FUTBOL, EL ESTADIO AZTECA Y UN PRESIDENTE MAL ENCARADO


La construcción del Estadio Olímpico y las rivalidades entre las dos instituciones académicas del país, Politécnico y Universidad, encontraron en el deporte, principalmente en el futbol americano, su espacio de combate, polarización y obviamente, de desmadre. Eran finales de los años treinta e inicios de los cuarenta, cuando la Liga Mayor de Futbol Americano, comenzó adquirir popularidad los partidos entre las selecciones de la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico.

No fue nada planeado, ninguna mente perversa estuvo detrás de este cambio, la aparición del radio, el cine, la moda, la música, fueron los factores externos que lograron que esa Universidad Nacional, se “descatolizara” y se volviera, además de un recinto de estudios profesionales, en una catedral del desmadre.

Quizás no fue el propósito de Emilio Azcárraga Vidaurreta, empresario hijo de emigrantes españoles, dedicado a la venta de automóviles y posteriormente, en concesionario de la radiofusora XEW; no es que la música “popular” dejará de ser sacra y se convirtiera en expresión plebeya de los sentimientos pecaminosos; tampoco fue la aparición del cine mexicano, inspirada en las grandes estrellas cinematográficos de Hollywood, ni tampoco la presión gubernamental de corromper el sindicato independiente de actores de la industria cinematográfico liderados por Jorge Negrete, a través de un líder esquirol, de gran arrastre popular como era Mario Moreno “Cantinflas”; no fue que llegara el Buggy Buggy, el Chachacha, o Dámaso Pérez Prado con todo “mambo”, así como el twis y el rock and roll; simplemente fueron los cambios en la forma de hablar, de vestir, bailar, de pensar; la Iglesia Católica no se modernizo, se estancó en su visión conservadora, no entendió las nuevas formas de liberar a la sociedad, no entendió que la juventud universitaria, prefería ya mil veces, irse a bailar con los amigos, que ir a misa con los padres.

Algunos filmes, son reflejo de esa transición de identidad universitaria y politécnica; actores populares como la pareja de Freddy Fernández “el Pichi” y Evita Muñoz “Chachita”, la doblista y cantante Evangelina Elizondo, el comediante Germán Valdes "Tin-Tan", el cómico bailarín Adalberto Martínez “Resortes” y hasta el clavadista y medallista olímpico Joaquín Capilla Pérez; personificaron todos ellos, aquel México posrevolucionario e industrial, en el cual, sin haberse propuesto el gobierno priísta de Alemán Valdes, comenzó a reducir los bastiones de las juventudes católicas, para sustituirlas, por las “porras” universitarias.

Fue dentro de esa coyuntura social, que el joven empresario Emilio Azcárraga Milmor En asociación con Guillermo Cañedo, habían tomado la decisión de construir sobre aquellos terrenos ejidales de Tlalpan, el “Coloso de Santa Ursula”, el Estadio de fútbol más grande del mundo, donde más de cien mil espectadores pudieran ver los partidos sentados, sin necesidad de pararse, tal como ocurría con el Estadio de Maracaná en Brasil; un monumento al fútbol mexicano, el “Estadio Azteca”, una obra que se sumaría a la infraestructura deportiva tanto de la olimpiada del 68, como del campeonato mundial de fútbol del 70. La magna obra sería diseñada y ejecutada, por el prestigioso arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y el equipo de fútbol que albergaría, serían los “millonarios del América”.

Así pues, mientras en el ambiente universitario el desmadre era entre los partidos de fútbol americano, al ritmo del chachachá, el twist y el rock and roll; en la Ciudad de México y en Guadalajara, se gestaba entre las clases populares el “clásico y de fútbol”, el campeonisimo Chivas rayadas del Guadalajara, contra los millonarios del America, este último bajo la dirección del ex futbolista y líder de opinión Fernando Marcos, equipo de fútbol popular nacido en la colonia Santa María la Ribera en la Ciudad de México, que brincó a la fama, tras haber sido un equipo perdedor al bordo del descenso y sin embargo, haberle ganado al “campeonísimo Guadalajara”, dicha hazaña le valió para ser adquirido por la familia Azcarraga.

El día que se inauguró el Estadio Azteca, el Presidente Gustavo Díaz Ordaz llegó tarde al partido de futbol, lo que provocó de manera espontánea, una rechifla del público asistente. ¡Un insulto a la institución presidencial!

El Presidente molesto, contra el Jefe del Departamento del Distrito Federal Ernesto Uruchurtu, por no haber impedido o prevenido esa rechifla que atentaba contra su imagen presidencial, pretextando un desalojo violento que los policías habían hecho sobre un grupo de invasores de terrenos, decidió cesarlo.


Al Presidente nadie lo insulta ..... ni aún, los funcionarios públicos de mayor prestigio en la administración pública federal, llámense como se llamen y hayan gobernado con mano de hierro, la capital de la República.

Pero mientras el empresario Azcárraga comenzaba a recuperar su millonario inversión, del otro lado, el pueblo y los estudiantes, eran libres para gritar en partidos de fútbol y también libres, muy libres, para mentarle la madre a quien quisiera.

Decir a todo pulmón: ¡Chinga a tu madre Diaz Ordaz!. 

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