¿LA REVOLUCIÓN FEMINISTA, ES OTRO 68?
¿Es la “Revolución Feminista”, otro 68,
más?.
¡Upssss¡¡¡¡¡¡ …
¡Que cosas¡.
Lo que estamos viviendo hoy en día, es
sin duda alguna, un acontecimiento histórico mundial, que no tiene otro
comparativo, que las revueltas estudiantiles y juveniles de los años sesentas.
¡Y déjenme explicarles, porque digo esto¡.
Advirtiendo previamente, que el uso del
masculino empleado en el lenguaje utilizado en el presente texto, no implica
desde luego en un acto discriminatorio contra algún género
determinado.
¡Por razones de estilo, me cuesta
trabajo escribir con lenguaje incluyente¡
Los años sesentas, fue una revolución
generacional, una guerra entre una generación de viejos contra una generación
de jóvenes.
Los “viejos” se sentían dueños de la
verdad y de la victoria, al haber sido estos la generación, que habían logrado
resistir y vencer, una guerra tan cruel, dañina e inhumana, como fue la segunda
guerra mundial.
En cambio, los jóvenes era la
generación de la alegría, del grito, del desmadre, aquella que rompía los
convencionalismos formales y los discursos aburridos, que poco o nada decían,
frente un mundo, que era transformado por el color, la música, la moda, el
lenguaje, el cine y la televisión; la forma liberal de pensar, que los hacía
acercarse, sin miedo, ni convencionalismos, al amor, al sexo y también, al
placer de las drogas.
Entonces, esa generación de viejos
gobernantes, no entendían el discurso de los jóvenes; a quienes siempre veía,
como chamacos “tontejos”, “caguengues”, “hippiosos”, “maricas”, que no
habían padecido el sufrimiento de una guerra, ni del hambre, ni de la peste; la
experiencia cívica de haber padecido a
los gobiernos genocidas y totalitarios.
Y entonces la revuelta se dio en todo
el mundo, ocurrió en todas partes, Francia, Estados Unidos y hasta en la
Checoslovaquia comunista; México, no podía ser tampoco la excepción.
En México, existía también una clase
política gobernante que monopolizaba el discurso de la justicia, de la
revolución, de la igualdad, de los derechos sociales; un gobierno que provenían
de una revolución armada y popular, que atestiguo durante décadas, miles de
muertos; y que sin embargo, durante los días de las revueltas juveniles,
se encontraba gobernando una nación, en paz y en orden; con la promesa, de
convertirse en el concierto de las naciones, en un país moderno y civilizado.
De ahí, el culto, que el sistema político priísta - en su mejor momento histórico
de crecimiento económico y estabilidad política - hizo, de la XIX Olimpiada
Internacional.
Y ese gobierno, el que presidió Gustavo
Diaz ordaz, no logró entender el momento histórico que se vivía. Con sus
comunicólogos oficialistas, en prensa, radio y televisión, se dedicó dia a día
a denostar el movimiento juvenil, haciendo énfasis de los brotes de violencia
que la revuelta implicaba, que consistía, desde mofarse de los estudiantes,
hasta indignarse, por la quema de camiones, la obstrucción de las vialidades,
hasta la ocupación de las escuelas universitarias, que se encontraban en esos
días en “huelga”.
La “Conjura Internacional” fue el
discurso que el Presidente - que sintiéndose la “patria” misma - dictaba
desde su oficina en Palacio Nacional, para denunciar, que ninguna conspiración
mundial, comunista, destructiva, haría daño, a los senderos que dictaba
la Revolución Mexicana.
Y por eso, desde ese gobierno
autoritario, se vió a los jóvenes, en dos rubros, aquellos que aceptaban la
mano tendida del Señor Presidente, con toda su benevolencia, patriotismo y
generosidad; y aquella, que era manipulada por los intereses oscuros
antipatrioticos, que obedecían dictados, de la conjura internacional. ¡La libertad era posible vivirla en aquel
país de hace cincuenta años, pero no la libertad, de atentar contra
México¡.
¡El final de esa historia, la conocemos
todos¡. ¡Nadie, como hoy, entiende el momento¡.
La Revolución Feminista ocurre en todo
el mundo, en una sociedad que se transforma con las nuevas tecnologías y medios
de comunicación producidas por el internet y las redes sociales; mujeres
que salen a las calles o en las redes sociales, a denunciar, desde el acoso
sexual, hasta el más cruel de los feminicidios;
se trata pues, de un movimiento, que nace en todas las partes del
planeta, en Estados Unidos, España y no se diga, en América Latina, Argentina,
Chile y obviamente, en México también.
Se trata de una guerra de géneros, por
un lado, los hombres, que representan la sociedad patriarcal y conservadora; y
por la otra, las mujeres, quienes ostentan el pensamiento liberal, emancipador,
igualitario.
Y como hace cincuenta años, la clase
gobernante de hoy, es una clase que no entiende, lo que no entiende; que se
siente legitimada de haber vencido la representación de un régimen político
corrupto y neoliberal, a través de una lucha social que se gestó en las calles,
las plazas públicas y finalmente legítimamente en las urnas, venciendo
democrática y pacíficamente, a los enemigos “corruptos” y “vende patrias” de
aquel entonces, que sólo trajeron a sus naciones, mientras gobernaron, pobreza
y mucho más desempleo.
México, tampoco es la excepción. El
nuevo gobierno que preside Andrés Manuel López Obrador, rinde culto a la
historia, al pasado glorioso mexicano, como en los viejos tiempos; la “4T”,
representa ese ideal, que colocará a nuestra nación, en una época de
reivindicación a las luchas históricas de la nación.
Los nuevos comunicólogos, logran
persuadir a través de las redes sociales, su opinión, la mayoría de ella
burlona; dedicándose a denostar el movimiento feminista, haciendo énfasis de la
interpretación de los datos, de los brotes de violencia que la revuelta
implica, los cristales rotos, los monumentos rayoneados, la diamantina morada
que se esparce, al sonoro de las nuevas consignas que se escuchan y de los
perfoman’s que se representan, en las calles, las plazas publicas, las aulas universitarias,
las redes sociales; y no se diga, desde el propio seno familiar.
El “Golpe Suave” es el discurso
que el Presidente - que sintiéndose también la “patria” e inclusive, hasta un
nuevo prócer mártir - dicta desde su habitual “conferencia mañanera”,
dada desde el Palacio Nacional, para denunciar con valentía y actuación de
supuesto hombre olvidadizo, que ningún “compló conservador y neoliberal”,
atentará contra el proyecto nacionalista de la Cuarta
Transformación”.
¡Igual que en los tiempos del
diazordacismo¡
Y por eso, desde ese caricaturesco
gobierno autoritario, se ve a las mujeres en dos rubros, aquellos que aceptan
el liderazgo del mejor Presidente que ha tenido México en sus últimas décadas,
con toda su honestidad valiente, patriota y generosa; y la otra parte,
que es el sector femenil que está siendo
manipulada por “la derecha”, el “PRIAN”, la “Mafia del Poder”.
Hoy como hace cincuenta años, se le
considera al sujeto de la revuelta, como objeto de manipulación, caprichoso e
instrumento de un poder fáctico invisible; mientras que el gobierno, se asume
como víctima de esa conjura, en su paranoia, de que “alguien”, un poder oculto
e invisible, quiere hacerle daño.
Lo cierto es, que hoy, como hace
cincuenta y dos años, existen violentos; agitadores, profesionales de la
violencia; enmascarados. No dudaría en sospechar, que existen también,
criminales en potencia. Alguien, como hace más de cincuenta años, recibe
un tipo de financiamiento, para hacer de esta revuelta popular, un movimiento
violento.
¡El feminismo pues, el oficial, el que
se dicta desde el púlpito del Señor Presidente, si es posible en México,
siempre y cuando, este feminismo no opaque la noticia de la rifa presidencial,
ni rayonien las puertas del Palacio Nacional¡.
Un feminismo a favor del régimen de la
Cuarta Transformación; como lo que en su momento querían Diaz ordaz y
Echeverría. Una juventud, al servicio del régimen de la Revolución Mexicana.
Sea lo que sea, es evidente que
transitamos por un hecho histórico.
El Presidente López Obrador, debe darse
cuenta, de su craso error. Debe cambiar su discurso; de lo contrario, de seguir
repitiendo el error diazordacista, la historia pronto lo juzgará. Preferible
pues, un buen juicio, que repetir el error de aquel presidente genocida y
autoritario, que fue Gustavo Díaz Ordaz.