ANGELA MERKEL. UNA VERDADERA JEFA DE ESTADO Y SU DISCURSO RESPECTO AL CORONAVIRUS
"Queridas
conciudadanas y queridos conciudadanos:
El
coronavirus está modificando actualmente en forma dramática la vida en nuestro
país. Nuestra idea de la normalidad, de la vida pública, de la convivencia
social, está siendo puesta a prueba como nunca antes.
Millones de
ustedes no pueden ir al trabajo, sus hijos no pueden ir a la escuela o al
jardín infantil; los teatros, cines y negocios están cerrados y, lo que quizás
sea lo más difícil: a todos nos faltan los encuentros, que en otros tiempos son
obvios. Naturalmente, en semejante situación, todos estamos llenos de
interrogantes y preocupaciones acerca de lo que vendrá.
Me dirijo hoy
a ustedes por esta vía inusual, porque quiero decirles lo que me guía como
canciller, y a todos mis colegas del gobierno, en esta situación. Corresponde a
una democracia abierta que transparentemos y expliquemos las decisiones
políticas. Que fundamentemos lo mejor posible nuestro proceder y lo
comuniquemos, para que resulte comprensible.
Creo
firmemente que saldremos airosos de esta prueba, si realmente todos los
ciudadanos y ciudadanas la comprenden como su propia tarea.
Por eso,
permítanme decirles: la situación es seria. Tómenla también en serio. Desde la
reunificación de Alemania, no, desde la Segunda Guerra Mundial, no se había
planteado a nuestro país ningún otro desafío en el que todo dependiera tanto de
nuestra actuación solidaria mancomunada.
Quisiera
explicarles dónde estamos actualmente en cuanto a la epidemia y qué está
haciendo el gobierno federal y la esfera estatal para proteger a todos los
miembros de nuestra comunidad y limitar los perjuicios económicos, sociales y
culturales. Pero también quiero comunicarles por qué se requiere de ustedes, y
lo que todos y cada uno pueden aportar.
En cuanto a
la epidemia -y todo lo que les digo al respecto proviene de las consultas
permanentes del gobierno federal con expertos del Instituto Robert Koch y otros
científicos y virólogos: se está investigando a toda máquina a nivel mundial,
pero todavía no existe una terapia contra el coronavirus ni una vacuna.
Mientras eso
no cambie, solo hay un objetivo, que es la línea central de todo lo que
hacemos: desacelerar la propagación del virus, extenderla por meses para así
ganar tiempo. Tiempo para que los investigadores puedan desarrollar un
medicamento y una vacuna. Pero, sobre todo, tiempo para que quienes enfermen
puedan recibir la mejor atención posible.
Alemania
tiene un excelente sistema de salud, tal vez uno de los mejores del mundo. Pero
también nuestros hospitales se verían superados si en poco tiempo ingresaran
demasiados pacientes con una evolución grave del coronavirus.
No son cifras
abstractas en una estadística, sino un padre o un abuelo, una pareja. Son
personas. Y nosotros somos una comunidad en la que cada vida y cada persona
cuentan.
En
esta situación, quisiera dirigirme en primer lugar a aquellos que, como
médicos, cuidadores, o en otra función, trabajan en nuestros hospitales y, en
general, en nuestro sistema de salud. En esta lucha, ellos están en la primera
línea. Son los primeros que ven a los enfermos y ven cuán grave es en algunos
casos la evolución de la infección. Y cada día acuden nuevamente a su trabajo y
están al servicio de la gente. Hacen una labor gigantesca y les agradezco de
todo corazón.
En suma, se
trata de volver más lento el recorrido del virus por Alemania. Para ello -y es
algo existencial- tenemos que apuntar a una cosa: reducir la actividad pública
lo más posible. Naturalmente con sensatez y de manera proporcionada, porque el
Estado seguirá funcionando, el abastecimiento seguirá estando por supuesto
garantizado, y queremos mantener tanta actividad económica como sea posible.
Pero debemos
reducir ahora todo aquello que pudiera poner el peligro a la gente, lo que
pudiera causar daño a los individuos o a la comunidad.
Debemos
limitar por todos los medios posibles el riesgo de que uno contagie a otro.
Yo sé cuán
dramáticas son ya las restricciones: no más eventos, ni ferias, ni conciertos,
y por lo pronto tampoco más escuela, ni universidad, ni jardín infantil, ni
juegos en los parques. Yo sé cuán duramente golpean nuestra vida y nuestra idea
de la democracia los cierres acordados entre el gobierno federal y los
regionales. Son restricciones que jamás hubo en la República Federal de Alemania.
Permítanme
asegurarles: para alguien como yo, para quien viajar y desplazarse fueron
derechos por los que hubo que luchar mucho, tales restricciones solo pueden
justificarse por una absoluta necesidad. En una democracia, jamás deberían
dictarse a la ligera y solo pueden ser aplicadas temporalmente. Pero en este
momento son imprescindibles para salvar vidas.
Por esa
razón, desde comienzos de la semana hay reforzados controles y limitaciones de
ingreso en las fronteras con algunos de nuestros principales países vecinos.
Para la
economía, las grandes empresas al igual que las pequeñas, para los negocios,
restaurantes, los trabajadores independientes, la situación ya es muy dura. Las
semanas próximas serán más difíciles. Les aseguro: el gobierno hace todo lo
posible para mitigar las repercusiones económicas. Y sobre todo para resguardar
puestos de trabajo.
Podemos
utilizar y utilizaremos todos los medios necesarios para ayudar a nuestras
empresas y trabajadores a pasar esta dura prueba.
Todos pueden
confiar en que el abastecimiento de víveres está garantizado en todo momento; y
si los escaparates se vacían un día, se vuelven a llenar. A todos los que van
al supermercado quiero decirles: tener reservas es sensato, y siempre lo ha
sido. Pero con mesura. Acaparar, como si nunca fuera a haber algo nuevamente,
no tiene sentido y por último no es solidario.
Permítanme
expresar aquí también agradecimiento a personas a las que se agradece con
demasiada poca frecuencia. Quien por estos días está en la caja de un
supermercado o rellena los estantes, hace uno de los trabajos más duros que hay
por el momento. Gracias por estar ahí para sus conciudadanos y por mantener
funcionando la tienda, literalmente.
Y ahora paso
a lo que, para mí, es hoy lo más urgente. Todas las medidas estatales no darán
resultado si no utilizamos la herramienta más eficaz contra la propagación
demasiado rápida del virus: se trata de nosotros mismos. Tal como cualquiera
puede ser afectado por el virus, todos y cada uno de nosotros debe ayudar. En
primerísimo lugar, tomando en serio lo que ocurre. No hay que caer en el
pánico, pero tampoco hay que pensar ni por un instante que no depende de usted.
Nadie es prescindible. Todos cuentan, se requiere el esfuerzo de todos
nosotros.
Eso
es lo que nos muestra una epidemia: cuán vulnerables somos todos, cuánto
dependemos del comportamiento considerado de otros, pero también cómo podemos
protegernos y apoyarnos unos a otros, actuando mancomunadamente.
Ahora
depende de cada uno. No estamos condenados a mirar pasivamente el avance del
virus. Tenemos un recurso para hacerle frente: por consideración, debemos
mantener distancia entre nosotros. El consejo de los virólogos es claro: no más
apretones de manos, lavarse las manos frecuente y minuciosamente, mantener una
distancia de al menos un metro y medio de otros, y en lo posible no tener
contacto con los más viejos, porque corren especial peligro.
Yo sé cuán
difícil es lo que se nos pide. Especialmente en períodos de emergencia
quisiéramos estar cerca unos de otros. Conocemos la cercanía física, tocarnos,
como expresión de cariño. Pero, por desgracia, en este momento es lo contrario.
Y verdaderamente todos debemos entenderlo. En este momento, solo mantener
distancia es expresión de que nos importa esa persona.
La visita
bien intencionada, el viaje que no era necesario, todo eso puede significar
contagio y realmente ya no debería tener lugar. Hay un motivo por el que los
expertos dicen: abuelos y nietos no deberían juntarse ahora.
Quien evita
encuentros innecesarios, ayuda a todos quienes deben ocuparse a diario de cada
vez más casos en los hospitales. Así salvamos vidas. Será difícil para muchos y
también esto será crucial: no dejar solo a nadie, preocuparse de aquellos que
necesitan apoyo y confianza. Como familias y como sociedad, encontraremos otras
formas de acompañarnos.
Ya ahora hay
muchas formas creativas para burlar al virus y sus consecuencias sociales. Ya
hay nietos que abonan a sus abuelos a un podcast para que no estén solos.
Todos tenemos
que encontrar maneras de mostrar cariño y amistad: hablar por Skype,
telefonear, enviar correos electrónicos o quizás volver a escribir alguna
carta. El correo se distribuye. Se escuchan ejemplos maravillosos de ayuda de
vecinos a mayores que o pueden ir de compras. Estoy segura de que se puede
hacer aún mucho más y como comunidad demostraremos que no nos dejamos solos
unos a otros.
Apelo a
ustedes: aténganse a las reglas que regirán el próximo tiempo. Como gobierno,
revisaremos continuamente qué se puede volver a corregir, pero también, que más
podría ser aún necesario.
Esta es una
situación dinámica y seguiremos siendo capaces de aprender, para reconsiderar
en cualquier momento las cosas y poder reaccionar con otros instrumentos.
También lo explicaremos en su momento.
Por eso les
pido: no crean en rumores, sino solo en los comunicados oficiales, que siempre
traducimos también a varios idiomas.
Somos una
democracia. No vivimos de imposiciones, sino de conocimientos compartidos y
participación. Esta es una tarea histórica y solo podemos superarla unidos.
Estoy
absolutamente segura de que superaremos esta crisis. ¿Pero cuán alto será el
número de víctimas? ¿Cuántas personas queridas perderemos? En gran medida está
en nuestras propias manos. Ahora podemos reaccionar, todos junto, en forma
decidida. Podemos aceptar las restricciones actuales y apoyarnos mutuamente.
Esta
situación es seria y el desenlace está abierto.
Es decir:
dependerá -no solo, pero también-, de cuán disciplinadamente cumpla y aplique
cada uno las reglas.
Aun cuando
nunca hayamos vivido algo así, debemos demostrar que actuamos con el corazón y
la razón, y así salvamos vidas. Depende, sin excepción, de cada uno y, en
consecuencia, de todos nosotros.
Cuídense
mucho, y también a sus seres queridos. Muchas gracias."
Angela Merkel
Canciller de Alemania