JOSE VASCONCELOS, EL CAUDILLO - INTELECTUAL - DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
El culto a la muerte, a la violencia sanguinaria, a la guerra, proveniente de Huitzilopochtli, nos enseñó a ser un pueblo violento, beligerante, guerrero. ¡A resolver las cosas con la muerte!.
Quizás por esa misma tradición, la narrativa de la Revolución rindió más culto a los destructores, que a los constructores. Quizás por eso también, en el pais prosperaron los liderazgos sanguinarios, que los lideres formadores. Por esa misma razón, Francisco Villa y Emiliano Zapata o el “Centauro del Norte” y el “Atila del Sur”, como en su momento se les llamó, son más recordados que José Vasconcelos el “Maestro de America”.
Vale más el hombre sanguinario que ejecutaba a su semejante, el que destrozaba los caminos, los telégrafos, los rieles de ferrocarriles; que aquel que construía escuelas y bibliotecas.
Nuestro culto a la violencia y el empleo de esta, es precisamente lo que tanto propugno Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y Venustiano Carranza, para que ejerciendo la violencia de la guerra, pudiera restablecer la paz.
Así pues, durante la etapa armada de la Revolución, se habló del “Sufragio Efectivo, No Reelección”, de “Tierra y Libertad”, de “Constitución y Reformas”, los caudillos revolucionarios no supieron hacer otra cosa que asesinar en una guerra, en la que sino mataban, los iban a matar. Disparar una y mil veces las carabinas “30-30” que tenían y hacer resonar el rugir del cañón, como fielmente Jaime Nuno y Francisco González Bocanegra, hicieron notar sesenta años atrás, en el himno nacional mexicano.
Lo cierto es que los caudillos durante la guerra no supieron, ni pudieron construir un país; cuando Zapata y Villa ocuparon Palacio Nacional, en un ejercicio de auténtica honestidad, decidieron dejar el poder, porque supieron bien, que no tenían preparación para gobernar; ellos eran hombres del campo, poco letrados, no tenían la preparación académica ni la cultura, que los científicos porfiristas tuvieron. No había pues, en esas filas revolucionarias, las inminencias de un Jose Ives Limantour o de un Justo Sierra; lo más que había, eran ingenieros militares que se transformaron en ideólogos, profesores rurales que se convirtieron en abogados y abogados que se hicieron internacionalistas; quizás, por esas razones, José Vasconcelos renunció a las encomienda que el gobierno convencionalista de Francisco Villa le instruyó; no podía tolerar que el hombre salvaje, el ignorante, por muy noble o de buenos ideales que fuera, pudiera gobernar el pais.
¡Mexico no se merecía la barbarie! Ayudarles a gobernar a los hombres del campo, corría uno en riesgo de morir fusilado. Eso fue lo que le paso, al profesor Otilio Montaño, el principal asesor de Emiliano Zapata.
El delito de ser “catrin” o parecerse a uno, podía llevarlo uno al paredón. Por eso Vasconcelos prefirió conocer las calles de Paris o de New York, que el campo mexicano.
Ese desprecio por los militares y esa necesidad de tener gobiernos civiles, es lo que fue gestando ese ideal democrático, representado en hombres “revolucionarios” como Francisco I. Madero y Venustiano Carranza, que buscaron a toda costa impedir que los militares gobernaran el país.
Por eso Carranza no quiso ceder la presidencia, a quien era el Caudillo más popular de la época que era Álvaro Obregón.
Y sin embargo, el “populacho”, cedió ante los discursos seductores del sonoroense Álvaro Obregón, quien en sus discursos emotivos, hablaba de “revolución”, “de agrarismo”, de “sindicalismo”, de los “trabajadores”; del hombre simpático militar que encabezó la revuelta militar para perseguir y asesinar, a quien fuera en ese entonces “padre” de la Revolución Mexicana.
El hombre gordito, dicharachero, simpático, al que le faltaba un brazo; el mismo que había logrado derrotar militarmente a quien era considerado la principal amenaza a la Revolución, el “reaccionario” de Francisco Villa; ese “general” gordito sonoroense, de pasado empresarial, sería el hombre que durante los años veinte, encarnó los “ideales de la Revolución”.
¡Nos referimos Álvaro Obregón!.
José Vasconcelos, testigo de los hechos, hombre de convicciones civilistas y democráticas, pensante de que el pais requería de más inteligencia y menos ignorancia, aceptó la encomienda del “gobierno revolucionario” de Álvaro Obregón, para construir el ideal democrático, a través de la educación.
José Vasconcelos tuvo como principales ideólogos a Martí y a Rodó, al espíritu nacionalista latinoamericano, su gusto por las letras clásicas y su animadversión al imperialismo estadounidense.
El hombre abogado, que “iluminado” al igual que Madero, sintió el llamado para transformar el país.
José Vasconcelos, mis estimados lectores, podría ser bien considerado, para sorpresa de muchos, el ideólogo fundador de la derecha mexicana.
Aunque Vicente Lombardo Toledano, José Clemente Orozco, Diego Rivera o Alfaro Siqueiros, no lo supieran en ese entonces y Vasconcelos menos.
Y es como he dicho una y otra vez, “Izquierda” y “Derecha” en Mexico, no es más que un mito inventado por el priismo.
Conozcamos la historia, para evitar que nos sigan manipulando.