EL PACTO PRI-UNAM


El gobierno por lo tanto, no cesaría en su intención de someter a la Universidad, lo hizo primero a través de los recursos económicos, aceptando restituirle el nombre de Universidad Nacional, lo haría también aprovechando el momento cultural en que el país experimentaba; la difusión de una nueva era de liberación sexual, de baile de danzón, el twis, el rock and roll, vicios y placeres; el ambiente de cabaret con el que colindaba el viejo barrio universitario, ubicado en el Centro Histórico, impregnada de borrachos, gánsteres y prostitutas, sería aprovechado al máximo para distraer a los estudiantes de su formación “cristiana”, para “incitarlos al pecado” y después al desmadre, permitiéndoles a estos, hicieran “novatadas” con los alumnos de recién ingreso, a los que les cortaban el pelo y los paseaban por las calles del centro histórico, tal cuera fueran perros.

La juventud universitaria, a la que años antes se le identificaba por su vocación cívica y católica, enemiga del régimen de los gobiernos priístas revolucionarios, fue cediendo ante la “porra” que eran “alivianados” y menos “persinados”; nada mejor que abaratar los precios de las localidades en el Cine Rio, Venus y Goya, ubicados en el viejo barrio universitario, para que los estudiantes de la preparatoria y de las demás Escuelas de Estudios Profesionales, decidieran “matar clase” e irse de “pinta” al cine, para ver las películas de Lilia Prado, Ninón Sevilla, Pedro Infante, María Antonieta Pons, Cantinflas, Joaquin Pardave, Tintán, así como en género de gansteres o rumberas de un polémico productor y director, de nombre Juan Orol.

“Goya-Goya”, fue la porra popular que vociferaban los estudiantes, encabezados por un estudiante preparatoriano delgado, apodado “Palillo”, por su complexión delgada, quien negociaba con el Cine Goya “boletos gratis” y quien acompañado de algunas de sus novias, aprovechaba la oscuridad del cine, para “cachondear”; de ahí que la porra universitaria, sería ¡Goya-Goya¡….¡Cachun-Cachun¡, agregando “Ra” “Ra”. La Universidad nacional adquiría identidad, como una institución de educación llamada a cumplir su misión histórica y patriótica, de darle sentido ideológico, científico, humanístico y artístico, a la nación revolucionaria, que crecía a tasas económicas, realmente espectaculares. Era el “milagro mexicano”, la industrialización del país, hacía posible, pasar de la sociedad agraria semi feudal, a una sociedad urbana e industrial, donde la ciudad de México crecía, a la misma velocidad de los automóviles.

La construcción de la Ciudad Universitaria, fue el regalo que el régimen corrupto y corruptor de la revolución mexicana, había donado a la Universidad Nacional Autónoma de México. Inmensas hectáreas, donde los arquitectos Mario Pani y Enrique de Moral, jugaban a recrear en los espacios, la gloria de sus ancestros aztecas, mezclada con ese espíritu nacionalista que impregnaba la revolución mexicana.

Quizás por eso el régimen priista, se sentía, no solamente el dueño del país, sino de la Universidad Nacional, pues con ella podía “premiar” a sus maestros otorgándoles privilegios especiales como “aumentos de salarios” o “licencias” para que ya no se molestaran en dar clases, tal como había ocurrido con el Profesor Celestino Porte Petit, quien se desempeñaba como Presidente del Tribunal Superior de Justicia y quien tenía el control académico y judicial punitivo de todo el pais o el “doctor” Alfonso Quiroz Cuarón, el criminólogo que detectaba a los peores criminales del país, quien despachaba cómodamente desde una oficina del Banco de Mexico y que hacía trabajos de investigación de política criminal y policiaca por encargo directo de la mismísima Presidencia de la República o Secretaria de Gobernación; ese control político de la Universidad le servía también al régimen para tramitar los títulos universitarios que a su casta gobernante les faltaba obtener; lo habían hecho años antes con el hijo del expresidente Miguel Alemán que de la noche a la mañana lo habían convertido en Licenciado en Derecho, lo podían hacer con cualquiera otro, ya fuera con los futuros diputados, ministros, presidentes o los hijos de estos, o los hijos de los hijos de estos. Nada ni nadie de la Universidad lo podía impedir, pues el perverso sistema que se había construido por décadas, tenía controlada la Universidad, sino lo era por la Junta de Gobierno que podía designar libremente a los Rectores de la misma, o a través de sus fuerzas porriles, que a través de paros o huelgas, los podían remover libremente, ocupándoles sus oficinas y corriéndolos de la Rectoría, entre chiflidos, escupitajos y mentadas de madre, como había ocurrido antes con el doctor Ignacio Chávez.

Con el Instituto Politecnico Nacional el trato era igual o peor, empezando por su planta docente, que ni el reconocimiento académico análogo de maestros universitarios tenían, daba igual para el régimen ser un profesor de Escuela Secundaria, que un profesor de Escuela Superior del Poli, ganaban lo mismo. El gobierno, quitaba, metía, premiaba, cesaba, a cuanto personal quisiera del Politecnico. El presupuesto público que este se recibía, si bien era cierto se destinaba para la manutención de miles de estudiantes de escasos recursos que inmigraban en la Ciudad de México, también lo era, que fue la “agencia de contrataciones” para las fuerzas básicas porriles que podían incidir en la vida pública del país. Todo una industria de jóvenes con capacidad instantánea de movilizarse, para constituir desde las mesas receptoras de votación donde había que hacer fraude electoral, hasta organizar marchas, mítines, manifestaciones, protestas, invasiones y demás desmadres.

Así pues, el gobierno priista autoritario haría frente a la próxima revuelta popular estudiantil, con sus dos poderosas y temibles fuerzas porriles; del lado izquierda la poderosa Federacion Nacional de Estudiantes Técnicos “FNET” del instituto Politecnico Nacional y del lado derecho, con el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación “MURO” de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico. El régimen político tenía la fuerza, inclusive, de iniciar, impulsar o crear su propia versión del 68.

Que mejor estímulo ser porro en aquellos años, pues uno podía viajar a distintas universidades, echar desmadre, acosar a las mujeres estudiantes; lo mejor, “pasar” materias sin estudiar ni asistir a clases, así como recibir una “beca” o cobrar un salario en el Departamento del Distrito Federal o en otra dependencia, sin presentarse a trabajar. Todo esto, con la promesa de convertirse en algún día, no solamente en un futuro profesionista, docente, investigador, académico o becario de la Universidad, sino también, en convertirse en un futuro diputado, senador, gobernador o secretario de Estado, fuera del gobierno o del presidente que fuera, durante siempre, así transcurrieran los sexenios de los sexenios.

La maldita “cultura priista”, llegó para quedarse. La fórmula perfecta para vanagloriar el poder presidencial y golpear, cualquier movimiento crítico o disidente que se generaba el régimen.

Contra eso, debía pelear el movimiento estudiantil del 68. 


¡Ellos a la fecha siguen!.

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