LA PROMESA DEL PRESIDENTE



“En fervorosa demostración cívica que el pueblo de Mexico convirtió en desbordante fiesta nacional, el voto de los ciudadadanos depositó en mis manos la bandera de su esperanza.


Yo la recibo con las más limpios propósitos de defenderla y de servirla”



Fue así como iniciaba su discurso, en la toma de posesion, el nuevo Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Licenciado Gustavo Díaz Ordaz. 

Su misión, conservar la estabilidad económica y la tranquilidad pública que había ganado el pais en los últimos treinta años, fruto de la gesta heroica de la Revolución Mexicana y de la sabia gobernabilidad que había llevado el Partido Revolucionario Institucional P.R.I.

“Libertad y orden no se excluyen”, fue su advertencia; sentenció desde un principio, que quienes deliberadamente reclamaban sus derechos para violar los derechos de los demás, invocarán la Constitución para pisotearla, o que pretendieran ampararse en la libertad para pisotear todas las libertades, que supieran de una vez todos ellos, que gobernaría con orden, que impediría a toda costa que a nombre de la libertad, se acabara con el orden y que en el nombre del orden, se acabara con la libertad. 

El nuevo Presidente fue ovacionado por cada uno de los 210 diputados, 176 del PRI, 20 del PAN, 9 del PPS y 5 del PARM; así como por todos los 60 senadores del PRI que presenciaba su discurso. El pueblo también lo escuchaba y veía su discurso, el cual era transmitido en cadena nacional por las empresas radiodifusoras concesionadas: Tele Sistemas Mexicano SA de CV y XHTV Televisión Independiente “Canal 8”. 

¡Eran otros tiempos!. El Presidente finalizaba su discurso diciendo solemnemente: “De la propia entraña del pueblo mexicano vengó y a ella he de regresar; el dio inspiración y sentido a mi vida; es mi único aliento y sentido de fuerza; me ha concedido los más grandes e inmerecidos honores, y en mis manos puso confiadamente su esperanza. Me entrego a la tarea de comprenderlo, de obedecerlo y de servirlo”. 

Era el 1 de diciembre de 1964 y sobre la individualidad del Presidente, recaía el espíritu de la Patria.

Así pues, luego de describir en mis anteriores comunicados, la crónica de la Revolución Mexicana, (1911-1928); damos ahora un brinco por cuarenta años adelante y cincuenta atrás, para iniciar el día de hoy y durante los próximos tres meses, nuestra conmemoración histórica, a la crónica del olímpico año de 1968. 

Visto con el lente de mi subjetivismo, en honor a la lucha democrática que desde aquel entonces, empezamos todos a construir. 

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