EVOLUCION DE LA SOCIEDAD CIVIL
INTRODUCCION
El presente ensayo, tiene como objeto exponer la evolución de la sociedad civil y su discusión contemporánea. Sin embargo para lograr esta exposición, se propone hacer un repaso histórico de cómo funciono originalmente esa relación dual entre Estado y Sociedad Civil, o bien, llamado coloquialmente entre gobierno y pueblo; que visión interpretativa influyó en su cambio, hasta llegar a la época actual de la globalización, donde se especula, que fue la sociedad civil organizada en “Tercer Sector”, quien logró esa conjunción final en su escala evolutiva.
DESARROLLO
La vida social, o mejor dicho, la vida de todos los seres humanos en sociedad, no es estática, ni nunca lo ha sido; el orden social, político, económico y jurídico, se encuentra en constante movimiento; más en las últimas dos décadas, donde el viejo orden mundial fue sustituido, por este nuevo orden, que aún, al día de la fecha, no ha terminado de implementarse del todo. ¡Todo cambia¡, es cierto; y aquello que alguna vez llamaron pueblo, gobierno, soberanía y democracia, también cambió.
El siglo XX, los años de la guerra fría, de las ideologías y el avance de todas las ideas científicas y humanistas, existen dos actores políticos que interpretan un papel importante en la historia de todas y cada una de las naciones contemporáneas. Por una parte, el Gobierno, identificado coloquialmente como “Estado” quien asume la tutela y el monopolio del interés público, quien además es omnipotente y asume funciones de gran padre benefactor; y por el otro extremo, existe otro actor, que representa al pueblo, a los gobernados, al interés privado, este sujeto, le llamaremos “sociedad civil”, aunque también podemos identificarla sin el adjetivo, como “sociedad” o simplemente “pueblo”.
El caso es, que en los últimos años, en esas dos décadas que podemos identificar la última del siglo XX y la primera del siglo XXI, tanto el “Estado”, como la “Sociedad Civil” se han transformado radicalmente. La tendencia será que en las próximas décadas las transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales, sigan continuando, sin que haya retroceso alguno, al grado tal que el nuevo orden social del siglo XXI todavía no ha llegado del todo, pues existen resistencias que pueden dilatar el proceso, como es el caso de nuestro país, ya sea por desconocimiento, inclusive hasta miedo a lo desconocido, nostalgia a los tiempos pasados o bien, mera ignorancia. Pero el cambio es y será irreversible. La nueva era está por llegar.
El Estado y la Sociedad Civil fue la gran dicotomía de los personajes políticos que hubo en cada una de las naciones modernas. En ambos personajes, llegaron inclusive a hostilizarse el uno al otro, en aras como diría De Sousa Santos, para impulsar el cambio social, ya fuera de una revolución, o de una reforma. La Sociedad Civil busco transformar el Estado a través de la “vía revolucionaria”, mientras que el Estado, para frenar esa misma revolución, buscó transformar la sociedad a través del “reformismo”. El resultado final de las dos últimas décadas, nos ha demostrado, que ni revolución ni reforma social, simplemente, ese viejo Estado cambió, ese Estado termino por transformarse, por reformarse a sí mismo y esa “Sociedad Civil”, que alguna vez llegó a considerar al Estado como su adversario natural, como diría Dagnino, Olvera y Panfichi, terminó por convertirse ahora en aliado, cooperador, auxiliar o ayudante, de ese mismo Estado al que antes tanto combatían. ¡Son tiempos de democracia¡. Lo “Publico” dejó de ser monopolio ideológico del Estado, como también lo “Privado” dejó de serlo por la Sociedad; no es que se trate del fin de la historia, simplemente, es el comienzo de una nueva historia que contar.
El “viejo Estado”, como le llamaremos en el presente Ensayo, representa aquel ideal construido por las ideas liberales de la Ilustración, es la democracia, el poder absoluto que fuera dividido para evitar abusos y atropellos y que tuviera como principal razón de serlo y hacerlo, la misma tutela que exigían los gobernados, ese ente homogéneo llamado pueblo, pero que al componerse de individuos, había que protegerlos en su libertad. Por eso el Estado fue un ideal construido en la ideología de la democracia y la representación política de ese mismo pueblo, y su razón de ser, fue siempre proteger la libertad de los seres humanos a quien debía de preservar. El Estado debía respetar por lo tanto, la libertad de los gobernados, no solamente su libertad política y jurídica, de manifestarse y expresar sus ideas, de participar inclusive en los procesos de renovación de esos poderes políticos que lo representaban, sino también, en su libertad de celebrar los contratos que a éstos más les complaciera, para poder satisfacer así sus necesidades privadas. La Sociedad, fue entonces considerada como una entidad que gozaba y estaba protegido de su derecho más sagrado que era la libertad.
Es el ideal de Rousseau, por el cual el contrato social, tuvo como objeto, precisamente proteger esa libertad de la que gozaban los individuos. El “pueblo”, siempre soberano, seria representado por personajes que elaborarían sus propias leyes, las cuales debían de “ejecutarse”, para el beneficio de ese mismo pueblo. Esa fue la concepción originaria entre el Estado y la Sociedad, no había punto de división, el Pueblo era soberano y designaba a su gobierno quien debía de “ejecutar” su “mandato”; el gobierno era por lo tanto del pueblo, para el pueblo y del pueblo. Sin embargo, el discurso político, siempre emocional, se aleja mucho de la realidad. Esa representación política fue y hasta el día de la fecha sigue siendo cuestionada; por eso, el mismo sistema democrático, desde un principio idealizó esa representación política, al llamarle “Instituciones que ejercen el poder”, Alex Tocqueville así lo define, la democracia son los sistemas de instituciones para ejercer el poder, surge entonces en el diccionario político esa nueva palabra de “Instituciones”, el pueblo y el gobierno, unidos por la democracia, a través de unos canales en el que se comunican, llamados “Instituciones”. John Stuart Mill termina por describir esa dualidad entre “Gobierno” y “Pueblo”, describiendo cual era la función de uno y de la otra, habla por ejemplo de que la función legislador no puede ser exclusiva del Estado, pues señala que en algunos casos deberán ser elaboradas por “comités de expertos”, sus señalamientos “reglamentan” la representación, a una cuestión de “mayorías” y “minorías”, por lo tanto, hace distinciones en que el pueblo, no es una masa homogénea, sino que en la misma existen distinciones.
Esa “sociedad democrática”, se fue alejando cada día más del Gobierno que decía representarlo. Pronto los lasallistas y marxistas se lanzaron a realizar nuevas proclamas que describieran al pueblo, identificado originalmente con la clase obrera; sus ideales, sobre todos los marxistas, se encaminaron ya no en la protección individual de cada uno de los miembros integrantes del pueblo, como concibieron los pensadores liberales; pues para los marxistas el pueblo debía ser tratado, no solamente de manera igual, sino que debía de ser igual. Nace entonces, el ideal de la igualdad. Con ello, el ideal de que el Estado debía ser auténticamente democrático, pero no con las diferencias que había hecho Stuart Mill, sino en la esfera igualitaria que proponía Karl Marx. El Estado por lo tanto, debía organizarse en comuna, siendo la ejecutora de la voluntad de la comunidad, el gobierno no debía ser por lo tanto, ajena a la voluntad de la base, los representantes de la clase obrera (antes llamada pueblo), debían reflejar esa estructura social. Mientras eso no ocurriera, entonces, no habría democracia; y entonces la ruptura entre Estado y Sociedad se dio en forma drástica. El paradigma revolucionario al que se refiere De Sousa nace; la visión marxista impera y marca profundamente esa división, un gobierno (burgués) que no representa y un pueblo (proletario e igual) que debe pelear por su emancipación. Que aspira a transformar el Estado. Las proclamas beligerantes y “revolucionarias” dan un nuevo sentido a la doctrina democrática, al grado tal, que se pone entre dicho, si en verdad pudieran ser consideradas “teorías democráticas”.
El Estado “moderno”, el Estado del siglo XX, es el Estado polarizado con esos dos personajes, el gobierno y el pueblo; lo opuesto al gobierno, le llaman “sociedad civil”, pero no con la connotación que años después le darían a dicho término, simplemente como una referencia más para diferenciar esa dicotomía. El Estado es el gobierno y el gobierno más que el ideal representativo, es una burocracia racional, que domina a la “masa”, como bien lo describiría Max Weber; las sociedades modernas contemporáneas del siglo XX, caracterizadas por el crecimiento de la población, por la complejidad de los nuevos problemas sociales del siglo XX que no existían en los siglos anteriores, transforman ese ideal democrático del gobierno o de la “representación del pueblo”, de ser una institución democrática, a una “burocrática”. La democracia, es por lo tanto, un discurso emotivo, romántico, utópico, lo real, son elecciones de dirigentes políticos, de meros aparatos burocráticos; pero cómo describiría Joseph Alois Schumpeter, la democracia no era mas que publicidad comercial, la competencia de las elites del poder, el mercado político donde se ofertan políticos y consumidores que no son más que los votantes.
Entonces esa división entre Estado y Sociedad se afianza más, como cita Norbert Lechner; el Estado deja de representar esos ideales democráticos que enarbolaron sus ideólogos, para representar autoritarismo, intervencionismo militar, represión, una burocracia autoritaria y parasitaria, un Estado irreformable. La aparición de la globalización como fenómeno económico y mundial, revoluciona esta división, el Estado obsoleto, corrupto, autoritario, parasito, inservible, burocrático, debe ser menos Estado. Para lograr ese cambio, el Estado debe suicidarse. Debe ser el mismo quien lo debe reformar, quien debe – citando a De Sousa – “reiventarse”.
El “viejo Estado” debe dar pie, a un “nuevo Estado”. Las viejas burocracias deben modernizarse, los ideales de ese Estado, también debe renovarse. En oposición a ella, el neoliberalismo, promueve la libertad política y económica de los miembros de esas sociedades estatales y el Estado, para lograr con dicho cometido, debe reducirse y eficientizarse. El Estado burocratizado, debe emprender su reforma, al que identifican los teóricos de la administración, como la “Gerencia Publica”, la “Nueva Administración”; otros más, la identificaron como la “privatización del gobierno”, fuera lo que fuera, el “viejo Estado” aun no termina de morirse y el “nuevo Estado” aun no termina por nacer, ambas coexisten todavía y son criticadas por la resistencia natural al cambio, la una a la otra; en oposición a ella, la sociedad civil, la que se organiza bajo este esquema, adquiere también nuevas formas de existencia, adquiere un nuevo rol en esta transición mundial, el pueblo, reivindica esa necesidad democrática que siempre la acompaña, en cientos de años constituyó sistemas de gobierno y concibió la democracia, como una forma de gobernar, de representarse y gobernarse; la época global no sería la excepción, la misma sociedad civil, ejerce sus derechos democráticos, para construir un nuevo esquema de participación y representación política; una nueva forma de gobernar, en donde coexiste el Estado y el Mercado. Esa nueva modalidad, es la que Evelina Dagnino, Alberto Olvera y Aldo Panfichi, identificaron como “Tercer Sector”.
La evolución de la sociedad civil pasa de ser la masa homogénea gobernada por una burocracia ineficiente, cuyos líderes políticos se ofertan a través de votos, a una nueva forma de organización social y económica, donde la sociedad civil es consumidora de los bienes y servicios que ofrece un Mercado cuyos proveedores, empresas privadas, (o bien, marcas comerciales) logran tener el poder suficiente, inclusive para comprar al propio gobierno, antes considerado como omnipotente.
Así llegamos a la época actual, llena de desafíos y nuevos problemas complejos, donde las corrientes de pensamiento ideológico pudieran distorsionar la búsqueda de esa verdad democrática que los ideólogos de todos los tiempos, se han empeñado en interpretarla. El “Tercer Sector” – llamada también, “Sociedad Civil”, “Organizaciones No Gubernamentales”, aun es interpretada bajo varios concepciones ideológicas, atendiendo inclusive a la región geográfica donde este aparezca. Pudiera ser interpretada como una “empresa social” que oferta “mercancía no lucrativa”, una simple concepción posmoderna del Estado debilitado y privatizado; o bien, pudiera interpretarse, como una respuesta a las políticas económicas neoliberales que mermaron las conquistas sociales obtenidas por aquel “viejo Estado” que aun y con todas sus criticas y detractores, sirvió para garantizarlos. (o al menos, esa fue siempre su justificación).
CONCLUSION
Sea lo que fuera, quizás la conclusión prematura a la que podemos llegar en este ensayo, es que los tiempos cambian, pues nada es inmutable, el “viejo Estado” es sustituido por un “nuevo Estado” y el “tercer Sector”, juega un papel importante en esa transición del viejo al nuevo orden político estatal; quizás sea ese el punto de comunión, donde converge la libertad de los gobernados en su necesidad democrática y social de lograr su felicidad, frente a una Entidad, una institución democrática, burocrática y representativa, que sea quien garantice esas libertades. Quizás nos hemos dado cuenta, que el Estado como tal, este por desaparecer, pues el Mercado ya lo haya ofertado como mercancía política susceptible de comprarse y venderse al mejor postor, y sea ahora ese Tercer Sector, quien haya sustituido a ese “viejo Estado” en sus nobles y altruistas funciones de garantizar, preservar y difundir el interés público . No lo sé todavía, falta mucho por leer, por interpretar, por aprender, por esperar los cambios que todavía, al menos en mi país, siguen sin llegar.
BIBLIOGRAFIA
· DAGNINO Evelina, OLVERA Alberto y Aldo PANFICHI. La Disputa por la Construcción Democrática en América Latina.
· DE SOUSA SANTOS, Boaventura. La Reinvención Solidaria y Participativa del Estado.
· LECHNER, Norbert. La (problemática) Invocación de la Sociedad Civil.