NUESTRO CONTRATO DE AMOR


En nuestro contrato de amor crearemos variamos clausulas. ¡Lo firmaremos para siempre¡.  Será el acuerdo de voluntades libre, espontaneo, sin coacción, sin que obre error, dolo o mala fe; en él, firmaremos nuestro compromiso de amarnos, respetarnos y querernos siempre. Pondremos una clausula del perdón, a los errores que a lo largo de nuestra relación podamos incurrir, nada de chantajes, ni venganzas que nos lastimen; nos obligaremos a cada día a nutrir nuestra relación con nuevas experiencias, que nos haga conocernos cada día más; experiencias que hagan también, desde luego, encontrar nuestra reconciliación.
En nuestro contrato de amor, nos obligamos, por mutuo propio, amarnos en forma intensa. Amarnos, sin esperar que la contraparte, nos pueda amar de igual forma como amamos. Reconoceremos que cada persona es diferente y encierra un sí, un mundo diferente al nuestro; fijaremos muy claro, que no somos la “media” naranja del otro, ni tampoco seremos codependientes, respetaremos la esencia y la libertad de cada quien; será la diferencia lo que nos unirá, no la similitud. Sabremos que en esta relación, lo importante no es ser amado, sino simplemente amar.  Que la principal obligación de los que amamos, no es la corresponsabilidad en amarse igualmente, sino el respeto, la tolerancia, la comprensión y la empatía.
Prometeremos apapacharnos, querernos, a no olvidarnos del otro; a no ser crueles con la indiferencia, el maltrato o la violencia en cualquiera de sus manifestaciones físicas, verbales, emocionales; estableceremos inclusive las causales de rescisión para dar por terminada la relación, en forma sensata, sin odios, ni rencores que nos lastimen; nos obligaremos a que en caso de dar por terminado el contrato, lo haremos en la forma tan maravillosa con la que iniciamos la relación; gustosamente y con ese palpiteó emocionante, con el que supimos que estábamos enamorados.

Estableceremos en nuestro contrato, que mientras dure su vigencia, el amor irá cambiando, irá creciendo, ira convirtiéndose en algo diferente. Nos comprometemos a reconocer que el amor cambia todos los días, todos los meses, los años y hasta en las décadas si éste perdura; comprenderemos que no era lo mismo amarnos cuando éramos jóvenes, que cuando se es adulto o cuando uno está próximo a morirse; sabremos distinguir que la preocupación, el estrés, el silencio, no significa desamor o incumplimiento al contrato, sino por el contrario,  es una forma de experimentar como sobrevive uno a ese amor.
Estableceremos en nuestro contrato varias clausulas. Quizás uno de esos pactos, será soportarnos todos los días, todos los malos ratos, entender nuestro carácter, saber de antemano que la personalidad jamás cambia, que podremos mejorar nuestros hábitos, pulir nuestras virtudes, que lo importante para poder cambiar y no dañar la relación, será reconocer nuestros vicios, para que con sabiduría y prudencia, irlos corrigiendo, aunque nos cueste, aunque luego se nos olvide, pero corregir aquellos pequeños detalles, que nos permitan ser mejor persona para nosotros mismos y también, para la persona que nos ama.
Ese será nuestro contrato de amor; en el, escribiremos cada una de esas líneas con nuestros más puros sentimientos; escribiremos que el amor, es el sentimiento, mas grande, más noble, el más bello; declararemos en nuestro pacto, que el amor, no se limita a la persona que amamos, sino también, a todo lo que amamos.
Y amaremos a nuestros hermanos, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos; amaremos a nuestro vecino, al semejante, a nuestra ciudad; amaremos a la nación y al mundo entero; amaremos a los libros, a los audios y los filmes; amaremos el pasado, el presente y el futuro; amaremos en la riqueza y en la pobreza; en la salud y en la enfermedad; en el día y en la noche, en cada día de la semana, en cada mes y en cada año en que vivimos. Amaremos al mundo, a la mascota, a la planta, al chorro de agua, al canto del grillo, al ladrido del perro y el maullido de ese gato chillón; amaremos al frio y también al calor, en la comida y en el hambre; y a nuestros cuerpos también amaremos, lo acariciaremos, lo cubriremos, cundo tengamos ese apetito carnal de satisfacer el instinto de seguirnos conociendo.
Nuestro contrato de amor, se renovara automáticamente, en cada instante, en que nos sigamos amando y seguirá aplicando también, en forma respetuosa, cuando nos dejemos de amar.
Ese es el amor, amar sin importar que te amen; amar, siempre, con respeto.

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