloró por la derrota. Posteriormente, el 13 de agosto de 1521, una vez conquistada la gran Tenochtitlán, en el mismo lugar, donde cuentan que los conquistadores fueron atacados, el soldado Juan Garrido edificó una ermita de adobe en honor a sus compañeros mártires y que mejor que bautizar el lugar, con el nombre del santo que corresponde a la fecha en que fueron sometidos los mexicas: San Hipólito. Símbolo representativo del desquite y del triunfo de la conquista.

Pero la iglesia más antigua del rumbo, era sin duda alguna la de Santa María la Redonda. Misma que podía llegar uno por el tramo de San Juan de Letrán, donde existía también el Hospital de Naturales y la Academia de Letrán, colegio éste último, donde llevaban a cabo sus tertulias algunos ilustres políticos de la época, como Guillermo Prieto, José María Lacunza, Ignacio Ramírez “El nigromante” y Andrés Quintana Roo. Aquella Iglesia de Santa María la Redonda era extensa, había sido construida por los indígenas recién sometidos por los españoles desde el año de 1524, en su construcción intervinieron los franciscanos quienes dedicaron la iglesia a la Asunción de María Santísima. También se construyo un Colegio para estudiantes indígenas; la iglesia se volvió a reconstruir en 1677. Lo más importante de la iglesia, era que tenía el control del Panteón de San Paula. Ilustre cementerio donde reposaba los restos del ex Presidente Melchor Muzquiz, así como la pierna del general Antonio López de Santa Anna, misma que fue ultrajada de su fosa en aquella tarde del 6 de diciembre de 1844, cuando el Presidente Antonio López de Santa Anna renunciara a su puesto para combatir el insurrecto Mariano Paredes Arrillaga.

PANTEON DE SAN PAULA
 Pero los panteones habían sido nacionalizados. El Panteón de San Fernando dejo de ser propiedad de la Iglesia Católica para ser ahora del gobierno, mientras que el cementerio de San Paula, fue clausurado. Los restos de sus muertos continúan ahí descansando eternamente.
Ese es el retrato de aquellos llanos que conformarían el fraccionamiento San Fernando, una zona en la que existían algunas iglesias representativas, San Fernando, San Hipólito y Santa María la Redonda; a lo más lejos, la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, así como dos panteones, el de San Fernando y el de San Paula. Debajo de la torre de la Iglesia de San Fernando, el Convento, los llanos donde se encontraban los caballos, algunos arbustos y más allá, la impresionante mansión de la Casa de los Pinillos, también conocida como la Casa del Marquez de Buenavista. Los terrenos de Buenavista pertenecían primero a Miguel Pérez de Santa Cruz Andoboya, Marquez de Buenavista, Señor torrejón de la Rivera, quien fuera tres veces Alcalde de la Ciudad de México en la segunda y tercera década del siglo XVIII. Su palacio había sido reconstruido, entre los años 1798 a 1805, participando en la arquitectura del mismo, el escultor valenciano Manuel Tolsá, conocido este por haber llevado a cabo obras de gran envergadura en la Ciudad de México, como el Palacio de Mineria, la conclusión de la Catedral Metropolitana y la escultura ecuestre de Carlos IV, conocida ésta popularmente, como “El Caballito”).

 
CASA DE LOS PINILLOS DISEÑADA POR EL ARQUITECTO MANUEL TOLSA
 Había árboles, arbustos y uno que otro caballo. Un acueducto por el cual fluía el agua de Chapultepetl, por la Calzada de la Verónica, San Cosme, Buenavista, hasta llegar a la Mariscala. De manera paralela, el acueducto se desviaba en la calle de la Quemada, hasta llegar a Salto del Agua muy cerca de  San Juan de Letrán.

Quien iba a pensar que algunos vez esos llanos se cubrieran de agua durante cuatro años. Aun se recordaba la gran inundación de la Ciudad de México del año de 1629, cuando un fuerte diluvio de 36 horas, desbordo los lagos de Zumpango, Xaltocan y Texcoco, provocando la muerte de treinta mil indígenas y la emigración de veinte mil españoles. Solo sobrevivieron cuatrocientos vecinos en esas vastas llanuras que conformaban la Ciudad de México; el agua que cubrió la Ciudad, tardo en bajar cuatro años. Cuenta la leyenda, que por esa razón, Isayoque el cacique de esas regiones, reprodujo en adobe una imagen milagrosa, que representaba a María, construyendo un adoratorio, que con el paso de los años, allá por 1776, se iniciaran las obras para la construcción del templo del Santa María de los Ángeles, conocido por los habitantes de la región, como la “diosita”. La Iglesia de los Ángeles termino de construirse en 1803.

IGLESIA DE LOS ANGELES
 Dichas extensiones territoriales, ya sin el vestigio de haber estado inundadas, habían sido también nacionalizadas y puesto en venta para los mejores postores. Sin duda alguna, una excelente inversión para adquirir aquellas extensiones de tierra cuyo propietario antes era la Iglesia Católica, pero que había perdido sus propiedades debido a las leyes de desamortización de los bienes eclesiásticos impulsadas por los gobiernos liberales y anticlericales, primero de don Benito Juárez y después, por el de Sebastián Lerdo de Tejada.
Igualmente, desde esa torre de la Iglesia de San Fernando, se veía en aquellos llanos, las vías del ferrocarril mexicano, que comunicarían por tren, la Ciudad de México y el puerto de Veracruz. Obra de representaba el avance a la modernidad, no solamente del naciente fraccionamiento, sino de toda la Republica Mexicana. La obra pública más importante del México independiente. Lo más característico de aquellos llanos, era la terminal de ferrocarriles de Buenavista, donde se ubicaba la residencia de aquel noble y distinguido Ignacio Cortina Chávez.
Gracias a las nuevas negociaciones de Don Manuel Escandón, apoderado de la empresa Ferrocarril Mexicano, se pudieron adquirir aquellas extensiones de tierra en Buenavista, propiedad ahora de don Ignacio Cortina Chávez; con esa adquisición, que incluyó la compra de su mansión, se pudieron efectuar algunas obras como el derrumbe de los acueductos que trasladaban agua de Chapultepetl hasta la Casa de los Mariscala, así como la construcción de la Terminal de Ferrocarriles.
Pero para ese momento, el futuro del país era promisorio. México se constituía como una republica federal, liberal y soberana. La Ciudad de México crecería económicamente con la construcción de su primer ferrocarril y por ende, la ciudad también crecería demográficamente. Así al menos lo entendió don Rafael Martínez de la Torres cuando visualizo comprar, fraccionar y después vender en lotes lo que originariamente sería la Colonia San Fernando, para llamarse después, Colonia Guerrero.
El fraccionamiento respetaría el Barrio de los Ángeles, con su respectiva Iglesia; pero también crearía una nueva plaza con la posibilidad de que ahí se construyera una nueva iglesia, sería ésta la Iglesia de Inmaculada Corazón de María que tendría en frente una plazoleta y detrás de esta, un tianguis donde los nuevos colonos pudieran efectuar sus compras.
Así fueron los planes arquitectónicos que visualizo el creador de la colonia guerrero, que mas bien, debería llamarse en su nombre, colonia Martínez de la Torre.
Algunas distinguidas familias aristócratas adquirirían sus lotes, para construir en ellas sus lujosas mansiones; pero otros mas, lo conformaron los recientes inmigrantes que llegarían a la ciudad de México para buscar trabajo. Familias humildes que ofrecerían su fuerza de trabajo y que costarían el pago de un lote o quizás el de una renta, para poder vivir en la capital de la república.


MANUEL ESCANDON GARMENDIA

Pero también llegarían a dichos terruños los hombres del dinero. El empresario Manuel Escandón daría pie a la intervención de un empresario irlandés naturalizado americano de nombre Thomas Braniff, quien se había desempeñado como Ingeniero Supervisor de Obra en la construcción del ferrocarril mexicano; y que además tenía la fortuna de ser representante del Banco de Londres en México, lo que implicaba la posibilidad de acceder a los créditos necesarios para incursionar en el negocio inmobiliario. De esta forma, continúo la venta de los terrenos periféricos a la Ciudad de México, que era un excelente negocio. Rápidamente se constituyó la Sociedad Flores Hermanos y adquirieron los terrenos aledaños a la Ciudad de México, rumbo a Chapultepetl, por citarlos,  la hacienda de la Teja, el Rancho de Santa María la Ribera, la Hacienda de Santa Catarina de Arenal, más conocida ésta como la Hacienda de la Condesa. Se adquiriría también los ranchos anexos, Potrero en medio, Indianilla, Romita y San Miguel Chapultepetl.
Mientras tanto, el Fraccionamiento de la Colonia Guerrero tendría entre sus compradores distinguidos,  el Misionero evangelista WT Green y el Co Pastor Pablo Rodríguez, quienes en 1883 adquirieron detrás de Iglesia de San Hipólito, un extenso terreno, en el que construirían la primera Iglesia Bautista del país. Sociedad religiosa, ajena al culto católico predominante en el país.
Nunca hubo un Plan de Desarrollo Urbano, ni siquiera un plano a futuro de lo que sería la Ciudad de México. No existió planeación de cómo serían las nuevas colonias de la Ciudad de México, lo único cierto, es que se estaba ante un prospero negocio que generaría muy buenos réditos para sus inversores. La construcción de las nuevas colonias, requerirían de la implementación de servicios públicos, siendo de ellos los más importantes, el del agua y el de pavimentación.
Guillermo Landa  y Escandón, los hermanos Pablo y Miguel Macedo, Fernando Pimentel y Faguagua, Joaquín de Casasus, así como José Yves Limantour, aprovechando todos ellos su cercanía con el Presidente de la República don Porfirio Díaz, así como también su cercanía al capital, concretamente con los Bancos de Londres y el naciente Banco Nacional de México, se dieron todos ellos a la tarea de promover, que empresas como Barber Asphalt Poving Company, comenzara el jugoso negocio de pavimentar las calles.

ESTACION DEL FERROCARRIL MEXICANO EN BUENAVISTA
“¡Paz y Progreso¡”, “¡Poca Política y mucha Administración¡”, fueron los lemas que caracterizó la administración del Presidente Porfirio Díaz. Al menos la sensación del gobierno liberal y progresista se sentía en la Ciudad de México, al contar ya con el Ferrocarril Mexicano de Buenavista, que no era más que la puerta de México hacia el mundo ingles, americano, francés y para todo aquel que quisiera invertir en el suelo patrio. Cientos de miles de inmigrantes de todo el país, llegarían a la Ciudad de México, para residir en la capital de la Republica. Que mejor hacerlo, que adquiriendo los lotes que vendía don Rafael Martínez de la Torre.
Los lotes empezaron a venderse a partir de 1873, entre otros de sus compradores, figuraría Joaquín Diego Casasus distinguido funcionario del gobierno, o la Familia Rivas Mercado, cuyo jefe de familia, fue el arquitecto que diseño la columna del ángel, monumento conmemorativo del centenario de la Independencia; y así fueron llegando otros colonos, pero no fue sino hasta 1886 cuando el Presidente de la Republica, general Porfirio Díaz, visitara el nuevo fraccionamiento “Colonia Guerrero”, siendo el 2 de abril de ese mismo año, en conmemoración a la batalle heroica con la que recupero la Ciudad de México de los conservadores en 1867.

PORFIRIO DIAZ
Entonces a las seis de la mañana de aquel día, los colonos de la Guerrero, se despertaron a causa de los cohetes, para eso de las nueve el Presidente de la Republica en compañía de otros funcionarios, como el general José Ceballos Gobernador del Distrito Federal y don Manuel Ignacio Altamirano,  Oficial Mayor del Ministerio de Fomento, aperturaron la ceremonia con la que se inaugurara formalmente el nuevo fraccionamiento de la Ciudad de México; en aquella tarde de fiesta, se inauguró el crucero de Guerrero y Mosqueta, se colocaron cañerías, se establecieron tomas de agua, se visitó al tianguis y la plaza de 2 de abril, más conocida como de Martínez de Torre. Igualmente al son de la fiesta y de juegos pirotécnicos, se inauguraron las calles de Soto, Magnolia, Mina. La colonia Guerrero nacería formalmente para la Ciudad de México. Con ello sus calles que adquirirían los nombres de algunos notables insurgentes, defensores de la patria y del liberalismo: Zarco, Lerdo, Galeana, Zaragoza, Aldama, Degollado y por supuesto. En ese mismo tenor y siguiendo también la tradición de las calles con las que se había lotificado el fraccionamiento contiguo de Santa María la Ribera, algunas de las futuras calles de la Colonia Guerrero, tendrían nombres de flores: Violeta, Magnolia y Camelia. En cambio nacerían otras calles que no tendrían nombre ni de flores, ni de héroes nacionales: Sol, Luna, Marte, Estrella.


IGLESIA INMACULADO CORAZON DE MARIA
Un año después de esta majestuosa inauguración, vendría otro acontecimiento importante; la construcción de la primera Iglesia católica de la Colonia. Ya existían las iglesias de los Ángeles y la de San Fernando, pero éstas eran insuficientes para atender el culto católico de los nuevos inmigrantes de la Colonia, además de que se habían construido antes de la fundación del fraccionamiento. Fue así como aquel 22 de mayo de 1887, visitaría la Colonia el Dr. P. José María Cazares Obispo de Zamora, en compañía de Manuel Escandón apoderado de Ferrocarril Mexicano y de Concepción Cuevas, Viuda de Martínez de la Torre, para colocar la primera piedra de la que sería la Iglesia de Inmaculada Corazón de María. Obra arquitectónica de Ismael Rego.
 Finalmente, el 7 de septiembre de 1894 se decretó la construcción del Mercado de Martínez de la Torre, el cual fue inaugurado el 1 de junio de 1901 por el Ministro de Gobernación Manuel Romero Rubio y el Gobernador del Distrito Federal Pedro Rincón Gallardo.

La nueva Colonia Guerrero estaría por escribir sus mejores historias…
MERCADO DE MARTINEZ DE LA TORRE

BIBLIOGRAFIA

·       FRAY FIDEL DE JESUS CHAUVET, O.F.M. La Iglesia de San Fernando de México. http://iteadjmj.com/MAIN/hsf.pdf
·       GARCIA CUBAS, Antonio. Geografía e Historia del Distrito Federal. Obra ilustrada con cartas geográficas y hermosos grabados 2ª ed. Imprenta de E. Murguia. México 1894.
·       JIMENEZ MUÑOZ, Jorge. El Crecimiento de la Ciudad de México. Origen del negocio inmobiliario moderno en el Distrito Federal. Revista Relatos e Historias de México. Año II. Numero 22. Junio de 2010.
·       MARROQUI, José María. La Ciudad de México. Contiene el origen de los nombres de muchas de sus calles y plazas de varios establecimientos públicos y privados y no pocas noticias curiosas y entretenidas. José Medina Editor. México 1964.
·       TOVAR DE TERESA, Guillermo. La Ciudad de los Palacios. Crónicas de un patrimonio perdido. Textos introductorios Enrique Krauze, José E. Iturriaga. Editorial Clío. México 1990.





 






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