¡LA LUCHA DE ANGÉLICA¡. ADULTOS MAYORES VS. EL METRO
Un video viral de apenas 38 segundos,
que circula por redes sociales, se observa como un adulto mayor, de una
discapacidad motriz que se apoya de un bastón, acompañado de una mujer también
de una notoria edad avanzada, abandonan ambos el vagón semivacío de un Metro,
de uso exclusivo mujeres, entre gritos e insultos; y ante la actitud, soberbia
y engreída, de una mujer joven, que haciendo ademanes arrogantes y prepotentes,
celebra la forma en que ese adulto mayor, humillado y temeroso, abandona ese
vagón.
Angélica Izchel Rosales Pérez, quien
fue mi alumna en la FES Aragón, posteo en su muro, el evento ocurrido y
solicitó, alegando que ese adulto mayor expulsado del vagón del metro, era su
tío abuelo; así que por esa vía, solicitó se le ayudarán a identificar a esa
joven agresora.
La respuesta en la red social no se
hizo esperar. Su post en menos de 24 horas, ha sido 79 mil veces
compartida, generando 64 mil comentarios, muchos de ellos, con comentarios
realmente groseros, violentos, burlones, hostiles y prepotentes.
Angelica izchel Rosales Pérez, es
mujer, es una abogada exitosa, comprometida con la causa animalista; tuve
oportunidad de conocerla hace años cuando me convertí en el asesor de su tesis,
en un tema, que por cierto, en aquella época, no era del todo comprendido. Ya
desde ese entonces, estoy hablando del año 2009, Angélica, ya era víctima de la
incomprensión de un sistema, que se cree dueña de la verdad absoluta.
Angélica, habló en su tesis de los
derechos de los animales, cuando la posición clásica de los juristas, era, que
los animales eran "cosas", no eran "personas" y por ende,
no podían tener derechos; sin embargo, Angélica, con una elocuente
argumentación, se opuso al maltrato animal, aun de aquel maltrato que se hacía
por causas de experimentación científica; el día de su examen
profesional, frente a sus sinodales, decidió tapizar el salón donde se
practicaba su examen, con carteles que
hacían alusiones, a la defensa de los animales. Su réplica, desde luego, fue la
de una persona congruente y firme en sus
convicciones, que desde el momento que la conocí, supe que la
Universidad, daba a luz a una de sus mejores
hijas, una destacada egresada, de la que mucho se hablaría, como se está
hablando ahora.
Las repercusiones de las posiciones
ideológicas de Angélica, fueron finalmente aceptadas en la Ciudad de México,
cuando se reconoció en el artículo 13 apartado B de la Constitución Política de
la Ciudad de México, el derecho de los seres sintientes, es decir, los derechos
de los animales.
¡Y no me equivoque¡. En el medio
profesional en el que incursionó y en todos mis conocidos de esta red social,
no he tenido en momento alguno, queja de aquella exalumna, que hoy se sin duda
alguna, es una excelente profesionista.
Supe desde el primer momento, que
Angélica, por convicción propia, cambió sus hábitos alimenticios, lo que lo
hizo perder peso y mejorar su salud; incursionó en el activismo animal y alguna
vez debo decirlo, me acompañó en un desfile de catrinas que organice con mi esposa,
hace unos siete años, cuando con varios de mis vecinos de la Colonia
Agricultura, organizamos con motivo del día de muertos, una manifestación
cultural que partió del Árbol de la Noche Triste, hacia la Alameda de Santa
María la Ribera.
Supe entonces, que Angélica sería una
profesionista exitosa, congruente y firme en sus convicciones; en razón a ese
compromiso con la sociedad, fue que se decidió continuar su preparación
académica, estudiando un posgrado en la vieja Escuela Nacional de
Jurisprudencia de la UNAM, una Especialidad sobre Administración y Procuración
de Justicia. Supe de su propia voz, que se desempeñaba como abogada postulante
en materia penal, donde varias veces me confesó su hartazgo por la corrupción,
respecto a un sistema ministerial y judicial podrido y corrompido, no se diga,
de las prácticas alcohólicas, acosadoras y misóginas de algunos profesionistas
en derecho, que por azares del destino, me tocó conocer en su juventud y que
después supe, habían sido sus jefes.
Con esa pasión y resistencia que se
requiere, muy seguramente con la misma intensidad con la que defendía sus tesis
animalistas; estoy convencido de que Angélica incursiona en el servicio
público, desempeñándose, como una leal Defensora Pública de Oficio; que desde
esa posición de abogada, es testigo, de la desigualdad, la pobreza, la falta de
oportunidades, originadas por la desigualdad. No dudo, de lo que sabe y lo que
ha leído y vivido en cada expediente que tramita, en cada comparecencia en la
que asiste tanto a hombres y mujeres frente al Juez encargado de aplicar la
ley, defendiendo a los acusados, quizás no por los delitos de lo que
pudieran resultar culpables, sino por la pobreza que heredan.
¡Y vaya¡. No le corresponde a la
abogada, hablar de lo que ella hace por si misma, a favor de su propio género;
por eso, lo digo claramente, con la calidad moral de haber sido su profesor, su
asesor, su sínodo; la abogada Angélica Izchel Rosales Pérez, es una
auténtica profesionista, una excelente persona y más que una simpatizante de
algunos movimientos ambientalistas animalistas, es sin duda alguna, una gran
mujer. Al menos, la defensa y repudio del acto de violencia que fue víctima su
tío, muestra ella, las raíces de la familia que la educó.
Y es por eso, que Angélica, en aras de
defender su tío abuelo, adulto mayor vulnerable, de la violencia de la que fue
objeto de una mujer con actitud notoriamente caprichosa, se ha convertido en
objeto de ataques y burlas en las redes sociales, paradójicamente, siendo
mujer ella, ha sido también testigo de una violencia de género, de personas
activistas que dicen defender en base al odio y a la irracionalidad, los
derecho de las mujeres.
Angélica, no tiene pese a ese odio que
ha recibido en estas horas, aún con el conocimiento jurídico y la amplia
experiencia para poderlo ejercer ante situaciones injustas, en un país, lerdo,
corrupto e ineficiente; ella ha decidido proceder de la manera más inteligente
y racional; no ha respondido los ataques, con insultos; sino su defensa,
ha sido precisamente el llamado a la racionalidad, al sentido común y a un
tema, que hemos pasado por alto todas y todos, nos referimos a la
educación.
La lucha de Angélica, no es contra el
feminismo, como muchos erróneamente pudieran suponer. Angelica es una mujer que
como hija, hermana, vecina, estudiante, empleada, ha sido también víctima de
esa violencia de género, injustificable, que diariamente reciben millones de
mujeres; recibida de una cultura patriarcal, tradicional, heredada y que debe
ser desde luego erradicada, pero no con odios, mentadas, chiflidos, injurias,
destrozos; sino que debe ser cambiada con educación.
Las discusiones generadas en el muro de
su red social, una red que no supera ni los 800 contactos, ha sido objeto de
una serie de discusiones, algunas de ellas dignas de la elocuencia, la
argumentación jurídica, otros más, del respeto, el amor y la solidaridad y
otros mas, las mas preocupantes, producto del odio, la soberbia y la
ignorancia.
La legalidad de una norma, me refiero al artículo 230 fracción IX del Reglamento de la Ley de Movilidad del Distrito Federal, que dispone que Metro, a diferencia de otros medios de transporte público masivo, como el metrobús, cuenta con áreas exclusivas solamente para mujeres y menores de edad; es un tema sin duda alguna, que debe revisarse en el ámbito legislativo y académico; y seguramente, debe ser también un tema, que amerita ser analizado en el campo judicial e inclusive, por la propia Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, al existir en el caso concreto, dos derechos fundamentales que colisionan el uno frente al otro; por una parte la acción afirmativa del Estado de prevenir la violencia de género contra las mujeres, de no recibir estas ningún tipo de abuso sexual; pero por la otra parte, evitar la discriminación, el maltrato y el odio, que puede recibir una persona vulnerable, que no solamente es adulto mayor, sino que padece de una discapacidad con motricidad.
El conflicto de derechos, entre la
mujer que se sintió ofendida y accionó la palanca del metro, para pedir la
expulsión de aquel adulto mayor, por el riesgo de no ser violentada; frente al
derecho de este último, de transitar en un vagón prohibido, acompañado
presumiblemente de su esposa, dada su estado de discapacidad de movilidad
física, su derecho a no ser desde luego, a ser sobajado, maltratado, humillado,
discriminado. Es el tema concreto, que amerita ser discutido, pero con racionalidad,
sin dogmatismos, sectarismos, ni ofensas.
Corresponderá a quienes sigamos este
caso, estudiar la juridicidad del caso. Estoy seguramente, que si bien es
cierto, se infringió la norma que prohíbe la presencia de adultos mayores con
discapacidad, en un vagón exclusivo de mujeres, ello no significa, que la
norma, sea del todo justo, acorde a los principios y derechos fundamentales que
garantiza el Gobierno de la Ciudad de México.
Si hablamos de un caso de colision de
derechos, no es que dígamos qué los derechos de las mujeres estén por encima de
los derechos de los adultos mayores; tampoco sostendremos una postura en
viceversa.
Tampoco se trata de criminalizar ni
prejuzgar la probable conducta sexual de un adulto mayor, menos aún, se
trata de desacreditar un movimiento político, que digna y valientemente, han
sostenido millones de mujeres en todo el mundo y que sin duda alguna, han
ganado ya el debate público.
Se trata de ser racionales, empáticos,
reflexivos, prudentes. Dejar a un lado nuestros caprichos, sobre todo la
soberbia y las peores emociones que pueden guardar las personas dañadas: el
odio y el rencor.
Se trata pues, de preponderar al caso
concreto, de una situación concreta como está. Es decir, analizar racionalmente
si la satisfacción o afectación que pudo resentir la mujer que pidió la salida
del vagón del adulto mayor, para no ser violentada, pudiera ser considerada
está una actitud justificada y proporcional. Así como de valorar, si la
satisfacción o afectación de este derecho favorable a la mujer, no daño también
en el ejercicio de este derecho, las prerrogativas del adulto mayor; valorar
pues con un criterio de equidad, no de simple legalidad, sino de equidad, si la
conducta en cuestión, es justificable o no constituye, un verdadero
abuso.
Se trata pues, de mandar un mensaje
también a toda esa oleada de jóvenes activistas en una de las mejores causas
que ha tenido la humanidad, para que reflexionen y sean críticas de su actuar y
métodos de lucha. La actitud caprichosa y desproporcionada frente a una persona
vulnerable, amerita ser valorada. El mundo igualitario que construyen, no
solamente se limita a romper las brecha de desigualdad de género, sino también, la brecha
existente entre los fuertes y los débiles.
Corresponderá al Ombudsman y muy seguramente,
a un Juez de Distrito, valorar la constitucionalidad o contradicción de una
norma, que por una parte, permite en determinados transportes públicos, como es
el caso del metrobús, áreas donde pueden coincidir, mujeres y adultos mayores,
pero por la otra parte, prohíbe, la presencia de cualquier hombre,
independientemente de su condición física o de edad, en una área,
exclusivamente para mujeres.
La Constitución Política de la Ciudad
de México, que se caracteriza precisamente por esa actitud garantista,
señala en su Artículo 11 apartado A, el “Derecho a una Ciudad
Incluyente”, respecto a “ ... la atención prioritaria para el pleno
ejercicio de los derechos de las personas que debido a la desigualdad
estructural enfrentan discriminación, exclusión, maltrato, abuso, violencia y
mayores obstáculos para el pleno ejercicio de sus derechos y libertades
fundamentales”; el apartado F del mismo numeral que dispone, que “Las personas
mayores tienen los derechos reconocidos en esta Constitución, que comprenden,
entre otros, a la identidad, a una ciudad accesible y segura, a
servicios de salud especializados y cuidados paliativos, así como a una pensión
económica no contributiva a partir de la edad que determine la ley. Tomando
en cuenta las necesidades específicas de mujeres y hombres, la Ciudad
establecerá un sistema integral para su atención que prevenga el abuso,
abandono, aislamiento, negligencia, maltrato, violencia y cualquier
situación que implique tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes o atente
contra su seguridad e integridad.
Habría que respondernos por esa pareja
de adultos mayores, donde encontraron mejores condiciones de accesibilidad, si
en los vagones exclusivos de mujeres y menores de doce años, o en los
"asientos reservados" de los vagones mixtos?.
Si tomamos en cuenta que erradicar la
violencia de género en agravio de las mujeres, pero también la protección de un
grupo de población vulnerable como los adultos mayores se encuentra garantizado
por normas jurídicas fundamentales, habría pues que valorar, si esos mandatos
de optimización pudieron salvaguardarse en el caso concreto. Si podían existir
ambos derechos sin poner en riesgo ese mandato de optimización. Si en verdad,
esos derechos pudieron estar en riesgo. Concretamente, habría que preguntar, si
esa mujer que accionó la palanca para pedir la expulsión de ese adulto mayor en
ese vagón exclusivo, actuó porque su derecho a mantenerse libre de violencia,
se puso en riesgo; o bien, se trató de una actitud pedante, caprichosa,
convertida en un acto de odio, de mera discriminación y desprecio a la dignidad
humana de su semejante.
Ahora bien, el artículo 5 apartado A
fracción II de la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores en el
Distrito Federal, señala de manera enunciativa, que se reconoce a las personas
adultas mayores, los derechos: A la no discriminación; a una vida libre
de violencia; a ser respetados en su persona, en su integridad física,
psicoemocional y sexual.
¡Hasta los abogados más kelsenianos,
saben que una norma constitucional o una ley, estará por siempre, encima
de un reglamento¡.
Así pues, es cierto, existen
"asientos reservados" para adultos mayores, personas con discapacidad
e inclusive, también para mujeres embarazadas, en los denominados “vagones
mixtos” del Metro. Pero también lo es, que no existe una política pública
implementada por el Gobierno de la Ciudad de México, para garantizar el derecho
a la movilidad, de las personas adultas mayores, que por su propia condición de
edad, padecen también de algún tipo de discapacidad motriz. No existe esa
política pública, en el transporte colectivo metro, como si lo existe para el
caso de las mujeres y los infantes menores de doce años.
No existe pues la voluntad de la
autoridad, de hacer ese trabajo de concientización y respeto, a los lugares
reservados. No existe el mismo tratamiento ni preocupación institucional.
Vale la pena el debate. Porque de ese
es el tipo de debate público que una profesional egresada de derecho en la
UNAM, supo colocar en la esfera pública; una mujer también activista que
predica con el ejemplo, que sabe discutir, argumentar e inclusive, como pregona
el propio Presidente, también sabe perdonar a sus ofensores.
Angelica hará mover la maquinaria
política y judicial de esta Ciudad, como lo hizo con su post en la red social;
no para atacar a una causa política, que definitivamente, ha ganado el debate y
la agenda pública; la lucha de Angélica, no es una lucha contra las causas del
feminismo; la lucha de Angélica, es contra el odio, la irracionalidad, la
discriminación, la violencia, el berrinche, de muchas pseudoactivistas
atrapadas en sus mitos, a causa del pobre aprendizaje educativo adquirido
seguramente en sus familias; es la lucha también, contra esa limitación de
algunos operadores del derecho, que atrapados en el "principio de
legalidad" y de la validez, aplican normas discrecionalmente, tolerando
episodios de violencias, temerosos de lo “políticamente correcto”, que no se
atreven a cuestionar, ni a transformar, un orden jurídico contradictorio y
discriminador.
¡La lucha de Angélica, es también, una
lucha mía¡