EL PRIISMO PERFECTO

México construye a partir de 1929, su propio proyecto de nación. Un partido contradictorio como su realismo mágico, una republica liberal (de corte americano) pero con ideas socialistas (de corte soviético). Un país, donde los mexicanos viven en libertad, de vivir en un régimen de garantías sociales, regidas bajo el poder del único jefe y líder de todos los ámbitos de la vida política, económica y social del país, que era el Presidente de la Republica. Un país, que llevo a cabo, la paradoja de ser “revolucionario”, y también “institucional”, como haciendo mostrar el mundo, que no toda revolución era para derrocar a las instituciones, ni todas las instituciones, podían dejar de ser revolucionarias.
Miguel Alemán Valdez, fue el primer presidente civil, egresado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México; después fue sucedido sexenalmente por otros civiles: Adolfo Ruiz Cortinez, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, siendo cada uno de ellos en su respectivo momento, el jefe político del país, en un mundo, en el que la “guerra fría”, marcó el nuevo proyecto que debía consolidar el sistema político mexicano. Un país, bondadoso, donde “había para todos”, no era necesaria la guerra, la revuelta, el pronunciamiento militar, el golpe de estado; las mieles de la riqueza y de la industrialización, alcanzaba para todos; los líderes obreros adquirían curules en la cámara de diputados o en la de senadores, alguna regiduría o una presidencia municipal; los egresados de las escuelas públicas, tenían asegurado su empleo y hasta su jubilación, el milagro mexicano, era tener un empleo estable, una jubilación segura, una casa económica donde vivir, servicios médicos y educativos de calidad; un país, que solamente tenía una limitante, solo una, y esa limitante era obviamente, no poner en duda la palabra del Presidente de la Republica, ni apoyar organizaciones políticas, que no fuera la del Partido Oficial. El Partido Revolucionario Institucional.
La “Revolución Mexicana” era el ideal en el que se centraba el discurso político mexicano, una revolución que a diferencia de la Rusa, no se fundaba en las ideas excéntricas comunistas de Karl Marx y Federico Engels, ni se centraba en la grandeza de su industrialización y avances sociales sovieticos, producto de sus “planes quinquenales”; en Mexico, la revolución era su grandeza histórica y la promesa de un futuro mejor; la promesa de resolver los problemas, la promesa de repartir tierras, la promesa de recuperar los recursos naturales, la promesa de industrializar el país, la eterna promesa de que algún día hubiera en todo el país, Democracia y Justicia Social.
La revolución pues en Mexico era solo eso, pura promesa.
En la medida de sus posibilidades, “hasta que hiciera Justicia la Revolución “, PRI daba empleo a todos los que en él se incorporaban; el país no solamente se industrializaba gradualmente sino también se burocratizaba; nuevas oficinas del gobierno que aperturar, nuevas empresas que nacionalizar, nuevos cargos públicos que repartir; la riqueza era para todos, los primeros inconformes al régimen, que dudaban sobre las bondades del régimen de la revolución mexicana, serian cooptarlos por el sistema, para convertidos en “críticos oficiales” y darles a estos, empleo, con sus creaciones artísticas u opiniones intelectuales; ahí estaban Diego Rivera, Alfaro Siqueiros, Martin Luis Guzmán, Daniel Cosió Villegas, Vicente Lombardo Toledano, toda una generación de críticos al régimen “simulador” y “corrupto” de la revolución, que gozaron también del reparto del presupuesto y de las dadivas que el gobierno revolucionario y paternalista, les otorgaba.
La oposición del régimen, era encabezada por un círculo de intelectuales, que en aras de predicar a la democracia en su ideal quijotesco, lo que hacían eran “legitimar” al gobierno priísta revolucionario; el PAN, el Partido Acción Nacional, era el partido de la “reacción”, de los antiguos porfiristas y católicos, enemigos de las conquistas de la revolución; un club de hombres ilusos, que no representaban ningún daño.
Los otros enemigos del régimen, eran los comunistas que tenían ideales marxistas leninistas, algunos “comunistas oficiales” se incorporaron, al partido oficial del marxismo mexicano, el Partido Popular Socialista, mientras que los más radicales, constituyeron, sin haberse dado cuenta, en la mejor escuela de cuadros del PRI. Pues tarde o temprano, terminarían incorporados en sus filas, por muy comunistas que fueran. Mientras que los “radicales” de los “radicales”, terminaron convirtiéndose en guerrilleros y para ellos, el régimen optaba por su cooptación primero y si resistían, entonces aplicaba la”ley de los tres hierros”: el encierro, destierro o entierro.
El México del siglo XX, ya tenía identidad, nombre, historia, proyecto; era un país prospero, tranquilo, independiente; pero tenía una grave amenaza que ponía en riesgo su propio proyecto de nación; esa amenaza, ya no eran los lideres armados, no eran tampoco los lideres caciquiles y sindicales, que estaban controlados; la nueva amenaza, sería el de vivir, en un mundo bipolar, controlado, dominado y hostilizado, por las dos naciones más ricas y poderosas que querían adueñarse del mundo, los Estados Unidos de América y la Unión de Republicas Soviéticas Socialistas; una etapa histórica, al que todos le llamaron la “guerra fría” y en el que después de haber visto el genocidio de seres humanos provocado por la segunda guerra mundial y la utilización de bombas nucleares en Japón, nuestro país, no podía aislarse del mundo, por más que quisiera estar encerrado en su laberinto de soledad.
¡Mexico en la mira de la guerra fría! ... y de una clase media que comenzaba a molestarse. Una juventud, que aún no decía la última palabra. 

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