PORQUE DEBEMOS DE BOTARLOS Y NO VOTARLOS


Porque resultan ser siempre los mismos.
¡Imagina nada más¡.
Un gremio de burócratas partidistas que trabajan de “políticos”, hombres y mujeres narcisistas que requieren de la prensa y la televisión para manifestar en ella, no sus propuestas y logros que han hecho para transformar a este país, sino lo contrario, para culpar a sus adversarios de la ineptitud, la mediocridad y la corrupción en la que vivimos. No asumen la responsabilidad; finalmente  la culpa es de otros, no de ellos.
Ese gremio de burócratas, hablan mucho y hasta pareciera que propusieran políticas publicas que produjeran beneficios a sus ciudadanos, pero realmente hacen poco, les gusta vivir de los privilegios, quienes los defienden a toda costa, enarbolando falsas banderas de nacionalismo y soberanía; ¡hasta se dicen demócratas¡ pero la verdad es que no quieren que tú, él o ella, les vaya bien; piensan solamente en sus intereses.
¿Dónde están sus intereses?. En el dinero obviamente. El dinero que se custodia, se protege y no se transparenta, ya sea desde una organización sindical, un partido político, hasta un monopolio empresarial. Los “privilegios” consisten en recabar recursos económicos, a cargo del erario público, o bien, ante la falta de la intervención estatal, para promover y regular un mercado competitivo y si en cambio, favoreciendo los mismos monopolios.



Formar un partido político en este país, es una tarea casi imposible. Se necesita una fuerte inversión para hacerlo, los requisitos que establecen en el Código Federal de Procedimientos e Instituciones Electorales, son demasiados costosos, para que cualquier ciudadano, organizado inclusive en una asociación civil, pueda hacerlo.
Por ejemplo, el artículo 28 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales establece que para formar un partido político se requiere celebrar asambleas ya sea en por lo menos en doscientos distritos o en veinte entidades federativas; asimismo, la concurrencia de ciudadanos que deben asistir a esas asambleas, ya sea estatales o distritales, deben ser por lo menos entre trescientos a tres mil personas. Lamentablemente, ese mismo criterio, muy parecido, se requiere para la formación d partidos políticos en el Distrito Federal.
Eso significa por ejemplo, que en un país, donde los ciudadanos no están educados y donde impera la pobreza, la necesidad de formar un partido político, será algo falso, por lo que si algún grupo con pretensiones políticas quisiera constituir un partido político, necesaria una infraestructura humana, que se avocara a organizar asambleas, para que en ella concurran, por lo menos el mínimo de asistentes solicitados por la ley, a fin de recabar sus respectivas credenciales de elector y estar en posibilidad de acreditar ante la presencia de fedatario público o representante de la autoridad electoral, haber cubierto con los requisitos para la constitución del partido. Quienes pueden hacer esa loable tarea, debe ser una organización gremial fuerte y grande, como del tamaño de una federación sindical o de un partido político gubernamental.





¿Quién les dijo que los partidos políticos deban ser permanentes?. Y además: ¿Quién les dijo, que los partidos políticos deban ser forzosamente nacionales?. 
Lo dijeron los mismos partidos políticos que tienen estancado el país.
Los partidos gozan de una permanencia y de una serie de privilegios, que la ley les llama “prerrogativas”.  Reciben un financiamiento público demasiado oneroso, dinero público que en vez de destinarse a otros rubros importantes, como la salud o la educación, termina destinándose para sostener los gastos que implica sostener “organizaciones de interés público”, es decir, grupos corporativos, que detentan bienes muebles e inmuebles, vehículos, como también salarios de “dirigentes” y “lideres partidistas” que después terminan candidateándose y “representándonos” a nosotros los ciudadanos. Quien ingresa a uno de estos partidos políticos, confunde su participación política y su formación ciudadana, con la necesidad de ser reclutado, para un trabajo burocrático, ya sea en la estructura partidista, o bien, si el partido gana alguna elección, alimentando las filas de servidores públicos de la administración pública.  (A un bledo el servicio civil de carrera).
Nuestras leyes electorales han llegado al grado del cinismo, que han “garantizado”, que el 2% de los recursos que tenga el partido político, se dediquen a la “capacitación, promoción y desarrollo del liderazgo político de las mujeres” y otro 3%, para sus actividades especificas, (Artìculo 78 del citado Código); si las matemáticas no me fallan, el 95% de los recursos restantes, no sabemos para que se destinan; seguramente en sueldos de funcionarios partidistas y campañas electorales. No lo sabemos, por que los partidos no son transparentes, seguramente se irán destinados para precampañas presidenciales o para sostener vidas decorosas de hombres y mujeres que “viven de la politiquerìa”.





Las limitantes para que los partidos políticos no obtengan financiamiento privado, son severas, al grado tal que los partidos políticos se han convertido en organizaciones parasitas que viven a expensas de lo que les da la federación; no son “autosustentables”; pero aun así, defendiendo la predominancia del financiamiento público sobre el privado, argumentando de que el acceso a la política no sea una cuestión oligárquica a favor de la elite adinerada, o que no ingrese a ella, “financiamiento oscuro”, proveniente de la delincuencia organizada; lo cierto es, que las cuantiosas “ministraciones” que reciben los partidos en forma mensual, han hecho que los dirigentes partidistas, tengan una forma decorosa de vivir, hagan o dejen de hacer lo que los fines políticos que la constitución y las leyes les obliga hacer, es decir, contribuir en el sistema democrático y en formar también nuevos liderazgos; pues  el partido político no piensa en la democracia del país, sino en recibir su “tajada presupuestal”, sólo le basta garantizar el 2% de la votación nacional y recibirá las “ministraciones” mensuales, que le permitan conservar sus privilegios, sus inmuebles, sus empleados, sus cargos públicos; aunado a su narcisismo alimentado por las televisoras, dándoles nota de sus posiciones antagónicas y destructivas para el país.
Resulta que los partidos políticos nacionales, no todos ellos son nacionales; pero eso si, resulta que un partido político nacional que tenga presencia en Quintana Roo, necesariamente debe tener también una representación en Baja California; ¿Quién les vendió esa falacia?. En el ámbito local, sucede lo mismo, el partido que tenga presencia en Milpa Alta, debe tenerlo también en Azcapotzalco.?. ¿Quien les deijo eso? Por disposiciones jurídicas de ese tipo, los partidos políticos han actuado como verdaderas franquicias, organizadas desde “arriba” hacía “abajo”; abriendo “sucursales” en regiones donde no tienen presencia; pagándoles también sueldos a burócratas improductivos a las necesidades sociales del país, para asegurar la permanencia, aunque sea simbólica en dicha región; olvidando un bledo, su función social y política más importante, que es educar y formar ciudadanos.
Esto significa que si un grupo de ciudadanos quisiera competir legítimamente para acceder a gobernar una delegación política, por ejemplo en Miguel Hidalgo, requieran formar primeramente un partido político que tenga “presencia” no solamente en Miguel Hidalgo, sino también en Iztapalapa, Tlahuac, Xochimilco y en otras delegaciones.
De igual forma, los partidos políticos son permanentes, únicamente pierden el registro si no alcanzan el 2% de la votación, lo que los hace preocuparse para contratar actrices o cantantes de televisión o entrar a coalición con un “partido político grande”, que les garantice su sobrevivencia por otros tres años más.
Porque no pensar en la opción, que una vez que el partido político que acceda al poder, este se desintegre cuando sus representados accedan al poder. ¿Qué necedad de conservarlos?.
Que necedad de que haya pocos partidos políticos con mucho dinero. ¿No podría ser a revés?. ¡Muchos partidos con poco dinero¡.  Fomentar la aparición de partidos políticos regionales y temporales.
No digo que los partidos políticos nacionales sean malos, creo que muchos de ellos tienen posturas ideológicas aceptables, pero lo que reitero, es que no han cumplido su misión principal en este país, que es democratizar y formar ciudadanos. Los partidos confunden la democracia a una cuestión de ganar elecciones y la democracia no es eso; la democracia, no es un día de votaciones y tres años soportando a políticos narcisistas antagónicos; la democracia es el proceso que permite a los ciudadanos involucrarse en los asuntos políticos de su localidad, para que vigilen a sus representados y exigirles a sus respectivos gobiernos la rendición de cuentas, fomentar también entre otras cosas, que el Estado intervenga donde debe de intervenir, hacer que a todos les vaya bien. ¡A todos¡ …
¿Qué han hecho nuestros políticos, para que los jóvenes dejen de ser “ninis”, o de que exista “desempleo de nuevos profesionistas”?; ¿qué han hecho, para erradicar los índices de violencia, familiar y social en que se encuentra sacudido el país?; ¿para mejorar los baños de las escuelas, siempre sucios y apestosos, independientemente de la calidad de su infraestructura y de la profesionalización de sus maestros?; ¿qué han hecho para que el metro no esté tan lleno, ni haya congestionamientos viales en la ciudad, para que uno puede cambiar libremente de residencia, de escuela, de clínica?; ¿para que la gente que viva en Tecamac o Zumpango, ¡también trabaje en Tecamac o Zumpango¡.
La culpa de que existan esos partidos, finalmente es de nosotros los ciudadanos por permitirlo. Pero también debo ser justo y decir, que la culpa no es de todos los ciudadanos, pues muchos de ellos viven en un total sonambulismo, manipulados a causa de su propia ignorancia y falta de oportunidades, que los hace tener “pensamiento mágico” y seguir creyendo en los “Reyes Magos” o en los “milagros sexenales”, finalmente, a “qué le tiras cuando sueñas mexicano”; la culpa, es de la minoría de los ciudadanos que sabiendo esta situación, no hemos hecho nada para cambiar esta situación; por permanecer inmóviles y apáticos, quizás resignados.
Es hora de trabajar. El derecho es el camino. Las normas jurídicas ahí están, sólo se requiere la voluntad de adherirse, a las batallas legales que estarán por enfrentarse.

Es hora de que los ciudadanos tomemos la iniciativa.















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