PORRAS, PORROS Y PORRISMO EN LA UNAM
Había que acabar con los católicos, retrogradas,
reaccionarios, conservadores, enemigos de los senderos de la Revolución
Mexicana, que se habían incrustado y perpetuado en las aulas de la Universidad
Nacional de México. El clero había hecho
posible rebelarse contra el gobierno revolucionario de Plutarco Elías Calles,
desconocieron sus leyes y el principio republicano laico de la separación del
Estado y la Iglesia; odiaban a Juárez, al Presidente y a las conquistas
sociales emanadas de la revolución. ¡Eran los últimos porfiristas que habían
sobrevivido a la etapa violenta de la revolución¡
Las organizaciones estudiantiles abundaban los católicos
por todos lados, ellos eran los que habían politizado las elecciones
presidenciales de 1929 y 1946; su estúpido lema, de “Este hogar es Católico, No se acepta propaganda comunista”, había
frenado por completo a la educación socialista, eran ellos, los que ponían en
riesgo el triunfo de la revolución, con sus ideas anacrónicas de primero
enseñar el catecismo, antes que alfabetizar.
Hombres como Antonio Caso y Manuel Gómez Morín, habían
frenado las ideas progresistas de Vicente Lombardo Toledano de enseñar
educación marxista; amparados éstos bajo la falaz idea de la “autonomía
universitaria”, habían impedido que el ideal revolucionario (cardenista) de la
educación socialista, llegará también a las universidades. Ni siquiera la
negativa de darle recursos económicos a la Universidad Nacional había frenado
el avance de las juventudes católicas, contrario a ello, se habían fortalecido,
en la defensa de sus “buenas costumbres y credos”.
La discusión entre el modelo de Universidad tradicional
defendida por los grupos católicos conservadores, frente a la visión
socialista, propuesta por los gobiernos revolucionarios, se volvió caótica,
cuando en 1933, el entonces Director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia
Rodolfo Brito Foucher, apoyado por un grupo de estudiantes activistas de las
juventudes católicas, iniciaron una huelga en el que solicitaron la renuncia
del Rector Roberto Medellín, mismo que ante las duras presiones, terminó por
presentar su renuncia.
Desde las oficinas de la Policía Secreta del gobierno
revolucionario, se instrumentó el plan secreto para acabar con los “conejos”,
así se les llamaba a los activistas católicos, sinarquistas, reaccionarios,
financiados por el Arzobispado de la Ciudad de México y que se habían adueñado
de la Universidad de México. Los “conejos”, habían aumentado no solamente en
simpatizantes, sino también en figuras notables, algunos de ellos eran
distinguidos académicos, líderes estudiantiles que encabezaban las sociedades
de alumnos en las distintas escuelas que conformaban la Universidad, inclusive dirigían
la Confederación Nacional de Estudiantes y la Federación Universitaria. Una “sociedad secreta”, auspiciada desde el
Vaticano, por el Papa Pio XI, quienes financiaban la constitución de la Acción
Católica, movimiento político disfrazado de socialista, que conformaban en
distintas naciones de Europa y de América Latina, grupos de activistas, tales
como la Juventud Obrera Católica, la Juventud Estudiantil Cristiana, la
Juventud Universitaria Cristiana, Juventud Agraria Cristiana y la Juventud
Independiente Cristiana entre otros.
Resultaba obvio que la intromisión de sociedades secretas
católicas, financiadas por el Vaticano y altos jerarcas de la Iglesia Católica
en México, era un tema político de seguridad nacional. Habían enfrentado al
Presidente Plutarco Elías Calles, agitado a los campesinos y organizado grupos
guerrilleros o de agitadores profesionales, que habían puesto en jaque al
gobierno revolucionario, con la guerra civil cristera. Inclusive, muchos de sus
miembros, eran fanáticos, dispuestos asesinar al Presidente de la República; lo
habían hecho ya con el general Álvaro Obregón.
Era obvio que no se quería resucitar la guerra cristera;
el gobierno revolucionario, aun no estaba del todo consolidado, muchos de sus
supuestos miembros, ni siquiera simpatizaban con la moral revolucionaria.
Lázaro Cárdenas era acusado de comunista, por los propios miembros de su Partido.
La clase política gobernante desconfiaba de las medidas políticas nacionalistas
y revolucionarias implementadas. La reforma constitucional a la educación
socialista, la nacionalización de los ferrocarriles, el reparto agrario y la
expropiación petrolera, habían sido todos ellos acciones revolucionarias que lo
único que provocaron, fue haber politizado y polarizado las elecciones
presidenciales de 1940. Ni aun, las resistencias del propio régimen
revolucionario y la nominación como candidato presidencial, a un hombre neutral
y católico, como era Manuel Ávila Camacho, habían calmado los ánimos, de que el
país, se dirigía al comunismo.
Estas tensiones políticas entre el gobierno y la
Universidad, se vivieron durante la década de los años treinta. La Cámara de
Diputados, consideraba a la Universidad como un bastión “reaccionario a la
revolución”, por lo que para controlar y exterminar dicha oposición al régimen,
ésta únicamente autorizó en el presupuesto de egresos y en calidad de “ultima
vez”, una partida presupuestal de diez millones de pesos para la “Universidad
Autónoma de México”, mismos que deberían ser reintegrados por dicha entidad en
el espacio temporal de cuatro años. Igualmente, desde las esferas del poder público,
se creó y se organizó la primera institución educativa de educación superior,
acorde a las necesidades del modelo nacionalista y revolucionario. El Instituto
Politécnico Nacional, cuyo lema institucional lo dice todo: “La Técnica al
Servicio de la Patria”.
Claro que el gobierno revolucionario no cesaría en su
proyecto de reconquistar y someter a la Universidad. Pues, no podía dejar que
una institución como esa, produjera la cantidad de cuadros enemigos del régimen
nacionalista que se estaba construyendo. Tan sólo para los años 1939 y 1940, a
consecuencia del triunfo militar de la Falange franquista en la guerra civil
española, los movimientos católicos, conservadores, reaccionarios, católicos o
de “derecha”, volvieron a tomar fuerza y aprovechando el año de la elección
presidencial en 1940, decidieron apoyar al candidato opositor al régimen, a
través de un general supuestamente “revolucionario”, llamado Juan Andrew
Almazan, que lo mismo agrupaba, a la disidencia católica radical del movimiento
excristerio y sinarquista, hasta los propios simpatizantes del gobierno
revolucionario como lo eran el zapatista Antonio Díaz Soto y Gama y el general Joaquín
Amaro, que consideraban a Manuel Ávila Camacho como una imposición de Lázaro
Cárdenas; sin omitir desde luego, las huestes universitarias, representadas por
Manuel Gómez Morín y el recién partido político de color azul y blanco, que
serviría de fiel oposición al régimen priísta: Partido de Acción Nacional.
Se llegó a pensar, que el gobierno debería controlar a la
Universidad a través del la designación de su rector, pero eso no podía ser,
dado que la autonomía universitaria, era una autoridad colegiada, denominada Junta
de Gobierno, integrada por personas afines a la “reacción”, los que designaban
al Rector de la Universidad, situación que dejaba imposibilitado a los
gobiernos revolucionarios, para intervenir en los asuntos de la Universidad.
Entonces, el
Presidente Manuel Ávila Camacho, en su afán conciliador y en su política de
Unidad Nacional, dejo atrás los discursos revolucionarios radicales que habían
tenido sus antecesores, no vituperaría a la Iglesia católica, ni llamaría tampoco
a formar mas sindicatos o a convocar a una huelga general, tampoco amenazaría
con otra expropiación; simplemente negoció con los funcionarios de la
Universidad, para otorgarle de nueva cuenta recursos públicos, restituirle el
nombre de “Universidad Nacional”, así como hacerle una considerable donación,
de extensos terrenos ubicados en el Pedregal de San Ángel.
El Rector Rodolfo Brito Foucher, acepto la tregua e
inició las negociaciones para la elaboración de un gran proyecto, de gran
envergadura en la historia de la Universidad Nacional. La fundación y
construcción de la Ciudad Universitaria.
El “nuevo contrato” celebrado entre la Universidad y el
gobierno revolucionario, sería a través de la promulgación de la Ley Orgánica
de la Universidad Nacional Autónoma de México, publicada el 30 de diciembre de
1944.
La conciliación llegaría a su máximo grado, en 1946, con
la designación del candidato presidencial del Partido Revolucionario
Constitucional, Lic. Miguel Alemán Valdés. Egresado de la Escuela Nacional de
Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México y quien no
dudaría, en darle los recursos económicos necesarios a su alma mater, para la
construcción y modernización, de la Institución de Educación Superior más
importante del país.
El gobierno por lo tanto, no cesaría en su intención de
someter a la Universidad, lo hizo primero a través de los recursos económicos,
aceptando restituirle el nombre de Universidad Nacional, lo haría aprovechando
el momento cultural en que el país experimentaba; la difusión de una nueva era
de liberación sexual, de baile de danzón, vicios y placeres; el ambiente de
cabaret con el que colindaba el viejo barrio universitario, ubicado en el
Centro Histórico, impregnada de borrachos, gánsteres y prostitutas, sería aprovechado
al máximo para distraer a los estudiantes de su formación cristiana, para
incitarlos al pecado y después al desmadre, permitiéndoles a estos, hicieran
“novatadas” con los alumnos de recién ingreso, a los que les cortaban el pelo y
los paseaban por las calles del centro histórico, tal cuera fueran perros.
La juventud universitaria, a la que años antes se le
identificaba por su vocación cívica y católica, enemiga del régimen de los
gobiernos priístas revolucionarios, fue cediendo ante la para que fueran
“alivianados” y menos “persinados”; nada mejor que abaratar los precios de las
localidades en el Cine Rio, Venus y Goya, ubicados en el barrio universitario,
para que los estudiantes de la preparatoria y de las demás Escuelas de Estudios
Profesionales, decidieran “matar clase” e irse de “pinta” al cine, para ver las
películas de Lilia Prado, Ninón Sevilla, Pedro Infante, María Antonieta Pons,
Cantinflas, Joaquin Pardave, Tintán, así como en género de gansteres o rumberas
de un polémico productor y director, de nombre Juan Orol.
“Goya-Goya”, fue
la porra popular que vociferaban los estudiantes, encabezados por un estudiante
preparatoriano delgado, apodado “Palillo”, por su complexión delgada, quien
negociaba con el Cine Goya “boletos gratis” y quien acompañado de algunas de
sus novias, aprovechaba la oscuridad del cine, para “cachondear”; de ahí que la
porra universitaria, sería ¡Goya-Goya¡….¡Cachun-Cachun¡, agregando “Ra” “Ra”.
La Universidad nacional adquiría identidad, como una institución de educación
llamada a cumplir su misión histórica y patriótica, de darle sentido
ideológico, científico, humanístico y artístico, a la nación revolucionaria,
que crecía a tasas económicas, realmente espectaculares. Era el “milagro
mexicano”, la industrialización del país, hacía posible, pasar de la sociedad
agraria semi feudal, a una sociedad urbana e industrial, donde la ciudad de
México crecía, a la misma velocidad de los automóviles.
La construcción de la Ciudad Universitaria, fue el regalo
que el régimen corrupto y corruptor de la revolución mexicana, había donado a
la Universidad Nacional Autónoma de México. Inmensas hectáreas, donde los arquitectos
Mario Pani y Enrique de Moral, jugaban a recrear en los espacios, la gloria de
sus ancestros aztecas, mezclada con ese espíritu nacionalista que impregnaba la
revolución mexicana.
La construcción del Estadio Olímpico y las rivalidades
entre las dos instituciones académicas del país, Politécnico y Universidad,
encontraron en el deporte, principalmente en el futbol americano, su espacio de
combate, polarización y obviamente, de desmadre. Eran finales de los años
treinta e inicios de los cuarenta, cuando la Liga Mayor de Futbol Americano,
comenzó adquirir popularidad los partidos entre las selecciones de la
Universidad Nacional y el Instituto Politécnico.
No fue nada planeado, ninguna mente perversa estuvo
detrás de este cambio, la aparición del radio, el cine, la moda, la música,
fueron los factores externos que lograron que esa Universidad Nacional, se
“descatolizara” y se volviera, además de un recinto de estudios profesionales,
en una catedral del desmadre.
Quizás no fue el propósito de Emilio Azcárraga
Vidaurreta, empresario hijo de emigrantes españoles, dedicado a la venta de
automóviles y posteriormente, en concesionario de la radiofusora XEW; no es que
la música “popular” dejará de ser sacra y se convirtiera en expresión plebeya
de los sentimientos pecaminosos; tampoco fue la aparición del cine mexicano,
inspirada en las grandes estrellas cinematográficos de Hollywood, ni tampoco la
presión gubernamental de corromper el sindicato independiente de actores de la
industria cinematográfico liderados por Jorge Negrete, a través de un líder
esquirol, de gran arrastre popular como era Mario Moreno “Cantinflas”; no fue
que llegara el Buggy Buggy, el Chachacha, o Dámaso Pérez Prado con todo “mambo”,
así como el twis y el rock and roll; simplemente fueron los cambios en la forma
de hablar, de vestir, bailar, de pensar; la Iglesia Católica no se modernizo,
se estancó en su visión conservadora, no entendió las nuevas formas de liberar
a la sociedad, no entendió que la juventud universitaria, prefería ya mil
veces, irse a bailar con los amigos, que ir a misa con los padres.
Algunos filmes, son reflejo de esa transición de
identidad universitaria y politécnica; actores populares como la pareja de
Freddy Fernández “el Pichi” y Evita Muñoz “Chachita”, la doblista y cantante Evangelina
Elizondo, el comediante Germán Valdes "Tin-Tan", el cómico bailarín Adalberto Martínez “Resortes” y hasta el clavadista
y medallista olímpico Joaquín Capilla Pérez; personificaron todos ellos, aquel
México posrevolucionario e industrial, en el cual, sin haberse propuesto el
gobierno priísta de Alemán Valdes, comenzó a reducir los bastiones de las
juventudes católicas, para sustituirlas, por las “porras” universitarias.
Es entonces cuando aparece formalmente, el primer líder
“porro”: Luis Rodríguez alias “Palillo”, un joven carismático, por momentos
burlón, prepotente y cínico, un “fósil” que no acreditaba las materias, pero
que recorría todas las facultades de la Universidad y quien cobraba para hacer
favores o trámites en las ventanillas burocráticas de la Universidad; el líder
de la pandilla impune, que ninguna autoridad sancionaba, el que practicaba las
“novatadas” a los estudiantes de recién ingreso, a quienes bajo la excusa del
“examen médico”, a base de engaños los citaba en algún lugar de la Preparatoria
de San Idelfonso, para posteriormente, al grito de “¡Desfile-Desfile¡”, en
filas de cinco a diez alumnos, aplicarles a los recién universitarios, la
“circuncisión” o la “tuberculina”, luego a base de amenazas, les cortaría el
pelo a los alumnos ingenuos, para pasearlos por las calles como viles “perros”,
para luego llevarlos a una pulquería, a
beber pulque con gargajos que él y su pandilla porril, escupían.
El polémico “Palillo”, que termino siendo Psicólogo, con
doctorado en Paris y quien termino por casarse con la actriz Fanny Cano, era el
que comandaba a los porristas de toda la Universidad del equipo puma de futbol
americano y quien recibió todo el apoyo institucional a su “noble causa”, directamente
de la oficina del Presidente de la República, con el aval de la Rectoría.
Entonces los recursos públicos salpicarían en suéteres con el logo
universitario, gorras, ropa deportiva, banderas y toda clase de estipendios,
que convirtió a “Palillo”, en el estudiante más popular; bastaba su presencia
en el Estadio Universitario, para generar el ambiente festivo que provocan los
espectáculos deportivos.
Quizás las oficinas de la Dirección Federal de Seguridad,
la “CIA Mexicana”, dependiente del Presidente de la República, no dudaron, que
gente como “Palillo”, era la que requería para tener el control de la
Universidad.
La temible corporación policiaca, integrada por Agentes
del Servicio Secreto, entendieron que entre los medios de control que se debía
de tener en las Universidades Públicas, incluyendo el Politécnico, era
precisamente, tener gente como “Palillo”, igual de simpática, carismática,
pedante, prepotente, criminal, que pudiera ser cabecilla de grupos
estudiantiles que se comportaran como “hordas”, que aunque no estudiaran,
cumplieran con la función de tener controladas a las universidades.
Entonces, la Universidad para que pudiera estar
controlada, debía de ser vigilada, espiada, acosada, denunciada, representada,
por los grupos porriles; sólo de esa forma, podían contrarrestar a la fuerza de
los “conejos”, (juventudes católicas) que aun en menor grado, imperaban en las
aulas universitarias, así como a los comunistas.
Los porros pues, fue el “ejército de orejas”
(informantes) y “células de choque”, que se infiltraron en la Universidad, que
amparados como alumnos inscritos en la Universidad, cumplían con sus funciones
de espionaje, provocación y apoyo logístico financiero a los funcionarios de la
rectoría simpatizantes del gobierno priísta y líderes de la porra. Muchos de
ellos, temidos y conocidos por sus apodos: “Pistolo”, “Dager”, el “Pinky”, el
“Principe”, el “Bruja”, el “Monovano”, el “Capullo”, el “Vejigas”, el “Manos de
Palo”, el “Llanta Baja”, “Cuco Pelucho”, “Fakir”, el “Aracuan”, el “Turco”, el
“Pelón valencia” y el “Upa el Cavernario”, por citar algunos de ellos.
Encargados, no solamente de hacer desmadres en los eventos deportivos, sino
también, a organizar eventos políticos, para ganar la legitimidad de la
“representatividad estudiantil”, en las sociedades de alumnos, organizaciones
estudiantiles como la la FNET Federación Nacional de Estudiantes Técnicos;
aunado a contrarrestar, a los grupos de
activistas católicos y comunistas.
Nadie podía con ellos, el Jefe de la Policía de la Ciudad
de México, Manuel Mendoza Domínguez, estableció un sistema de “zonas de
tolerancia”, en donde se encontraban las escuelas preparatorias para que estos
porrillos pudieran hacer lo que se les pegara la gana. Muchos de estos porros,
se convirtieron a la larga en “madrinas”, como lo fue el “Fakir”, Pepe López,
el “Negro” Durazo, Manolo Prieto, Hugo Olvera, “Chato Pasta”; algunos de ellos
se convertiría a la larga, en “abogansters”, como Bernabé Jurado, embaucador de
sus clientes, capaz de comerse los documentos o bien, otros se convirtieron en
diputados y hasta Jefes de la Policía.
Pero en fin, la organización porril creció en la
Universidad, hasta conformar la Federación Estudiantil Universitaria, quien gozaría
de algunas prerrogativas concedidas por las autoridades universitarias, como el
otorgamiento de locales, así como “ayudas económicas”, financiadas por el PRI,
para convocar a congresos estudiantiles.
El partido de Estado (PRI), se introduciría en las
universidades y ganaría cada vez más adeptos, ya fuera entre estudiantes,
porros, o inclusive, hasta en
comunistas. Al grado, que un Presidente del PRI, Alfonso Martínez Domínguez se
le atribuye la frase: “El PRI no necesita escuela de cuadros, para eso tiene al
Partido Comunista”.
Sin embargo, el ascenso a la presidencia de Adolfo López
Mateos (1958-1964) y sus declaraciones “revolucionarias”, de decir que su
gobierno, “era de extrema izquierda, dentro de la Constitución”, volvió sin
proponérselo y quizás a espaldas suyas, a dar impulso al activismo estudiantil
de tintes católicos, o supuestamente católicos, ahora calificados como
“conservadores” o de “derecha”, activismo que se destacó por ser oposición
extrema, a los grupos estudiantiles de “izquierda” que se identificaban como
comunistas, los cuales, eran sin duda alguna, simpatizantes de Fidel Castro y
la revolución cubana.
Entonces, la paranoia del comunismo hizo que en la
Universidad se conformara el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación
(MURO), el cual tenía como misión, “combatir la intromisión del comunismo en la
UNAM”. Dicha organización adquirió
fuerza, con sus campañas en contra del cine pornográfico, el tráfico de drogas,
las “novatadas” o la intromisión soviética en la facultad de Economía; sirvió
además de aparato de presión en contra
del Rector Ignacio Chávez, así como de organización estudiantil que
contrarrestaba el activismo estudiantil de los estudiantes “democráticos”,
identificados éstos, como simpatizantes del comunismo internacional.
No era de extrañarse, que el MURO, fuera la organización
porril más importante en el México de los 60’s y en la Universidad Nacional. En
la época en que el Rock and roll y las ideas “exóticas” del comunismo
internacional triunfante Cuba, pusiera en riesgo, a la “juventud mexicana”.
No era de extrañarse, que el Secretario de Gobernación
del Presidente Adolfo López Mateos y posiblemente líder máximo del MURO, era el
Licenciado Gustavo Díaz Ordaz, quien años después, sería nominado por el PRI,
como Presidente de la República.
Entonces, las
organizaciones porriles estaban consolidadas en el México de 1966, para poder
expulsar y humillar a un Rector de la Universidad; consolidadas también, para
poder servir de instrumento de control y represión, a efecto de poder denunciar
y acusar, en cooperación con los policías y agentes secretos, a los comunistas
y agitadores “saboteadores” de la olimpiada del México 68. Hechas, para servir
a la patria, al partido y al presidente de la república y no responder jamás de
sus fechorías.
¡La historia del porrismo, es una historia más de
impunidad¡.
·
ORDORIKA, Imanol. Violencia y “Porrismo” en
la educación superior en México.
·
MICHAELS, Albert L. Las Elecciones de 1940.
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SÁNCHEZ GUDIÑO, Hugo. Génesis, desarrollo y
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Miguel Angel Porrúa. México 2006.
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VELAZQUEZ ALLBO, María de Lourdes. El
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http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/6509/pdfs/65lenero.pdf