LUIS ECHEVERRIA. EL EXPRESIDENTE QUE NO SE MUERE



Luis Echeverría Álvarez dijo en su toma de protesta el primero diciembre de 1970, “... subsisten graves carencias e injusticias que pueden poner en peligro nuestras conquistas: la excesiva concentración del ingreso y la marginación de grandes grupos humanos amenazan la continuidad armónica del desarrollo... Repudiar el conformismo y acelerar la evolución general es, en cambio, mantener la energía de la Revolución”. 


El discurso de Echeverría constituyó desde su inicio, una ruptura con “los emisarios del pasado”. En sus palabras iniciales realizó el primer ejercicio crítico a los más de cuarenta años de política económica que el régimen priista había llevado a cabo: “No es cierto que exista un dilema inevitable entre la expansión económica y la redistribución del ingreso. Quienes pregonan que primero debemos crecer para luego repartir, se equivocan o mienten por interés”. La política económica, se dictaría desde su oficina y bajo el proyecto, de “apresurar la marcha de la Revolución Mexicana”. Así pues, Luis Echeverría definiría su administración, como un gobierno profundamente Nacionalista, revolucionario y del “tercer mundo”. 

¡No era para más!. Dos años antes, el pais se había sacudido en un movimiento estudiantil que había sacudido, los cimientos en que se encontraban legitimado el régimen. Había pues, necesidad de “reinventarse”. 

“Revolucionario es hoy el digno servidor público, el soldado leal y el dirigente íntegro; el campesino y el obrero laboriosos; el maestro, el científico, el artista y el estudiante entregados noblemente a sus faenas. También lo es el empresario nacionalista y con visión social. No lo son, en cambio, el simulador ni el soñador de revoluciones: el anarquista, el provocador o el entreguista, movidos por fuerzas e intereses extraños que conocemos bien los mexicanos”. Durante su administración, fueron perseguidos y desaparecidos, cientos de guerrilleros, luchadores sociales y recibidos paradójicamente como refugiados políticos, a cientos de argentinos y chilenos, perseguidos por las dictaduras militares. 

Luis Echeverría Álvarez nunca había hecho carrera política, más que la de un eficiente burócrata “ejecutor” de las decisión de sus jefes, así lo había hecho cuando había sido Secretario Particular del Presidente del PRI, Oficial Mayor de la Secretaria de Educación Pública, Subsecretario y Secretario de Gobernación. “Llego a la Presidencia de la República sin resentimientos, ambiciones ilegítimas o deseos de satisfacer intereses personales o de grupo. Soy ajeno a la simulación, creo en la doctrina de la Revolución Mexicana y me he formado en la disciplina de la función pública.”. 

Luego de haber terminado su mandato, se hablaba mucho de que quería “seguir mandando”, por lo que fue exiliado como Embajador por el Presidente José López Portillo, a las Islas Fiji en Oceanía; en los ochentas, en la insurgencia priista que dio origen a la segregación del PRI, con la creación de lo que sería después el PRD, bajo el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, se habló de que él era uno de los artífices intelectuales, al menos el expresidente Carlos Salinas de Gortari, en una carta de once cuartillas lo acusó de encabezar la “Nomenklatura” que se oponía a la modernización (neoliberal) del país. Echeverría respondió simplemente en once renglones, que “él no mandaba, nisiquiera a sus nietos”. 

Hasta la fecha el señor sigue sin morirse, acusado de genocida por la matanza de estudiantes de 1968 y 1971, así como de la llamada y verdadera “guerra sucia”, resultó impune de cualquier sanción que lo involucrara como responsable. Así pues, el Licenciado dejará de percibir su “pensión” que él como presidente, el mismo sé determinó.

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