¡SANGRE Y MAS SANGRE; MUERTOS Y MAS MUERTOS ... ¡
Hay
cosas que me hacen enojar, me entristecen, me deprimen, me indignan y una de
ellas, es precisamente, la corrupción e ineptitud de los gobiernos, su descomposición
e indiferencia, su falta de respeto y
consideración hacia quienes debería de gobernar y proteger; me quedo sin
palabras para expresar mi indignación, la poca y mísera consideración, que
tanto gobernantes como criminales tienen, sobre uno de los derechos
fundamentales, universales, eternos e inmutables que tienen todos los seres
humanos, hombres o mujeres, por el simple hecho de ser, seres humanos; me
refiero a su derecho a la vida y desde
luego también, su derecho a su integridad física.
La
desaparición de 43 estudiantes normalistas en Iguala Guerrero, a cargo según las
investigaciones de la Procuraduría General de la República, de un Presidente Municipal que se sentía
virrey y de una policía municipal, que pese haber pasado los rigurosos evaluaciones
de “control de confianza”, se encontraba coludida con un cartel de
narcotraficantes, denominado “Guerreros Unidos”; deja en descubierto, lo que
nadie ha querido reconocer. ¿En qué carajo de Estado de Derecho vivimos?. Como
pretende nuestra ilustre clase política tecnocrática promover la inversión
extranjera, la competitividad y todas esas “mafufadas” que repiten con enjundia
neoliberal optimista de nuestros más altos funcionarios, empezando por el Presidente
de la República, si no se puede establecer
en el territorio nacional, el mínimo requisito que debe tener una nación para
su desarrollo y convivencia, me refiero desde luego, a la paz.
Creo
que hemos pisado fondo. No podemos seguir viviendo de esa forma. No son los 43
estudiantes normalistas, son cientos de miles de personas, que a lo largo de
nuestra historia, han muerto en circunstancias sospechosas, misteriosas, dignas
de un Estado fallido que poco le interesa en sus gobernados, preservar ese
derecho fundamental que debe tutelar, que no es más que el derecho a la vida.
Ante
este derecho fundamental, no me queda más que acudir a los argumentos de índole
religioso o espiritual. Quizás sea en dios, el mejor escalón que podamos tener
los seres humanos para creer en los valores humanos, porque lamentablemente,
nuestros gobiernos, nos han traicionado con sus mentiras. Hemos dejado de creer
en nuestros guardianes, en ese Leviatán que debía de protegernos, porque ahora
nos damos cuenta, que ni siquiera son capaces de protegerse a ellos.
¿Cuántos
muertos?, ¿Cuántos más?. ¿Acaso dios
puede escuchar este grito de incertidumbre?. ¿Acaso puede escucharlo, porque
parece que el gobierno, no lo oye, no lo entiende, no lo ve, no lo comprende?. Si un gobierno que se construye basado en los
principios del amor de la patria y que dice protestar una constitución y las leyes
que de ella emanan, no lo entiende, que puedo esperar entonces de aquellos que
viven al margen y en contravención de esa ley, que ni el propio gobierno, decide
cumplir.
Quien
mata a una persona, es como si matara a la humanidad; y quien salva a una
persona, salva las vidas de toda la humanidad; al menos eso dice el Corán, la
religión del Islam que practican los musulmanes y a los cuales, la prensa
occidental – no se diga la estadounidense - se espanta de ver su aparente vida
oscurantista de autoritarismo; pero cuando uno entiende su doctrina, cuando uno
conoce sus leyes y la premisas en las que se funda su credo religioso, pregunto
entonces, ¿que es lo que no ha entendido este gobierno, que los verdaderos musulmanes tan
criticados y juzgados si lo entienden; que es lo que nuestros criminales y
nosotros como mexicanos debemos hacer, para darnos cuenta, sobre la sociedad
decadente en lo que nos hemos convertido?. Para que tanta Virgen de Guadalupe,
o tanto San Judas Tadeo, si como cristianos que fuimos educados, no henos
aprendido la lección del “no mataras”. Y es que para vergüenza nuestra, somos un país violento. Los mexicanos arreglamos nuestras diferencias con mentadas de madre, luego con riñas y al final, matándonos Somos la nación con mas muertos en el mundo, sin que exista guerra alguna. ¿Acaso no da vergüenza?.
¿Nos
gana la sangre?, el coraje, el rencor, o simplemente el odio. (¡O quizás la imbecilidad¡).
- La historia de México se ha escrito con sangre y dosis de una crueldad inhumana. No basta los relatos españoles sobre los sacrificios aztecas, ni la forma tan despiadada y cruel, con la cual los conquistadores españoles y su clase terrateniente, sometió a los indígenas de nuestra patria; no basta la barbarie de la insurgencia en contra de las “buenas familias” que se atrincheraron en la alhóndiga de Granaditas, ni las batallas sangrientas de Hidalgo por lograr la emancipación; no basta en serio la actitud carnicera de Félix María Calleja de haber decapitado los héroes patrios y haber colocado cada una de sus cabezas, en cada uno de las esquinas de la alhóndiga; no basta los miles y miles de mexicanos muertos en la guerra contra los estadounidenses, ni los franceses, ni de las guerras civiles entre conservadores y liberales; ni mucho menos la sangre de Agustín de Iturbide o la de Maximiliano de Habsburgo; cierto es, que la historia de nuestro país, se ha escrito y lo que es peor, se sigue escribiendo, con sangre y más sangre.
Así
lo dice el himno nacional mexicano, cántico de guerra y no de paz, en cada
mexicano es un soldado que cada hijo te dio, en donde los cañones sonoros
llaman a los mexicanos a la guerra de todos los días, a pelear, como pelearon
los cientos de generales que proclamaron planes y manifiestos para desconocer a
sus gobiernos; los cientos de caudillos que llegaron al Palacio Nacional,
vestidos de militares con su pecho galardonado de colguijes y medallas al
mérito y al honor; ahí estaban los asesinos de Iturbide y de Vicente Guerrero, Anastasio Bustamante, Mariano Paredes Arrillaga, Antonio López de Santa
Anna, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y de otros tantos chacales, que actuaron
con terror y crueldad, para someter a un pueblo alegre, borracho y parrandero,
cuyas letras de sus canciones, es decir que la vida no vale nada.
Sangre y más sangre, como la del Presidente Francisco I Madero y José María Pino Suarez; sangre y más sangre como la de Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Pancho Villa y Álvaro Obregón; sangre y más sangre, de hombres buenos y otros malos, de hombres honestos y otros corruptos, de caudillos y de uno que otro sinvergüenza.
Sangre y más sangre, como la del Presidente Francisco I Madero y José María Pino Suarez; sangre y más sangre como la de Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Pancho Villa y Álvaro Obregón; sangre y más sangre, de hombres buenos y otros malos, de hombres honestos y otros corruptos, de caudillos y de uno que otro sinvergüenza.
Sangre
la de los cristeros, la de los agraristas, la de Rubén Jaramillo, la de Genaro Vázquez,
la de Lucio Cabañas, la de los estudiantes del 68 y del 71, la de la “guerra
sucia”; sangre y más sangre, de la que provoco el gobierno de Miguel de la
Madrid en el sismo del 85 por no rescatar vidas humanas de los escombros de los
edificios derrumbados a través de un ejército que obstaculizaba a cada instante
la solidaridad de los mexicanos; sangre y más sangre, la de los luchadores
sociales que fundaron el PRD durante la época del salinismo; sangre y más
sangre, la de los zapatistas de la rebelión de enero de 1994 y la de un
candidato presidencial que veía a un México, con hambre y sed de justicia.
Hasta
cuándo acabará esto. Sangre y más sangre, la de Aguas Blancas Guerrero o Acteal
Chiapas, la de la “guerra” de Felipe Calderón. La sangre despiadada, cruel,
inhumana, la que implica tortura, sadismo, crueldad, odio, venganza y terror.
La que mato a cientos, quizás miles de inmigrantes que cruzaron nuestro país
para conquistar el sueño americano y que nadie dijo nada, de ver sus cadáveres
descompuestos e irreconocibles, quizás por tratarse de simples guatemaltecos,
hondureños o salvadoreños; sangre y más sangre, como la de los cientos de
vecinos de San Juan Ixhuatepec o las del Sector Reforma en Guadalajara; o los
que surgen, cuando alguna empresa corruptor de gobiernos vendidos, infringe
cuanto reglamento o ley pueden, para seguir lucrando con el alcohol, los
vicios, la droga, el juego, la apuesta. Sangre
y más sangre, como los de los giros negros de Lobombo o del New’s Divine, o la
del casino Royale; sangre y más sangre, inclusive, la más pura, la más tierna e
inocente, como la de los 49 niños que
murieron quemados por el negligente incendio de la guardería ABC.
¿Cuándo
acabara esto?.
¡Estoy
indignado por lo ocurrido en Iguala¡. ¡Estoy triste¡, ¡Consternado¡, ¡Enojado¡.
Es momento de que todos reflexionemos que lo que ocurrió en Iguala y lo que ha
ocurrido a lo largo de la historia del país, no es normal, la vida es primero,
ningún muerto más.
Ese principio fundamental de respetar la vida del semejante, es la verdad que debemos tener todos. Desde el máximo gobernante que mueve los hilos del país, hasta el más humilde policía o sicario a sueldo. ¡Basta¡.... ¡Ningún muerto mas¡.
No
basta ya, quejarnos; hemos perdido la esperanza en todo, en nuestro Presidente,
en nuestro gobierno, en el concepto de justicia. Un espíritu de corrupción y “valemadrismo”
es el que nos ha llevado a esta crisis de absurdo, de negligencia y de
impunidad. ¿Es así como las reformas
estructurales modernizaran este país?. ¿Que garantías puede otorgar nuestro país a los inversionistas extranjeros que dicen que generaran la riqueza que "movera" a nuestro país, si nuestra policía en vez de protegernos, se colude con los pillos, y lo que es peor aún, esa misma policía le jura lealtad y obediencia a una autoridad cínica y falsa, carente de toda autoridad moral.
No
me queda más que decirle o pedirle a mi Presidente...
¡Que
renuncie¡.
Sin ningún
semejante mío tiene garantizado vivir, entonces, para que tanto Estado tanta
institución, tanta ley y tratado internacional.
¿Alguien
debe pagar moralmente este fracaso, para seguir sacudiendo conciencias?.
Que
mejor que lo haga el Presidente.
Hoy como nuca antes, podemos tolerar que la historia de impunidad, sadismo y muerte vuelva a repetirse. Nuestras conciencias, la tuya, la mia, la de todos, están obligadas a cambiar realmente, para poder entender que la violencia no es el camino, que hoy como nunca antes el Estado requiere de hombres integros, justos, valiosos, que lleven a la República a valorar, el significado de la vida.
Hoy como nuca antes, nuestros gobernantes, deben aprender, cual es su razón de ser. ¡Protegernos¡. ¡Así de simple¡. ¡Así de complejo¡. Sino pueden preservar la vida de un infante, de un indocumentado que cruza el país o la de una persona, que tenga o no, modo honesto de vivir, o bien, la de cualquier estudiante, que puedo esperar entonces, que lleven a buen fin, lo que tanto prometen y se vanaglorian.
Nuestro Presidente, debería poner el menos el ejemplo para que otros lo imitaran. …De no hacerlo, la
violencia física y verbal se seguirá desatando. .
Si
no decide hacerlo, ¿entonces que …?
Habrá que promover escala de peticiones y amparos, para pedir la protección de todos. ¿Habrá que promover las acciones legales, basadas en el caso Radilla, para pedir la justa indemnización a los familiares de las victimas de todos y cada uno de los muertos y desaparecidos en este país.
Habrá que hacer algo. Al menos demostrarle al gobierno y a los criminales, que nuestra conciencia, ha cambiado en mucho.
¡Ningún muerto más¡.