DIAZ ORDAZ Y EL CONFLICTO MEDICO

En esos días, ser médico cirujano, era el requisito mínimo para poder hacer una especialidad a través de una residencia. Muchos egresados de la carrera de Medicina, inclusive médicos ya titulados, buscaban hacer especialidades en pediatría, ginecología, dermatología, gastroenterología, otorrinolaringologia, cirugía y otras más. Las residencias podían hacerse en los recién inaugurados hospitales de Balbuena y Rubén Leñero; o bien, en el Hospital General o el Hospital de la Mujer; no se diga en el prestigioso Hospital del ISSSTE “20 de Noviembre”. Podían inclusive los residentes acceder al derecho a una beca y ademas intervenir en operaciones quirúrgicas; sin duda alguna, los médicos residentes o internistas, constituían un gran apoyo profesional de menor costo, para el servicio público de salud que dotaban los hospitales.

Sin embargo había todo un inconveniente. Los médicos residentes, conocidos como “becarios”, no ganaban igual, que los médicos trabajadores de “base”. Las diferencias salariales eran abismales, aunado a que entre los médicos residentes, pese a su poca experiencia dada su juventud, eran exigentes respecto a su aprendizaje. Pedían tutores que les enseñara la práctica, salones dormitorios y desde luego, se les pagará mejor y pudieran tener oportunidades de obtener una base en el Hospital.

Solo faltaba un detonador que hiciera que todas esas inconformidades tuvieran cauce. Fue precisamente en noviembre de 1964, cuando la Doctora Oralia de León Subdirectora Médica del ISSSTE, arbitrariamente de forma prepotente y autoritaria, no autorizó el pago de aguinaldo a los becarios; ante la protesta que hicieron algunos médicos, la Subdirectora respondió cesando a los inconformes; esto molesto a los residentes, lo que los obligó a organizarse y constituir la Sociedad de Médicos Residentes e Internos AMMRI.

Los médicos cesados y sus compañeros, miembros de la AMMRI convocaron a una asamblea para manifestar su inconformidad y el maltrato recibido, elaborando un pliego petitorio de cinco puntos, lo que hizo que estallara espontáneamente el movimiento médico, creciendo exponencialmente este de 500 médicos inicialmente inconformes del Hospital 20 de Noviembre, a unos 4 mil médicos de diversos hospitales públicos del Distrito Federal, todo esto en un corto lapso de quince días.

Los médicos pedían la restitución total y sin represalias de sus compañeros cesados; la revisión y el cambio de los términos del contrato “beca”, proponían en su lugar contratos anuales, renovables y progresivos que permitieran establecer un escalafón y salarios decorosos; pedían también se les diera la preferencia para ocupar las plazas de base, la participación activa del residente en la elaboración de los planes de enseñanza, así como la resolución satisfactoria de los problemas de cada hospital.

Ante la indiferencia de las autoridades, estallaron las “huelgas de médicos” en distintos hospitales del Distrito Federal, como también en por lo menos diez estados de la República Mexicana. Los paros llegaron inclusive, hasta en hospitales del IMSS.
Los acercamientos de las autoridades con los médicos disidentes, se dieron, cuando el Secretario de Salubridad el Dr. Rafael Moreno Valle, accedió escuchar las propuestas de los residentes. No los contradijo, no los maltrato, les dio la razón, pero advirtió que la solución al problema, no dependía de él. Similar respuesta les dio también el Jefe de Departamento del Distrito Federal Ernesto Uruchurtu, quien quizás en forma burlona, les dijo que el si podía solucionar el conflicto, pero que ya habían decidido solicitar la intervención del Presidente. Así pues, ante la imposibilidad de que alguna autoridad les solucionara el conflicto, el AMMRI convocó a una marcha y plantón en el Zócalo, donde pidieron audiencia con el Presidente de la República; para sorpresa de los convocantes, la audiencia les fue concedida, siendo una comisión representativa de médicos residentes, recibida personalmente por el Ciudadano Presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz, en su oficina de Palacio Nacional.

El Presidente después de escucharlos, les dijo palabras más, palabras menos, que no quería que la audiencia concedida, constituyera un precedente judicial que fuera perjudicial a la buena marcha de la administración pública. Que la Constitución marcaba en su artículo 8 el derecho de petición y que el Ciudadano Presidente no podía estar concediendo audiencias a todo aquel que se lo pidiera, a unos así, a otros no, puesto que eso era discriminacion y que en un país como el nuestro, no existían ciudadanos de primera, de segunda o de tercera.

En tono pedante el Presidente también les dijo que tenia asuntos de trascendencia nacional e internacional que atender; que para ello existía otras instancias a las cuales debieron haber agotado, para llegar finalmente a el, y no hacerlo en sentido inverso, totalmente inadecuado, para no perder tiempo, ni ellos, ni a el. Les manifestó su extrañeza que sus inconformidades iniciaran recién entrando la administración y que esta no haya sido atendido por las autoridades de cada hospital. Además les dijo que toda persona tenía derecho a mejorar según sus aptitudes, pero dentro de los principios de la Revolución Mexicana; aunado a como en ellas se encontraban involucradas diversas instituciones, (IMSS, ISSSTE, DDF), por lo cual, el por si solo, no podía solucionar el conflicto.

Les dijo con sinceridad pedante, que no podría concederles el aumento solicitado, puesto que existían prioridades económicas y que estas debían ajustarse a los presupuestos autorizados para cada dependencia. Además dijo que un aumento de salarios implicaría una consulta técnica y que en lo personal el no creía, que empleados públicos, patrones y trabajadores, consentirían que se les aumentara el pago de impuestos, solo para complacerlos a ellos.

El Presidente Gustavo Díaz Ordaz agradeció la visita en la “audiencia excepcional” que había concedido. Y pese que la comitiva de médicos salieron de la oficina presidencial, totalmente decepcionados y regañados; lo cierto era que el movimiento médico no terminaría ahí. ¡Pues este apenas empezaba!.

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