LAS PRI-OLIMPIADAS


¡Hay historias que me conmueven¡. La olimpiada de 1968 es una de ellas y no me refiero a los acontecimientos del movimiento estudiantil de aquel mismo año, ocurrido en el suelo patrio de la Ciudad de México, sino al significado patriótico que los gobiernos priístas “revolucionarios” de aquel entonces, le dieron.
En su último informe de gobierno, 1 de septiembre de 1964, Adolfo López Mateos, dijó ante el Congreso:
Es bien sabido que el Comité Olímpico Internacional aceptó la solicitud formulada a nombre de la Ciudad de México por el Jefe del Departamento del Distrito, para que en nuestra capital se celebre la Olimpiada de 1968. Esta distinción significa una nueva forma de reconocimiento mundial al progreso del país y a la categoría de nuestra gran metrópoli, no sólo en el aspecto deportivo; implica también un compromiso del Gobierno y de los habitantes del Distrito Federal, de la nación entera, que nos obliga a organizar cuanto sea necesario para dar el mayor brillo al evento y para deparar inolvidable hospitalidad a quienes con este motivo, visiten el país. Me asiste la convicción de qué el esfuerzo conjugado de gobernantes, deportistas, técnicos, empresarios y, en suma, de todos los mexicanos, hará honor a México.

El México de 1963, es el México promisorio del llamado  “milagro mexicano”, por vez primera en la historia del país, se había llegado a un punto de desarrollo y estabilidad política, social y económica, como nunca antes había ocurrido. A diferencia de América Latina, donde gobernaban los militares, a consecuencia de sus “cuartelazos”, en México, existía un gobierno de “civiles”, “revolucionarios” e “institucionales”, que en forma periódica cada seis años, se transmitían el poder, sin el menor derramamiento de sangre, ni conjeturas armadas, ni revueltas populares.

Quizás por esas razones, el Comité Olímpico Internacional se fijó en la candidatura que presentara el gobierno mexicano, por encima de otras ciudades como Lyon Francia, Detroit Estados Unidos y Buenos Aires Argentina. La Ciudad de México, tenía todo para no ser designada sede olímpica, la altitud de la Ciudad de México, a más de dos mil metros del nivel del mar,  era el perfecto pretexto para alegar que los deportistas pudieran ser dañados en su salud, para pretextar que no se rompería ningún record mundial, que se requería de por lo menos seis meses, para que los deportistas pudieran acoplarse al aire pobre en oxigeno, que respiraban por lo menos los seis millones de habitantes que poblaban aquella gran ciudad de América Latina. La prensa internacional imploraba en sus medios, la necesidad de quitarle los juegos olímpicos aquel país, aun pese a las investigaciones fisiológicas que llevaron a cabo los científicos de diversas naciones, demostraban lo contrario. Por ello, haber logrado la designación de ser sede de los XIX juegos olímpicos,  fue haber logrado un gran triunfo de la política diplomática del país que presidiera el entonces Presidente Adolfo López Mateos. Conservar dicha designación, sería el gran reto que asumiría el gobierno del nuevo Presidente de la República: Gustavo Díaz Ordaz.

Lic. Gustavo Diaz Ordaz Presidente de México 1964-1970

En su primer informe de gobierno, el 1° de septiembre de 1965, el Presidente desde “la tribuna más alta del país”, definió los juegos olímpicos a celebrarse como el “gran papel que confirmara la tradicional hospitalidad de los mexicanos, su cortesía y dignidad ante los visitantes”.

...
Procuraremos, hasta donde sea posible - y lo es en muy importante margen- , que las obras materiales que haya necesidad de construir, presten un servicio permanente al desarrollo del deporte mexicano o a la ciudad. No sería correcto pensar que, por celebrarse en nuestra casa dichos Juegos, estamos obligados a ganar numerosos eventos y que, de no obtener victorias, haremos un papel lamentable.
Competirán nuestros deportistas con los de otros países más desarrollados que el nuestro. A esta circunstancia se agrega el hecho de que los problemas que México ha debido vencer, en el curso de su historia moderna, han impedido, en la medida deseable, la preparación deportiva y el perfeccionamiento físico de su juventud. No obstante, hemos progresado, y los Juegos Olímpicos serán, sin duda alguna, una excelente escuela y una saludable experiencia para el futuro del deporte en nuestro país. (Aplausos.)
Al lema olímpico de que lo importante no es vencer sino competir, le agregaremos la voluntad decidida de que nuestros deportistas hagan el mejor papel posible.

En sistema autoritario como el que se vivía, el Presidente de la República era el Jefe del Estado Mexicano, ideólogo, sumo sacerdote, gran padre de todo mexicano  y no solamente eso, sino la encarnación de la patria misma. Así al menos lo transmitía el Presidente en su discurso de su toma de posesión, efectuado el 1º dediciembrede 1964, dijo: “De la propia entraña del pueblo mexicano vengo y a ella he de regresar; él dio inspiración y sentido a mi vida; es mi único aliento y mi sola fuerza; me ha concedido los más grandes e inmerecidos honores, y en mis manos puso confiadamente su esperanza”;  Díaz Ordaz es la voz del pueblo mexicano; en su primer informe de gobierno, define su postura política ideológica. “… concibo a México como un todo indivisible que me es sagrado como mexicano y como mandatario, un todo indivisible en el cual juegan - y es legítimo que jueguen- las ideas y los movimientos que campean en el mundo, aun los más controvertibles, aun los más extraños, con la sola y única condición de que no atenten contra los superiores intereses de México, que son la esencia misma de la patria, ….” Atentar contra el Presidente Díaz Ordaz, era atentar contra México, si el presidente estaba comprometido con la olimpiada ha celebrarse en 1968 y oponerse a ella, era atentar contra el interés superior de la nación.

Aun así, el presidente de la república estaba muy conciente de las necesidades y de las limitaciones que tenía el país, para poder llevar a cabo la competencia internacional. Conciente de que no existía una politica deportiva sobre sus jovenes e inclusive de la inferioridad de estos, frente a otras naciones, concibió la olimpiada, como un gran acto patriotico, que le daría al pais, notoriedad y liderazgo.

En su segundo informe de gobierno, celebrado el 1°  de septiembre de 1966, en aquellos tiempos, en los cuales los presidentes de la república todavía podían “rendir cuentas” ante el respectivo Congreso, dijo respecto a la olimpiada:

México cumplirá dignamente el compromiso contraído de reunir, en su territorio, a la juventud del mundo, con motivo de los Juegos de la XIX Olimpíada. (Aplausos: 9 s.)
Creemos que, aparte de la emulación física de la competencia netamente deportiva, la reunión de jóvenes de todas las latitudes en un solo sitio, por desalentador que pueda parecer el panorama mundial, propicia el entendimiento entre los hombres de todo el mundo.
Por coincidir el ideal olímpico de amistad y fraternidad con la sensibilidad y antecedentes históricos del pueblo mexicano, se ha incluido, en los Juegos de la XIX Olimpíada, un programa cultural que permitirá a los participantes vincularse más estrechamente entre sí por el mutuo conocimiento de sus culturas, campo en el que las manifestaciones del hombre, independientemente del color de su piel, su ideología o grado de desarrollo, alcanzan niveles de manifiesta igualdad. (Aplausos: 9 s.)
En fuerza física, en extensión territorial, en fuentes de riqueza, en desarrollo económico y en otros órdenes, podrán destacar determinadas naciones; en elevación del pensamiento, ninguna nación, ningún grupo de hombres puede considerarse superior a los demás.
Logren o no triunfos deportivos, los jóvenes de todos los países habrán entrado en contacto con valores fundamentales de la Humanidad, y podrán llevarse de México la firme convicción de que todos, absolutamente todos los pueblos son capaces de una contribución positiva a la Humanidad. (Aplausos: 7 s.)
...
Los juegos Olímpicos de 1968 son una seria prueba a nuestra capacidad de organización; estamos conscientes de nuestra responsabilidad, y estamos seguros de salir airosos.
Con el propósito de que la organización de nuestros Juegos no sólo mantenga, sino incremente, en los posible, la eficacia que caracterizó a los últimos celebrados en Roma y en Tokio, el Comité Organizador se está asesorando de los organismos internacionales que existen en esta materia y de las más calificadas empresas especializadas.
Las obras requeridas por los Juegos están en proceso de realización, conforme a los programas de trabajo y a las características exigidas por la técnica deportiva.
Todas, absolutamente todas las instalaciones necesarias para el desarrollo de la contienda olímpica, estarán terminadas con amplia oportunidad, antes de que las competencias se inicien. Se procura, además, que tengan una utilidad social permanente y no sirvan exclusivamente de motivo de lucimiento para nuestra capital durante unos cuantos días. (Aplausos: 8 s.)
El Gobierno cumplirá estrictamente el compromiso contraído, por lo que hace a las instalaciones deportivas, alojamiento para competidores, jueces, entrenadores, médicos, periodistas, etcétera, así como en facilidades de comunicación a todos los confines del mundo. El Gobierno confía plenamente en que la tradicional hospitalidad mexicana brindará, a participantes y turistas, un trato cordial, respetuoso y digno, tanto en el curso de las competencias, cualquiera que sea el resultado deportivo para nuestros compatriotas, como durante toda su estancia en nuestro país.
El evento, además de servir al ideal de paz y de confraternidad que debe presidir los destinos del mundo, significa la oportunidad de que nuestros visitantes se lleven un grato recuerdo de nuestra Patria y la convicción de que México es sincero cuando ofrece y desea amistad con todos los pueblos de la tierra. (Aplausos: 12 s.)

Como el gran jefe de familia que planea organizar el bautizo o la fiesta de XV años de la hija, el Presidente de la República decide hacer lo mismo con el pueblo de México, organizarle la mejor olimpiada de todos los tiempos, superar sin duda alguna, la que se había efectuado en Tokio cuatro años antes y la de Roma hace ocho años; el magno evento con el que se diera a conocer el país en todo el mundo. El evento internacional se llevaría a cabo, en un ambiente mundial de hostilidad, de la denominada “guerra fría”, la pugna ideológica, política, económica y militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Y mientras los Beatles era el conjunto musical que más discos vendía y la oleada juvenil hippy pregonaba en los Estados Unidos sus manifestaciones de protesta en contra de la guerra de Vietnam o el movimiento de los derechos civiles a favor de la comunidad afroamericana ponía en riesgo el orden de la sociedad americana; nuestro país, no dejaría de ser también blanco de tener su propia “oleada” de protesta juvenil.

El México de 1968 es el México de la cúspide, del auge y de la caída, el “clímax” con el que logra consolidarse el régimen de la revolución mexicana y también para su propia desgracia, el inició de su decadencia política y moral, de su total descrédito y corrupción. Lo que debió de haber sido el gran logro de los gobiernos priístas revolucionarios, terminó por convertirse en su propia marca de desprestigió.
El país no rebasaba los 48 millones de habitantes, mucho menos de la mitad de habitantes que hoy tiene el país (112 millones en el 2010); su economía crecía al 6% anual, cifra que es el triple de lo que actualmente, nuestro país crece. La flotación entre el peso y el dolar era de apenas $12.50, actualmente, $0.017 centavos de lo que es un peso actualmente. Una deuda externa que no rebasaba los 5 mil millones de dolares; un país que a comparación de España o de América Latina, no era gobernada por militares, pues en España gobernaba Francisco Franco desde 1936, en  Argentina  Juan Carlos Onganía desde 1962, en Paraguay Stroessner desde 1954, en Brasil Joao Goulart desde1964; revueltas y guerrillas azotaban en sudamérica y centroamérica, así como intervenciones armadas de los Estados Unidos. México, mientras tanto, se mantenía como un país independiente, con su propio discurso retorico "nacionalista" y "revolucionario", muy diferente del que pregonaba la Cuba revolucionaria de Fidel Castro.

Unidad Habitacional Tlatelolco


Sin embargo, la sociedad mexicana de aquel entonces, era producto también de aquel "milagro mexicano"; en apenas 20 años, México había dado el gran salto a la industrialización, del "campo" a la "ciudad"; una nueva clase social había surgido, una totalmente distinta de la "obrera" o de la "campesina", que habían hecho la revolución cincuenta años atrás: Era la "clase media", la que vivía con todas las comodidades de la Ciudad de México, la mas preparada, la que contaba con los servicios médicos del IMSS e ISSSTE, la que contaba con las mejores instituciones educativas, la UNAM y el Politécnico; la ciudad que tenía sus grandes vialidades, como el Viaducto, el Periferico; la que pronto tendría su propio "tren subterraneo" como el de las grandes ciudades del mundo: Londres, New York, Chicago; donde su gente vivía en los mejores fraccionamientos de "habitaciones populares" que los gobiernos revolucionarios priístas, habían logrado construir: los "Multifamiliares Juárez", la "Unidad Habitacional San Juan Aragón",  o "Ciudad Tlatelolco". Esa clase social, fue la beneficiada del régimen, sin embargo, se convirtió en la ingrata, la crítica, se volvió disidente o "reaccionaria", para ponerse en contra del gobierno.



Una "conjura internacional" se dió contra México. Estaban decididos a desprestigiar al país, harían todo lo posible por "dañar a México".



En el IV Informe de Gobierno, 1° de septiembre de 1968, en plena efervescencia del movimiento estudiantil y a sólo seis semanas de llevarse a cabo el magno evento, el Presidente expusó sobre dicho evento lo siguiente:

Los juegos Olímpicos van a celebrarse, por primera vez en un país de habla española; por primera vez, en una Nación latinoamericana; y por primera vez, el anfitrión va a ser un pueblo que no está catalogado entre aquellos que se encuentran en pleno desarrollo.
Agréguese a lo anterior que somos un pueblo con muchas necesidades insatisfechas y, por otra parte, las muy difíciles condiciones económicas con que se iniciaba el año 1965.
Ante estas preocupaciones, emprendí una muy amplia consulta en los distintos sectores, con miembros prominentes de partidos políticos, dirigentes obreros, campesinos y patronales; representativos de la banca, la industria, el comercio, la agricultura, la minería y la ganadería; con gente de la capital y de la provincia.
Estábamos a tiempo, entonces, de declinar, sin deshonor. Varias ciudades deseaban reemplazarnos.
Se pesaron consideraciones de toda índole, para llegar a la conclusión, abrumadoramente mayoritaria de que, un vez contraído, como lo había sido, no debía correrse el riesgo de cancelar el compromiso: podía perjudicarse gravemente nuestro crédito en los medios bancarios internacionales y deteriorarse nuestra economía interna, por que el pueblo en general, hasta los más apartados rincones del país se había hecho ya a la idea de que la capital de la República fuera la sede de los Juegos Olímpicos. El impacto psicológico de desencanto podía provocar imprevisibles y peligrosas consecuencias.
Se tuvo también muy en cuenta que el sacrificio de ahora produciría benéficos aportes a la economía del país en general, aún a sabiendas de que la recuperación de parte de la inversión gubernamental tendría que ser a largo plazo.
Terminada la consulta, se tomó la decisión de continuar adelante, comenzar a trabajar de inmediato en la organización, tan compleja, que requiere un evento de esta naturaleza y reducir el desproporcionado presupuesto, ajustándolo a las reales posibilidades económicas de México, gastando sólo lo estrictamente indispensable para presentarnos con decoro, sin lujos inútiles. Ello se logró gracias a que teníamos ya varias de las instalaciones necesarias, al escrupuloso manejo de fondos y a la forma exigente de llevar los arreglos para posibles recuperaciones.
Cuando hace años se solicitó y obtuvo la sede no hubo manifestaciones de repudio ni tampoco durante los años siguientes y no fue, sino hasta hace unos meses, cuando obtuvimos informaciones de que se pretendía estorbar los juegos. Durante los recientes conflictos que ha habido en la ciudad de México se advirtieron, en medio de la confusión varias tendencias principales, la de quienes deseaban presionar al Gobierno para que se atendieran determinadas peticiones, la de quienes intentaron aprovecharlo con fines ideológicos y políticos y la de quienes se propusieron sembrar el desorden, la confusión y el encono, para impedir la atención y la solución de los problemas, con el fin de desprestigiar a México, aprovechando la enorme difusión que habrán de tener los encuentros atléticos y deportivos, e impedir acaso la celebración de los juegos Olímpicos.

Lo debido y lo legítimo puede obtenerse por los causes normales; pero no estamos dispuestos a ceder ante la presión en nada que sea ilegal o inconveniente, cualesquiera que lleguen a ser las consecuencias. por mucha importancia internacional que revistan los Juegos Olímpicos, el compromiso que México contrajo para celebrarlos en su suelo no mediatiza su soberanía. (Aplausos 12 s.)

La lógica del presidente, es patriota, estar a favor de las olimpiadas, es estar a favor del país, oponerse a ellas, es "traicionar" al país, servir a "intereses oscuros", a viles "conjeturas internacionales", que ponían en "riesgo", la soberanía de la nación. Ante este complot por derrocar al país, había por lo tanto, que hacer algo importante, "no dejarse", declararles la guerra a los "enemigos de México".

Ese fue el significado, que Gustavo Diaz Ordaz le había dado al movimiento estudiantil de 1968. Un humilde poblano que de infante, vivió de "arrimado" con sus tios maternos, de "tez blanca"; que con sacrificios estudio leyes, gracias a la benevolencia de "hombres fuertes" como el que fue Máximino Avila Camacho gobernador y cacique de Puebla; que gracias a su benevolencia, fue Agente del Ministerio Público, Profesor de Derecho de la Universidad de Puebla, Presidente de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, ex Diputado, ex Senador y también ex Secretario de Gobernación. El gran patriarca de México, no fue capaz de entender las exigencias de su juventud, que le gritaban desde la plancha del zocalo, "Porfirio Diaz Ordaz", "Trompudo", "Sal al balcón hocicón". Para él, los estudiantes no eran inconformes, eran "reaccionarios", "carroña", "jijos de la chingada"  y servían desde luego, a las "agencias externas".  

Auditorio Nacional

La infraestructura olímpica estaba construida, el próximo estadio olímpico de Ciudad Universitaria, se había construido también, el Estadio Azteca, la Villa Olímpica Miguel Hidalgo, la Alberca Juan de la Barrera, la "Ciudad Deportiva" en donde se encontraba el Velódromo y el Palacio de los Deportes; el Auditorio Nacional y el Campo Marte en plena avenida Reforma; así como la construcción y sofisticación de la Torre de Comunicaciones para estar en posibilidad de transmitir la competencia internacional televisivamente a por lo menos 600 millones de espectadores, en un planeta de apenas 3,500 millones de habitantes, (poco menos de la mitad los habitantes al año 2010),  la mayor cobertura de la historia de la televisión a nivel mundial.

Se había gastado la cantidad de 1,915 millones de pesos,  lo que implicaba que el presupuesto se hubiera limitado y renunciado a otras prioridades. 1,915 millones de pesos, era lo que estaba costando la olimpiada, una cantidad alta, tomando en cuenta que en ese mismo año, se había logrado otros gastos públicos relevantes, como los 7 millones que se habían gastado en Petróleos Mexicanos, 137 millones más en construir y remodelar aeropuertos, una cantidad de pesos, que mostraba el gran reto de hacer la olimpiada. si tomamos en cuenta que 30 años atras, (1938),  la expropiación petrolera le había costado al gobierno mexicano la cantidad de 200 millones 556 mil pesos para pagar indemnizaciones a las compañias petroleras francesas, británicas y americanas; el costo por lo tanto de la olimpiada, de 1,915 millones, equivalía a pagar a por lo menos diez veces la expropiación petrolera.

Palacio de los Deportes

Estadio Azteca

El costo de la olimpiada, era equivalente a pagar diez expropiaciones petroleras, cifra que quizás ningún diputado, senador, ministro de hacienda o periodista libre quería denunciar. Era un derroche, del que todos sospechaban o inferían, pero que nadie, absolutamente nadie, se atrevía a decir. El gobierno priísta encabezado por Gustavo Diaz Ordaz no desistiría del compromiso internacional que había adquirido desde 1963, para ser la sede de los juegos olimpicos, aun pese a la insistencia de varioS miembros del Comité Olímpico Internacional interesados en arrebatarle la candidatura.

Seguramente Gustavo Diaz Ordaz consultaría con su amigo americano Win Scott,  agente "secreto" de la CIA para asuntos en América Latina, con sede en Ciudad de México, respecto a la conjetura internacional efectuada en la Ciudad de México; temeroso el presidente de que las olimpiadas se suspendieran, solicitó interviniera ante Avery Brundage Presidente del Comité Olímpico Internacional para conocer si existía aquel riesgo.  Lo cierto, era que la Carta Olimpica proveía entre sus condiciones para ser sede olímpica, no tener manifestaciones, ni revueltas populares; la olimpiada mexicana pues, corría el riesgo de ser suspendida, ante la percepción que la prensa internacional del estado "hostil" que se vivía en la capital de la República.

Avery Brundage Presidente del COI

Averu Brundage magnate, filantropista, constructor de varios rascacielos en la Ciudad de Chicago Estados Unidos, Presidente del Comité Olímpico Internacional, sin duda alguna entabló comunicaciones con el funcionario del gobierno mexicano Pedro Ramirez Vázquez Presidente del Comite Organizador de las Olimpiadas, respecto a los eventos que estaban ocurriendo en la Ciudad de México. El Secretario de Gobernación Luis Echeverria Alvarez, ofrecía las garantias de que los eventos ocurridos en la Ciudad de México, serían resueltos a la brevedad posible. El movimiento estudiantil, pese a que una de sus porras eran: "¡No queremos olimpiada, queremos revolución¡", lo cierto era, que en pliego petitorio en sus seis puntos, no pedía la cancelación de las olimpiadas. Su principal demanda se limitaba en el "Dialogo público", el cual debía efectuarse televisadamente.  El Presidente por lo mientras, había designado una comisión a cargo de Jorge de la Vega Dominguez, para contactar a los lideres estudiantiles,  pero en ningún momento el gobierno pensó, en desahogar el dialogo público solicitado. 

El Presidente había optado por el uso de la fuerza pública, así lo había anunciado en su IV Informe de gobierno, la policía debía de intervenir, inclusive hasta de la totalidad del ejercito, para poder restaurar el orden jurídico "quebrantado". Las acciones del gobierno, fueron por lo tanto contundentes, con el uso del ejercito ocupo las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, posteriormente lo haría con los del Instituto Politécnico Nacional, a través de sus agentes de la Dirección Federal de Seguridad, llevaría la detención de los principales instigadores del movimiento, hasta finalmente, llevar a cabo el "incidente" ocurrido en Tlatelolco, el día 2 de octubre de 1968.



 Sin duda alguna, el día más dificil de la administración del Presidente Diaz Ordaz y de la historia del país, después de la revolución mexicana, fue aquel 3 de octubre de 1968; cuando había que "aparentar" la normalidad y negar en lo que fuera posible, el golpe de estado que el general Marcelino Garcia Barragán Secretario de la Defensa Nacional,  había hecho en la tarde de tlatelolco.

Historias que no se han contado todavía, pero lo ocurrido en aquella tarde y noche, fue y sigue siendo todavía, la gran verguenza en la historia politica de nuestro país, de los {ultimos cincuenta años. El parteaguas, el "antes" y "después". La historia que el presente de ahora, exige conocer a fondo.

La prensa alemana tenía conocimiento de que el gobierno mexicano, había masacrado a mas de un centenar de estudiantes, lo mismo había denunciado la periodista italiana Oriana Fallaci testigo presencial de lo ocurrido en Tlatelolco; el Comité Olímpico Italiano y el presidente de la Asamblea General de Federaciones Internacionales, Giuliu Onesti y Berge Phillips, habían dado un "mensaje" a la prensa internacional, sobre los hechos violentos ocurridos en Tlatelolco, condenando la violencia; pero la prensa mexicana, condenó el mensaje, como "un golpe artero contra México por medio de la prensa mundial", un "acto hostil contra el país", "una interferencia de asuntos internos que eran de exclusiva competencia del gobierno de México"; cualquier acto o crítica logró contrarrestarse a través del "patriotismo" de la prensa mexicana que se dedicó a minimizar lo ocurrido y también desde luego, a lo que la prensa soviética y cubana habían dicho del evento, "prensa europea sensacionalista", dandole a México un "trato respetuoso." Las embajadas de Inglaterra, Japón, Belgica y del mundo entero, nada dijeron, tampoco de lo dicho por el embajador de México en la India Octavio Paz, quien renunció a su cargo; sólo silencio, lo ocurrido fue callado y sepultado gracias a la intervención del presidente del Comité Olimpico Internacional Avery Brundage, quien únicamente se limitaba a decir, que "los juegos olimpicos se llevarían a cabo", tal como ocurrió en Berlin en 1936, cuando el entonces Presidente Brundage, era miembro del Comité Olímpico Internacional y testigo presencial, de la olimpiada organizada por el lider alemán Adolf Hitler.

La discusión olímpica que enfrentó el Comité Internacional, no fue lo ocurrido en la Ciudad de México, asunto que fue plenamente ignorado y olvidado, sino fue la posibilidad o no de admitir que Sudafrica, participara o no en los juegos; el posible "boicot" de los países africanos por su admisión a la olimpiada, sustituiría la discusión del movimiento estudiantil. Mientras tanto, la precupación del gobierno mexicano, sería el trato que le daría a la delegación deportiva española y la bandera nacional que ellos utilizarían, si el de la república derrocada o la del dictador Francisco Franco, gobierno golpista español con el cual, México seguía sin reconocerlo. Fuera de esto, no le preocupaba en lo mínimo, lo ocurrido en Tlatelolco.

Finalmente, el 12 de octubre, contra viento y marea, se llevó a cabo la olimpiada internacional, haya sido como haya sido, los "enemigos de México", no triunfaron, la fiesta olimpica se llevó a cabo.

México ganaría su medalla de oro, con aquel joven preparatoriano testigo de la revuelta estudiantil, por el hecho de también haber sido estudiante, Felipe "el Tibio" Muñoz, en podium por encima de los competidores de Estados Unidos y la Unión Sovietica, frente a su bandera y la prensa internacional, lo único que hizo fue llorar, tras escuchar el himno nacional.

En contraste a ello, los corredores americanos Tommy Smith y John Carlos, luego de ganar la carrera de los 200 metros, victimas y testigos de la represión autoritaria por el gobierno americano, por la lucha de los derechos civiles, que encabezaría Martín Luther King o Malcom "X", lo que hicieron luego de ganar, fue levantar el puño con el guante negro. El "black power". El puño en alto, que dignificó desde la más alta condecoración olímpica, la lucha social de los reprimidos por los gobiernos autoritarios del mundo. Entre ellos, el de México. El atleta Tommy Smith hizo recordar simbólicamente para algunas, la lucha estudiantil.  











BIBLIOGRAFIA.
*AGUAYO QUEZADA, Sergio. 1968 Los Archivos de la Violencia. Editorial Grijalbo. México 1998.
* JEFFERSON MORLEY. Nuestro Hombre en México. Editorial Taurus. México 2010.
* SCHERER GARCÍA Julio y Carlos MONSIVAIS. Parte de Guerra II. Los Rostros del 68. Editorial Nuevo Siglo Aguilar. México 2002.
* INFORMES PRESIDENCIALES DE GUSTAVO DIAZ ORDAZ y LÁZARO CÁRDENAS DEL RIO.
. http://www.diputados.gob.mx/cedia/sia/re/RE-ISS-09-06-13.pdf
http://www.diputados.gob.mx/cedia/sia/re/RE-ISS-09-06-08.pdf

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